Bernard Plossu (Vietnam, 1945) fotografía el tiempo de vida. En sus imágenes todo es silencio. La búsqueda de lo invisible, la evocación de las sombras, el susurro temporal del argumento mínimo. No hace fotos para seducir, sino para vivir. En sus imágenes nómadas no hay nada construido, todo es fruto del azar y de la inmediatez, del instante decisivo. Son elogios discretos a la sencillez y la intimidad. Busca resonancias, sensaciones, no la mera apariencia de las cosas.
Plossu recorre la luz y las formas de manera desapegada y poética, trabajando las luces altas del mediodía en la declinación de los grises y los luminosos blancos, emborronando los contornos con un efecto flow (o foco suave) que consiste en hacer una fotografía a baja velocidad para que los contornos no sean del todo nítidos y para que las formas y las luces se desenfoquen ligeramente, creando un ambiente cálido y misterioso.
Es característica su constancia en los formatos, pequeños y medianos, siempre rectangulares, disparados con su Nikkormat AS con el objetivo de 50 mm en tomas que no reencuadra nunca. Así como se disparan, se positivan.
El trabajo de Plossu es sencillo, invisible, cotidiano, verdadero. En su amable discreción radica la belleza
Madrid, la exposición que podemos ver en la sala El Águila comisariada por Rafael Doctor y organizada por la Dirección General de Patrimonio Cultural y PHotoEspaña, empezó realmente en 2010 cuando editaban en Santander el libro fotográfico Europa en el que trataron de reunir las mejores imágenes de los diferentes países europeos. De ahí, y de su extensísimo archivo de imágenes, parte la idea de hacer un catálogo y una exposición centrada en Madrid.
En El Águila se despliega ahora, trece años después, un atlas visual y emocional de la ciudad alrededor de cuarenta décadas de imágenes. Más de 150 fotografías en blanco y negro positivadas por su compañera de vida Françoise Núñez, también fotógrafa, que inesperadamente falleció hace año y medio y a quien le dedica esta exposición. Núñez estudió fotografía con el maestro francés Dieuzaide, quien le presentó a Plossu, con quien contrae matrimonio en 1986, estableciéndose en Níjar (Almería).
Ella pasó décadas copiando sus fotos, un trabajo decisivo en la fotografía analógica, ya que en el laboratorio se termina de ajustar la intención y la dirección de aquello que se quiere decir. El trabajo silencioso de Núñez consiguió dotar a la obra de Plossu de una mágica coherencia atemporal.
Madrid es su ciudad favorita, lo dice constantemente, aunque sea la menos fotogénica de las ciudades. Su diario de viaje es un mapa del alma de la ciudad, del paisaje y el paisanaje, desde que a finales de los 70 Carlos Serrano y Pablo Pérez-Mínguez publicaran sus fotografías en la mítica revista Nueva Lente, una importante revista especializada que inició la revolución fotográfica europea.
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En 1979 le brindaron el único monográfico que la publicación le dedicaría a un único fotógrafo, en aquel momento apenas conocido. Desde entonces ha ido desplegando una brillantísima trayectoria gracias a su extenso trabajo paisajístico, convirtiéndose en el fotógrafo viajero por excelencia, que le ha valido no solo el Premio PHotoEspaña 2013 sino el Premio Nacional de Fotografía de Francia en 1988, año en el que, además, el Centre Pompidou le dedicó una espectacular retrospectiva.
Pero juguemos a descubrir los rincones de sus instantáneas; los nombres de las callejuelas, de las plazas, de los letreros de los comercios más castizos. Reconocemos Atocha, la azotea del Círculo de Bellas Artes, el Rastro, el Hotel Ritz… ¿Quién paseaba entonces por allí? ¿a quién pertenece esta sombra? ¿y este perfil? Todas ellas parecen ilustrar una narrativa cinematográfica, varias secuencias de un mismo filme.
Plossu, el más norteamericano de los fotógrafos franceses, es hijo de la Nouvelle Vague, de Godard y Truffaut; y “su” Madrid está inclinado en bellas diagonales que atraviesan sus fotos en composiciones asimétricas, sin títulos ni cartelas, tan solo nos habla la imagen como testimonio de un momento cualquiera. Es difícil acertar el año de las fotos.
Madrid dibuja una cartografía del alma castiza a través de un personal realismo poético –como el fotógrafo mismo define su trabajo– en un viaje introspectivo lleno de sensibilidad. El trabajo de Plossu es sencillo, invisible, cotidiano, verdadero. En su amable discreción radica una belleza cuyo único destino es trascender.