El estudio de Soledad Sevilla (Valencia, 1944) en Madrid es una pequeña y luminosa habitación en la planta baja de un coqueto chalet en el barrio de La Prosperidad. La luz, que entra por el ventanal que da al exterior, baña una mesa de trabajo repleta de rotuladores acrílicos de colores. "Trabajaba con rotring hasta que los descubrí –explica señalando los botes de cristal–. El tiempo pasa y hay avances". En una de las sillas está apoyada la camisa de leñador con la que pinta y, desplegado en lo alto de la pared, el plano de alzado de la galería Marlborough, donde inaugura el 10 de junio. Permite visualizar con precisión milimétrica dónde situará cada uno de los casi 200 lienzos que la artista ha dedicado a su admirado Pessoa, creando una partitura de varios temas y variaciones.
En el resto de paredes de su estudio apoyan, sin excesiva holgura, los cuatro lienzos que tiene ahora entre manos. Los mostrará en julio en el stand de El Mundo, en ARCO, y son el broche final al proyecto que ha dedicado al escritor luso. Soledad Sevilla se mueve ágil de uno a otro ilustrando sus entresijos: de una formidable veladura o el efecto de las irregularidades originales de las cerámicas, a cómo ha trabajado con una plantilla transparente y un espray azul. Le queda por rematar uno de ellos a base de diagonales. "Lo importante es que cuando el espectador vea el cuadro le interese lo que está pasando", sentencia. La medida de estos cuatro es la misma: 2,20 x 2 metros, un "estándar" que la artista inauguró con su serie de Las meninas. "Me permitía abarcar todo el lienzo, hacer el trazo de una vez de arriba abajo". Y acto seguido nos muestra su "regla", un antiguo rodapié con el que traza desde entonces todas esas líneas que han sido tan características de su pintura.
P. Ha trabajado mucho sobre el Libro del desasosiego de Pessoa, ¿cómo ha sido su acercamiento a este diario íntimo?
“Me gusta la obra de gran formato porque envuelve al espectador. Tiene otra lectura, otra presencia”
R. Llevo años tratando de llevar a la plástica las imágenes mentales que me evoca. Comencé con una instalación de 15 cajas con un mapa dentro que recordaba los recorridos que hice por el barrio de La Baixa, en Lisboa, tratando de dar con la imagen. Me impactó el baúl que se encontró tras su muerte con todo lo que había escrito y no había publicado a lo largo de su vida. Pero me faltaba la pintura para cerrar el 'Círculo Pessoa', porque lo que a mí realmente me gusta es la pintura, y quise basarme en los azulejos de las fachadas que son muy geométricos y representativos de Lisboa.
P. ¿Cómo tradujo todo esto a la pintura?
R. El montaje de la galería Marlborough tiene algo del proceso de elaboración de la propia obra: parto de una imagen y la desarrollo en 18 pasos. Empiezo en la parte oscura y la voy aclarando. Es una línea de casi 200 cuadros de 46 x 46 cm que dibuja el perímetro de la sala. Muestro también las imágenes de las que he partido, las matrices, pinturas hechas a partir de las fachadas, reproduciendo la pátina, los desconchados, su material rugoso.
P. ¿Está conectado este trabajo con la fachada del IVAM que hizo en 2019?
R. No me había dado cuenta de esta conexión hasta ahora pero una vez más se cumple lo que siempre digo: los artistas nos pasamos la vida pintando la misma obra. En este caso era un azulejo del zócalo de la iglesia de El Patriarca, en Valencia, que modifiqué. Es curioso, empecé siendo geométrica pura y ahora, después de mil vicisitudes, he vuelto sobre ello.
Vista de su estudio en Madrid, 2021
P. ¿Y cómo llegó a esa geometría?
R. Estudié Bellas Artes en Barcelona en un momento en el que la enseñanza era muy conservadora. Hacíamos paisajes, dibujo al carboncillo, pintura de modelo... y al terminar fui a la contra de todo eso. Me movía en el círculo que Yturralde y compañía tenían en Valencia, el grupo 'Antes del Arte', e hice una individual en la galería Estiarte partiendo de ese momento más geométrico y del Centro de Cálculo. Me interesaba la progresión de un trabajo que, desarrollando un motivo inicial, podía multiplicarse hasta el infinito. Después han venido otros momentos que han estado casi siempre condicionados por la salud.
P. ¿Por ejemplo el pintar en mayor o menor formato?
R. No, el formato grande siempre he intentado mantenerlo. Hubo un momento en el que las rodillas no me dejaron agacharme y levantarme 500 veces al día y empecé a hacer los cuadros de los Insomnios y los muros vegetales. Como no me podía mover yo, moví el cuadro y desarrollé una unidad que iba rellenando a base de pinceladas. Hace poco me reencontré en el IVAM con un cuadro de 1977 de 3 x 6 m y pensé: eso es lo que quiero hacer. Envuelve al espectador, tiene otra lectura, otra presencia. Me gusta el espacio y el espacio del cuadro es importante.
P. ¿Es ese factor espacial lo que le atrae de la instalación?
R. La pintura es lo que más me gusta porque es un trabajo en el estudio. Cuando llega a un camino sin salida se puede superar dando una capa de blanco. Las instalaciones me las sugiere el espacio, sí, pero son ideas mías que instalan otros, con excepciones como la de los claveles de mi primera época. Ahí inserté las flores con unos amigos en un momento en el que nadie hacía instalaciones aquí, ni se sabía lo que eran.
Demasiado buen gusto
P. ¿Cómo pasa de una obra tan geométrica a representar motivos florales, mariposas, hojas…?
R. La obra de los claveles fue una reivindicación. En los ochenta Madrid estaba de moda, se había muerto Franco, teníamos la Movida... Vino el Chase Manhattan Bank y compró obra a figurativos, abstractos, mayores, jóvenes... a todo el mundo menos a mí y mi galerista me contó que habían dicho que tenía "demasiado buen gusto". Me pareció absurdo que se cuestionara la estética y no la calidad en una obra y planteé una propuesta hermosa de flores que nadie pudiera cuestionar. Yo tenía mucha confianza en mi obra geométrica.
“Mi obra tiene siempre un precio más bajo en el mercado que la de cualquier hombre con una trayectoria similar”
Soledad Sevilla se acostumbró a estar al margen. "Había un hueco entre el grupo El Paso y la Figuración Madrileña, que tuvo mucha repercusión porque era una reacción a la abstracción, y mi generación estaba en un limbo. Además yo trabajaba con esa geometría... Los importantes eran Morellet, Vasarely, que no tenían la fuerza rabiosa, más brutalista, de la abstracción. Por otra parte si alguna vez participaba en alguna colectiva era una cosa rara y no sabían muy bien dónde ponerme, no tenía nada que ver con la tendencia del momento".
P. ¿Ha echado en falta la figura?
R. Nunca, mi batalla ha sido precisamente que desapareciera. Parto de una imagen concreta contra la que lucho. No quiero representar una puerta sino la sensación de entrada. Me interesa más el mensaje y que no sea directo.
P. ¿Y en sus meninas?
R. Tengo clarísimo que ese cuadro nos fascina por el espacio. Jaime Sabartés le preguntó a Picasso que cómo pintaría Las meninas, y Picasso le contestó que "olvidando a Velázquez". En Olvidando a Velázquez, la exposición que se hizo en Barcelona, de los 80 artistas internacionales que participamos los únicos que nos alejamos de la figura fuimos Oteiza y yo.
Coinciden en el tiempo varias exposiciones que repasan distintos momentos de la trayectoria de la Premio Velázquez. En unos días abre la muestra de la galería Marlborough, que suma a las pinturas de Pessoa varios dibujos geométricos que trazó pensando en llevarlos a gran escala y conserva transferidos a negativos. En Barcelona, Ana Mas Projects muestra Espacios Ficticios. Obra 1969-1980. En el C3A de Córdoba se puede ver más de 70 obras de 1975 a 2013 donadas por la artista ("me hicieron un favor, no es fácil almacenar tanta obra"). Y en la capilla del Museo Patio Herreriano, una instalación hecha con hilos que "invita a subir la vista al cielo y refuerza el aire místico del espacio".
P. ¿No hace falta ya una retrospectiva?
R. Me alegro de que lo menciones porque dije cosas que no debía y han disgustado a personas que quiero y admiro y me gustaría disculparme. Quiero una retrospectiva, sí, me queda poco para los ochenta y me la merezco, pero sin exigencias. Como Pessoa, hasta del deseo de gloria me he ido despojando lentamente.
Algunos dibujos y negativos de los años 70 guardados en el estudio de la artista
Otros precios
P. ¿Qué otros autores le han inspirado además de Pessoa y Velázquez?
R. Richter y Rothko. Este último fue muy importante para toda mi generación. En España teníamos reproducciones de su obra en blanco y negro y la primera vez que vi su pintura, en Venecia, me produjo un impacto muy fuerte.
P. ¿A qué otras dificultades tuvo que enfrentarse en sus inicios?
R. Siempre me consideraban un ama de casa que pintaba y, mientras todos mis amigos artistas se hacían famosos, yo no podía ni exponer. Pero tenía mi proyecto en el estudio y eso estaba por encima de todo. Han cambiado mucho las cosas y ya no tengo esas dificultades –el Premio Velázquez, el más importante de las artes plásticas, es buena prueba de ello– pero mi obra tiene siempre un precio más bajo en el mercado que la de cualquier hombre con una trayectoria similar a la mía.