Tras casi treinta años de trayectoria y quince desde que les fue concedido, en 2008, el Premio Nacional de Fotografía, María Bleda (Castellón, 1969) y José María Rosa (Albacete, 1970) inauguran en Madrid la primera retrospectiva, procedente del KBr de Barcelona, que abarca la totalidad de su producción. Literalmente: todas sus fotografías.
Son 255, organizadas en nueve conjuntos principales –unos con bastante mayor enjundia que otros– y realizadas entre 1994 y 2022. ¿Cómo embutir toda esa trayectoria en salas de dimensiones medias? Traduciéndola a proyecciones.
Ni los puristas pueden ya asustarse demasiado ante la desmaterialización, circunstancial o no, de la fotografía. De un lado, los más completos sitios webs –el de Bleda y Rosa, sin ir más lejos– nos permiten estudiar en nuestra pantalla toda la producción de muchos artistas que nos interesan; de otro, nos hemos acostumbrado a que los espacios expositivos incluyan audiovisuales que propician una experiencia amplificada e “inmersiva” de las imágenes.
Los fotógrafos pervierten las reglas de la vieja pintura de historia y borran las huellas de la escena
No aplaudo, cuando se exhibe fotografía histórica, los cromos digitales realizados a partir de negativos o copias antiguas, ¿pero qué impide a unos artistas vivos, que han utilizado desde sus inicios la impresión de tinta para editar y vender su trabajo, tomar la decisión de mostrarlo a través de proyectores? Nada, en principio.
Pero… traduttore, traditore: en algunas de las series –y más en Prontuario– desdibujan o impiden la interrelación entre textos e imágenes que es fundamental en ellas, y solo en dos han incorporado el audio para paliar esa deficiencia, aferrándose así a las esencias de lo fotográfico y desaprovechando las posibilidades que les ofrecía esta presentación de aires cinematográficos.
El diseño del montaje ha optado por dar la misma altura a todas las proyecciones, abriendo en las salas, oscurecidas por completo, amplios “ventanales” en los que se van sucediendo al mismo ritmo las fotografías que, en número cambiante, componen cada una de las series. Se uniformizan así los formatos diversos que Bleda y Rosa han venido empleando, desde los 42 x 48 cm de Prontuario a los 124 x 222 cm de Origen.
Y no les va mal en absoluto la ampliación a las que se editaron en tamaños menores. En realidad –lo comprobamos ahora– existe una inmutable perspectiva monumentalizadora en la mirada de estos artistas, incluso cuando refutan la idea convencional de monumento, natural o cultural. La clara composición espacial, la renuncia a la presencia humana, la serenidad y el silencio que imperan en las imágenes nos invitan a considerarlas como pulidas expresiones de un clasicismo antirretórico.
[Lo mejor de PHotoEspaña en diez disparos]
Desde mediados de los noventa, Bleda y Rosa han tenido una muy buena acogida crítica y comercial, y esta no es la primera retrospectiva que se les dedica: en 2009 se hizo una revisión de su trabajo en el CAAC de Sevilla y en la Universidad de Salamanca, y en 2017 Bombas Gens (Valencia) mostró al completo su serie más extensa, Campos de batalla, complementándola con otros conjuntos.
Una de las razones de su éxito es que han integrado coherentemente algunas características nucleares de la fotografía contemporánea: cuestionamiento de los géneros, fragmentación, atención a los márgenes, serialidad, rigor reglamentario, documentalismo atípico, ausencia de proyección emocional, problematización de la narración e intervención del texto en la construcción del sentido de las imágenes, entre otras.
Como es sabido, su argumento central es la historia y, más en concreto, la invisibilidad de los acontecimientos del pasado en los lugares en los que se produjeron. Pero Bleda y Rosa pervierten las reglas de la vieja pintura de historia. Los espacios-palimpsesto que nos presentan son algo así como “escenas del crimen” de las que se han borrado todas o casi todas las huellas. Al ser informados de que algo trascendental y a menudo violento ha sucedido allí, su mutismo desafía nuestra imaginación, que intenta ver, escuchar y hasta oler esa acción que se esfumó hace tiempo.
Al contemplar sus proyectos unos junto a otros se percibe cómo son los paisajes de Campos de batalla, Origen y Prontuario los que mejor transmiten esa complejidad. Otras series, sobre todo las arquitectónicas, están peor definidas o tienen un desarrollo más indeciso, en alguna ocasión, quizá, por tratarse de encargos institucionales o corporativos. Estamos, en todo caso, ante una ocasión excelente para analizar este importante corpus y sacar conclusiones propias.