Marisa González (Bilbao, 1945), recién galardonada con el Premio Velázquez de Artes Plásticas, se interesó muy pronto por aplicar las nuevas tecnologías a la creación artística. Ya en los años 70 empezó a utilizar fotocopiadoras —incluida la primera fotocopiadora en color del mundo— para crear algunas de sus obras, como ha recordado el jurado del premio que concede el Ministerio de Cultura y Deporte —el más importante de su categoría en España, equiparable al Premio Cervantes de literatura—.
Pocos años más tarde, esta pionera del arte multimedia introduciría también en su quehacer artístico el fax y, por supuesto, los ordenadores, en una época en la que aún casi nadie en España tenía un ordenador personal en su casa. Por todo ello, el jurado del Premio Velázquez ha destacado "su amplia trayectoria como artista multimedia, pionera en la utilización de nuevas tecnologías desde los años 70 hasta la actualidad".
Un factor decisivo para que González se interesara por el uso de las tecnologías emergentes en las artes visuales fue su asistencia al máster que Sonia Sheridan impartió sobre sistemas generativos en Chicago en 1981.
Sin embargo, hay que resaltar que las investigaciones formales y la novedad de los medios empleados están al servicio de los temas que abordan las obras de González, siendo uno de los más importantes la violencia ejercida contra las mujeres. Algo que se aprecia en la serie Muñeca (1973), Violencia mujer (1975) o el conjunto de diapositivas La Descarga (1975), sugerida por un reportaje sobre el trato a las mujeres en las cárceles de Pinochet. En La mulata y las máscaras, González se hace eco de la denuncia de las mujeres negras y latinas ante la arrogancia de las feministas blancas y el machismo en el seno de los movimientos por los derechos civiles.
En la serie Clónicos (1993-1997), González plasmó con fotografías, vídeo y cajas de luz su primera incursión en una fábrica, la de las muñecas Famosa, en Onil (Alicante), para expresar su interés por el trabajo de la mujer, las condiciones de la producción en serie y otros condicionantes vinculados al mundo laboral.
De hecho, el desmoronamiento del tejido industrial, sobre todo de su País Vasco natal, es otro de los grandes focos de atención de la creación artística de González. Ha registrado el desmantelamiento de la Fábrica HP Hareno Panadera, y la de Galletas Artiach en Bilbao, la Central Nuclear de Lemóniz, en Vizcaya (jamás puesta en funcionamiento), o la Siderurgia Ensidesa Arcelor en Avilés. Y no solo registrado mediante la toma de imágenes, sino que además ha recopilado decenas de objetos industriales rescatados como si se tratara de los restos de un naufragio, y dispuestos para la contemplación del espectador.
Por último, y en consonancia con su enfoque social y político del arte, otro foco de atención del trabajo de González es la descolonización y la situación de países orientales que conoce desde los setenta. Fruto de este interés es The Road to Mandalay (2012-2104), un homenaje a la líder birmana Suu Kyi, o Ellas filipinas (2015), donde llama la atención sobre la situación de las mujeres filipinas trabajadoras en el servicio doméstico en Hong Kong, que se reúnen los domingos en el sector financiero de la ciudad.
"Su trabajo es una mezcla de feminismo y activismo político que se ha prolongado hasta sus obras actuales", señaló el crítico Mariano Navarro en las páginas de El Cultural con motivo de Registros domésticos, una gran retrospectiva del trabajo de Marisa González que tuvo lugar en 2015 en Tabacalera —el centro gestionado en Madrid por la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte—. Aquella exposición, comisariada por Rocío de la Villa, fue el primer gran reconocimiento "oficial" de su contribución al campo del arte multimedia y hacía un repaso por sus entonces 45 años de trayectoria.
En aquella exposición se reconstruyó la Estación Fax / Fax Station que la artista montó en el Círculo de Bellas Artes en 1993 y con la que, junto a sus alumnos, realizó un último homenaje al Fax Art en el que colaboraron participantes de distintos países de Europa y América. En aquella época empezaba internet, y la artista quiso rendir homenaje a las primeras modalidades de transmisión directa de imágenes y palabras. Verla reconstruida en 2015 suponía poner en valor su papel como una de las pioneras internacionales en el uso de las nuevas tecnologías de la reproducción y comunicación.