Manolo Quejido: "He destruido muchísima obra, me preocupa lo que dejo al mundo"
Guiados por el pintor, uno de los representantes de la figuración madrileña, entramos en el Palacio de Velázquez a recorrer 'Distancia sin medida', su retrospectiva organizada por el Museo Reina Sofía.
25 octubre, 2022 03:16Manolo Quejido (Sevilla, 1946) es reflexivo y un poco tímido. Amante apasionado de la pintura, no la entiende sino como un vehículo para el pensamiento. En esta exposición, Distancia sin medida, nos cuenta, pone fin a medio siglo de trabajo de apabullante diversidad, que contiene toda la historia del arte en la generosidad de sus lienzos.
Metapintura en los guiños a Velázquez, Matisse, Cézanne, al pop, al cubismo, a la poesía concreta…, unida a la crítica social y a una rigurosa curiosidad científica. Sus cuadros son como haikus o espectros que evocan sin sentenciar.
Pregunta. ¿Cómo decide dedicarse a la pintura?
Respuesta. Desde siempre me resultó tremendamente atractiva. Con 5 años recuerdo en Sevilla, donde nací, que en el lavadero vi a un señor que tenía un cuadro muy pequeño y yo me maravillé y le pregunté ¿pero eso cómo se hace?, ¿cómo puedes meter en un espacio tan pequeño el mundo entero?
»Ese encuentro lo recuerdo como un gran impacto. A los 14 años vinimos toda la familia a Madrid. Recuerdo el Museo del Prado: ¡Imposible pensar algo más maravilloso! Tanto yo como mi hermano, que también pintaba, nos veíamos todas las salas de Madrid. Estábamos siempre buscando, intentando escudriñar qué era eso de la pintura.
"Al Museo del Prado iba incluso cuando estaba cerrado, a estar allí, dándole vueltas, respirándolo"
P. ¿Fue el Prado el responsable de su decisión?
R. No solo eso. Al museo iba incluso cuando estaba cerrado, a estar allí, dándole vueltas, respirándolo.
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P. Usted se inscribe dentro de la nueva figuración madrileña y empezó exponiendo en la galería Buades, ¿cómo era el ambiente artístico de entonces?
R. Buades fue muy especial. Durante los 80 estuvimos haciendo exposiciones y bebiendo copas, con un ambiente de camaradería, pero también de sana competición entre nosotros. Fue una época de pintores muy queridos, muchos de ellos ya desaparecidos.
P. ¿Es la pintura su obsesión?
R. Sí, una verdadera obsesión y me mantengo en ella como hace sesenta años. No puedo pensarme a mí mismo de otra forma. Arte y vida se funden en ella de una forma completa. Lo consciente y el inconsciente. Me acompañan todo el rato en todo el proceso el pensamiento, la filosofía, el mundo oriental, el zen, el lenguaje y la literatura.
P. ¿Con 76 años continúa usted pintando?
R. Sí, ¡es que no puedo dejarlo! Mi vida es la pintura, le he entregado 70 años. La pintura te pilla, te utiliza, es ella la que pinta. Tú le prestas tu mano. Haces unas manchas, pero una vez empiezas, cómo vaya la cosa ya no es cosa tuya. Hay un diálogo, pero hay algo impuesto en el propio proceso. De eso se trata, de seguir ese impulso.
»Debes entregarte, y una vez la pintura ha sido pintada ya eres pintor, aunque, por otra parte, también has muerto, en cada pintura mueres, ya no te pertenece, sino que pertenece al mundo una vez lo pintado sale de ti, es algo físico… yo he destruido muchísima obra, y tapado también, sé que a veces me he equivocado… Me preocupa lo que dejo al mundo.
“Esta exposición es una despedida, después de esto se acabó un modo de pintar. Ya he alcanzado un final”
P. ¿Distancia sin medida no es algo imposible?
R. Es una cuestión un poco compleja. Podemos pensar una distancia 0, o podemos pensar una distancia infinita, –la ausencia de distancia–, y entre ese 0 y el infinito hay una ecuación matemática que enuncia: 0º= (cero elevado a cero es igual a infinito), es demostrable pero no sirve para nada, solo es un juego. Es como pensar lo imposible. Pensar lo imposible es la realidad misma.
»Si yo fuera un león o una hormiga el mundo sería otro, pero nosotros creamos desde el lenguaje, parece que esto es lo real, pero vas a la Física y todo cambia. Solamente hay una ecuación: “Este universo se debe a una fluctuación cuántica del vacío y es, por lo tanto, espacialmente ilimitado y temporalmente sin principio ni fin”. Esta es una definición sobre el universo en la que creo.
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P. ¿No es una visión algo terrible, nihilista?
R. Yo me lo imagino, si le pusiera imágenes, como si fuera una membrana de ondas, resonancias, como dice la filosofía india, “pura apariencia”, lo símil irreal. El significado de la vida, su sentido está en ella misma. No hay nada más.
P. Cuéntenos, ¿qué podemos ver en esta exposición?
R. Los últimos cincuenta años de mi trabajo pensados como un mapa de la historia, un sistema de coordenadas. Toda mi obra está muy interrelacionada, es como un devenir. La idea de topología me atrae mucho, también tiene una parte narrativa… Además esta exposición es una despedida, después de esto se acabó un modo de pintar. Ya he alcanzado un desarrollo y con él un final.
P. ¿Qué siente al ver los frutos de tanto trabajo?
R. Pues a mí me da mucha vergüenza…
P. ¡Pero si lleva 60 años exponiendo! ¿Le da vergüenza todavía?
R. Pues sí, mi timidez ha ido creciendo con la edad y con mi retirada del mundo, después de haber hecho tantas cosas. Ahora no salgo nada más que a dar paseos y veo a muy poca gente. Con Beatriz Velázquez (la comisaria) llevamos 20 meses trabajando y nunca en mi vida he visto a una persona tantas veces (risas).
"La pintura clásica es una obsesión. Velázquez, Matisse o Picasso... Para mí esos muertos están más vivos que nunca"
P. Ha estado vinculado a la poesía concreta ¿dónde está el lenguaje en su obra?
R. El lenguaje es una cárcel que nos apresa, estamos atrapados en él, pero hay una posibilidad, la que es capaz de romper la relación entre significado-significante. La poesía concreta problematiza la representación en cuanto objeto y en cuanto pintura y se construye en el espacio. La poesía concreta me lleva a amigos como Gómez de Liaño o Julio Campal.
P. ¿Qué papel juega la pintura clásica, Velázquez, Matisse o Picasso en su trabajo?
R. Para mí es una pasión. Yo vivo la pintura en todos los sentidos. Para el siglo XX el hecho de remitir el clasicismo al pasado es una constante, pero yo eso no lo concibo así. Para mí esos muertos están más vivos que nunca. Me siguen hablando.
»Matisse es un referente enorme, casi es una motivación para ponerme a pintar. Es como yo entendía el pintor que quería ser. Aparte de Picasso, que es una monstruosidad maravillosa, esa sencillez, esa sensibilidad tan fuerte en su proceso… ya no lo que pinta, sino cuando se cuestiona verdaderamente qué es pintar.