Marisa González descuelga el teléfono en su estudio de la calle Argensola, ese espacio del centro de Madrid al que va todos los días de las 10 de la mañana a las 10 de la noche, comida incluida (hoy toca ensalada). Feliz con la noticia de ser el Premio Velázquez de Artes Plásticas de 2023 -el más prestigioso de nuestro país, dotado con 100.000 euros- recuerda lo difícil que ha sido esta carrera de fondo, que finalmente se resuelve con final feliz con este reconocimiento que recibe con los 80 años ya cumplidos. "Me han preguntado si aceptaba el premio -dice pletórica- y solo he podido decir que cómo no voy a quererlo, me parece una prepotencia no hacerlo".
La suya ha sido una carrera marcada por la experimentación, por mirar hacia delante, hacia el futuro, siempre rodeada de todo tipo de artefactos. De ella destacaba el jurado, que se ha reunido hoy, “su amplia trayectoria como artista multimedia, pionera en la utilización de nuevas tecnologías desde los años 70 hasta la actualidad”.
Estudió Bellas Artes en Madrid, donde se encontró con una enseñanza academicista y decimonónica contra la que se reveló. Participó en las revueltas estudiantiles de la época y se trasladó a EE.UU. a hacer un máster en el Chicago Art Institute. "Me apunté a todas las asignaturas más novedosas -recuerda- tecnología, performance y vídeo, y me dediqué a este último medio. Tuvimos ahí la primera impresora a color. Todavía recuerdo las visitas de su inventor, atónito con cómo utilizábamos como una herramienta de creación algo que él había pensado para hacer copias lo más fieles posibles".
Tres han sido las constantes de su trabajo: la utilización de la tecnología, el compromiso social y el reciclaje. También, la mirada atenta al feminismo. Empezó trabajando con faxes y fotocopiadoras y después experimentó con el net art: "Hice los primeros net art, aunque se han quedado obsoletos porque utilizaba un programa que ya no funciona. Ese es el principal reto del arte tecnológico. Trabajo con 3 ordenadores y 11 discos externos".
Además, el jurado ha señalado que feminismo, memoria y arqueología industrial, reciclaje y ecología, y atención a los procesos de exclusión y precariedad son otras notas que caracterizan su trayectoria. En 1971, ya en Chicago, se fue a los barrios negros de la ciudad -"una osadía ir sola siendo una mujer blanca"-, ahí encontró una muñeca con la que trabajó el tema de la violación.
Otras obras comprometidas son la serie que le dedica a las noticias de torturas de prensas en las cárceles chilenas de Pinochet, una trabajo colaborativo con otras compañeras de estudio en las que se inspiró para las expresiones de sus rostros para hablar de la violencia contra las mujeres. "La obra la ha comprado este año el Museo Reina Sofía. El Museo de Bellas Artes de Bilbao, sin embargo, no tiene obra mía".
Además de Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, Marisa González realizó la Carrera Superior de Piano en el Conservatorio de Bilbao, hizo un Máster en el Art Institute de Chicago en el Departamento de Sistemas Generativos (1973) y cursó estuidos en la Corcoran School of Art, Washington D.C. (1976).
Toda su obra ha estado siempre asociada a unas "herramientas", desde las fotocopias de los setenta, a los faxes, los ordenadores y el vídeo. Forma parte de la historia del arte español. Participó en la primera edición de ARCO en 1982 y en el primer festival de PhotoESpaña. Y sigue activa, preparándose ahora para viajar con su galería a la feria de Artissima de Turín, con 60 exposiciones individuales a sus espaldas y 150 colectivas, como en la Bienal de Venecia, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Tabacalera (Madrid), o el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).
Su premio llega después de dos galardones a artistas latinoamericanas, Elda Cerrato, en 2022, y Tania Bruguera, en 2021. En 2020 fue otra española, Soledad Sevilla, la premiada, y en 2019 Cecilia Vicuña.
El jurado, presidido por Isaac Sastre de Diego, director general de Patrimonio Cultural y Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte, ha estado formado por Gloria Reguero Mélida, presidenta de la Unión de Artistas Contemporáneos de España y artista, a propuesta de la Unión de Artistas Contemporáneos de España (Unión AC); Luis Fernández-Galiano Ruiz, doctor arquitecto y catedrático de Proyectos en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid (por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando); Álvaro Rodríguez Fominaya, director del MUSAC de León (en representación de ADACE, la Asociación de Directoras y Directores de Arte Contemporáneo); Claude Bussac, directora de Estudios Artísticos de la Casa de Velázquez (por el Instituto de Arte Contemporáneo - IAC); Rocío de la Villa, doctora en Estética y Teoría de la Arte y catedrática en la Universidad Autónoma de Madrid (de parte de Mujeres en las Artes Visuales - MAV); Cristiana Collu, directora de la Galleria Nazionale d’Arte Moderna e Contemporánea de Roma y Emiliano Valdés Melendreras, curador jefe del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM), designados por el Ministerio de Cultura y Deporte.