Yayoi Kusama (Matsumoto, Japón, 1929) es infinita, incombustible. Su trabajo emana un misticismo cósmico oriental que expande en la repetición de cada gesto convirtiendo su vulnerabilidad en fortaleza, transformando sus miedos y alucinaciones en arte. Así ha conseguido vencer sus tendencias suicidas desde que hace 70 años las flores le hablaran y los dibujos del mantel se expandieran por toda la habitación.
Desde entonces sufre trastornos de integración y despersonalización y por ello se interna voluntariamente en 1973 en un sanatorio mental en Sawa, donde aún vive. Kusama es un ejemplo de resiliencia, haciendo una traducción continua de sus problemas mentales al lenguaje artístico en un ejercicio de arteterapia radical; así escribe sobre ellos: “Que esta indescriptible depresión estalle en el cielo / que florezca en la oscuridad como fuegos artificiales”.
Su universo vanguardista y obsesivo está enfocado en la curación de la humanidad a través del amor, un amor que impregna las 6 salas de esta retrospectiva que le dedica el Museo Guggenheim de Bilbao titulada Yayoi Kusama: desde 1945 hasta hoy.
La exposición descubre a una artista profunda. Bajo una apariencia pueril Kusama esconde múltiples capas de oscuridad
Programada junto a las grandes retrospectivas del año, la de Oskar Kokoschka y la de la artista germano-venezolana Gego, que se inaugurará este otoño; abarca siete décadas de frenética producción.
Kusama ha sido una creadora salvaje, trabajando 9 horas diarias de lunes a sábado. Incluso ahora, con 94 años, continúa pintando lienzos pequeños que cierran este recorrido expositivo. Los comisarios Doryun Chong, Mika Yoshitake y Lucía Agirre han tardado 4 años en realizar esta selección de 200 piezas que será única en Europa y que representa su incursión en el mundo de la pintura, la moda, la performance, el happening y la escultura creando un recorrido tanto cronológico como temático a través de sus grandes preguntas existenciales: el infinito, la acumulación, la conectividad radical, lo biocósmico, la muerte y la fuerza de la vida.
Procedente del museo M+ de Hong Kong, donde fue recibida con gran éxito de público –más de 280.000 visitantes–, esta retrospectiva se presenta como la apuesta estival para un público de todas las edades que la visitará por sus famosos lunares, pero que descubrirá a una artista de una profunda filosofía holística, ética y trascendental con importantes conexiones con la naturaleza. Bajo una apariencia pueril Kusama esconde múltiples capas de oscuridad.
No encontraremos instalaciones monumentales, como las que ha realizado para Louis Vuitton interviniendo fachadas de edificios, sino una reducción de su trayectoria a lo esencial, pocas piezas, pero rotundas, sin margen para profundizar en su poliédrica figura, no solo como pintora y escultora sino también como escritora, diseñadora de moda, activista o pensadora.
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El recorrido comienza con varios autorretratos en los que apunta una gramática propia de redes y formas tentaculares y, por supuesto, sus lunares, que lejos de ser adorno devienen símbolo. Para Kusama representan los espacios negativos dentro de una red.
Los lunares o puntos, en japonés mesotama que significa “gotas de agua”, democratizan y conectan a todos los seres del mundo con el propósito de liberar el espíritu hacia el infinito. Kusama cuenta que la primera vez que vuela de Japón a Seattle en 1958, animada por la pintora Georgia O’Keeffe, con quien mantenía una relación epistolar, se queda fascinada con lo que ve desde la ventanilla del avión y desde entonces trata de reproducirlo obsesivamente.
A partir de esta gramática crea el concepto de Auto-obliteración, que lleva a toda su obra su famoso punteado expandido, como en la instalación homónima de maniquíes realizada entre 1966 y 1974, mediante el que reivindica un vaciado del ego para vernos en igualdad, incluyendo a los colectivos invisibilizados. No olvidemos su activa militancia contra la Guerra de Vietnam, el consumo de masas o las discriminaciones raciales y de género.
Kusama además celebró la primera boda homosexual, abrió un club social gay e inició una revolución sexual desde sus happenings en los que llenaba de lunares cuerpos desnudos en los espacios públicos de Nueva York a pesar de su miedo al sexo, que plasma en sus esculturas blandas, sofás, zapatos o vestidos plagados de falos textiles.
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Destacar piezas bellísimas, como Nubes (2019) la instalación de gotas de acero inoxidable que reflejan el neón del vestíbulo de Lucio Fontana, quien apoyó a Kusama con 600 dólares para producir su instalación de la 33ª Bienal de Venecia titulada El jardín de Narciso y ahora se encuentran en un bello diálogo. Precisión y delicadeza en una exposición de apariencia sencilla, pero que articula un complejo universo de trascendencia radical.
Una Pop Star
La japonesa Yayoi Kusama es una de las artistas vivas más cotizadas. Fue rival de Andy Warhol en la escena underground de Manhattan y ha protagonizado numerosas exposiciones como las del Reina Sofía, Centre Pompidou y Tate Modern en 2011-2012.