Christian García Bello, historias de ultramar
El artista gallego reconstruye el viaje del monje San Brandán en busca del Paraíso haciendo guiños constantes a la tradición marinera
11 mayo, 2023 02:47Desde sus primeras exposiciones en la galería Formato Cómodo y el CGAC a su proyecto de Generación 2022, Christian García Bello (A Coruña, 1986) ha sabido construir un discurso sólido, atento a sus raíces gallegas, en el que se entrecruza el paisaje atlántico con lo vernáculo. Y lo ha hecho apoyándose en una escultura de rasgos austeros en la que la elección de los materiales ha sido fundamental.
A los listones de madera de pino de aspecto añejo, los textiles, el cuero o los clavos de hierro antiguo que han sido tan recurrentes, se suman ahora el algodón preparado con ceras de espermaceti de cachalote, huesos (reales y simulados) y experimentos fotográficos con los que profundiza en esas resonancias marineras.
Trabaja por proyectos y, como en ocasiones anteriores, hila fino. El punto de partida de Samborondón, su primera individual en la galería The Goma, es la leyenda de San Brandán, un monje irlandés que emprende en el siglo VI un viaje en busca del Paraíso, una isla de ubicación desconocida que algunos han situado en las Canarias. La historia, alimentada y cartografiada a lo largo de los siglos, asocia con este islote fantástico que aparece y desaparece la imagen de un monstruo o pez gigante conocido como Jasconio.
La exposición lleva a las tres dimensiones esta historia de exploradores, ballenas y antiguas embarcaciones
"Su piel es rugosa, como de arcilla ocre, granítica y pedregosa. Está llena de cicatrices y marcas", escribe García Bello con muy buena pluma en el librito que acompaña la exposición. Ahí cuenta con detalle la historia que lleva a las tres dimensiones en un montaje en el que todos los elementos responden a este relato de exploradores, ballenas y antiguas embarcaciones.
Hay una reproducción en miniatura de una currach, la barca tradicional irlandesa con la que San Brandán surcó los mares. Está hecha con madera, cordones como los de las redes de pesca, recubiertos con tintes vegetales para mejorar su conservación y camuflaje, y un hueso, el único real del conjunto, que otorga a la pieza cierta pátina de reliquia. Y no faltan las vistas de esa supuesta isla rocosa pelada de vegetación, hechas por azar con emulsiones fotográficas sobre papel.
Lo monstruoso se encarna en una pieza a medio camino entre el horcate de un arado y una "vértebra" de ballena. Y aparece de nuevo en las piezas textiles hechas con algodón cocido en roble, que adoptan formas zoomorfas y de vísceras. Las especulaciones continúan fuera de la exposición en las ilustraciones del libro, supuestos dibujos y grabados de la época -en realidad diseños hechos con la ayuda de un programa de inteligencia artificial- que describen con todo lujo de detalles la anatomía del monstruo Jasconio.
Son muchas las referencias a otros artistas que se disparan viendo todas estas piezas. Del uso de las redes de pescadores que hacía otro gallego, Manolo Paz, a la manera de presentar los materiales de Jacobo Castellano, los tintes de Belén Rodríguez, e incluso la incorporación de ese fabuloso rojo minio que emplea también Julia Huete. Con un lenguaje y estilo propios, todos ellos subrayan la importancia de lo manual en estos tiempos digitales. Una exposición imprescindible entre las que nos ofrecen ahora las galerías madrileñas.