El agua, su memoria o su presencia, activa una compleja y poética red de asociaciones en la que entran en juego el cuerpo y la naturaleza, agentes de un misterio que atraviesa tiempos, distancias y categorías. Un salar verde salitre sueña con es la instalación que Irati Inoriza (Balmaseda, 1992) ha realizado a lo largo de tres meses en Madrid como ganadora de la novena edición del Premio a la Producción Artística Fundación Banco Santander, que cuenta con la colaboración de Open Studio.
El galardón ha permitido a la artista bilbaína trabajar en el estudio 35.000 Jóvenes, donde, como culminación de este proceso, ha presentado la obra, extendida para la ocasión hasta las ventanas del local y el patio interior del edificio.
En el origen de esta propuesta, explica Inoriza, hay dos impactos: el cuadro Ofelia de John Everet Millais, realizado en torno a 1852, y el poemario Salitre de María Salgado: “De esta obra me interesa la reflexión de que las experiencias vitales que hoy tenemos están en tres dimensiones: lo real, lo digital y lo onírico. Y cómo metafóricamente siempre está el agua presente. Hay una convivencia del agua con el cuerpo que me parece preciosa”.
A ello se suman el concepto de hidrofeminismo formulado por Astrida Niemadis y otros enfoques vinculados a la presencia del agua en nuestras vidas: “En el momento de shock que vivimos, el agua nos lleva a enfrentarnos a una esencia vital en la que podemos encontrar respuestas”. Agua como materia y como signo, higiene y enigma en cuyo caudal plástico se enlazan lo fluido, el reflejo y el flujo. Y en el límite de la experiencia, “lo que queda es el salitre”.
Las formas, de ascendencia vegetal, y el color, un verde que se presenta en distintos grados y temperaturas, generan un singular circuito de correspondencias presidido por esa Ofelia que muere en el agua en una imagen que es una celebración de la naturaleza.
Esta experiencia ha introducido nuevos códigos y experimentaciones en la trayectoria de la artista vasca
A Inoriza le interesan “los cortes y las derivaciones que se crean en la repetición”. Le gusta imponerse límites (trabajar con pocos elementos muy definidos), “porque esas limitaciones generan una estructura que con la repetición contante permite llegar a unas esencias que considero interesantes: los límites llevan a otros límites”.
Un salar verde salitre sueña con introduce nuevos códigos en la trayectoria de la artista vasca, hasta ahora muy centrada en el cuerpo humano: “En esta ocasión me interesa el cuerpo de Ofelia en relación a lo que le rodea, a ese paisaje que ido evolucionando en la convivencia en 35.000 Jóvenes. Yo venía de hacer cerámica y aquí me he visto haciendo 3D por la relación con Lola Zoido. Han sido muy importantes las sinergias y los intereses compartidos”.
En este sentido, Inoriza recuerda que durante la pandemia tuvo que volver a su pueblo, a pasear por el río, y se impuso la necesidad de, “entre tantas limitaciones”, trabajar con lo que tuviera más a mano, “y eso era el río: barro, agua y algas”.
En la instalación, que integra un poema de Cristina Mejías, dialogan materiales como la cerámica, el metacrilato y el acetato vegetal, que ha resultado un hallazgo para la artista: “Es el material con el que se hacen las pastas de las gafas, las peinetas… Cuando le das calor lo puedes moldear. Y es vegetal. Llegué a él gracias a mi compañera Valeria Maculan. Esta convivencia me ha permitido conocer nuevos materiales y realizar nuevas experimentaciones”. Entre ellas, “dibujar con cloro”, invocando una plástica de la evaporación y el residuo.
La obra de Inoriza activa distintos vectores simbólicos y reflexivos que generan diversas capas de lectura y promueven singulares conexiones, pero ella aclara que siempre trabaja “desde el hacer y desde el probar”. Desde una intuición alimentada continuamente por la inquietud: “Lo que tenía claro de esta convivencia es que iba a estar en modo esponja y a salir del ensimismamiento en el que a veces puedes caer cuando estás tú sola en el estudio”.
La artista tiene en el horizonte una exposición individual en Sicilia y varias colectivas a lo largo del otoño. “Tengo muchas ganas de seguir trabajando desde esto, desde estos materiales que he encontrado en la residencia y que tanto me interesan. Necesito ver hasta dónde puedo llegar”, señala.
Inoriza trabaja “desde el hacer y desde el probar”, desde una intuición alimentada continuamente por la inquietud
El jurado de esta novena edición del premio estuvo integrado por María Beguiristain y Blanca Gómez (Fundación Banco Santander), Tania Pardo (subdirectora del CA2M y asesora de la CAM), Pilar Soler (comisaria independiente), dos artistas en representación del estudio 35.000 jóvenes, Mònica Planes (ganadora del VIII Premio a la Producción Artística Fundación Banco Santander) y María Eugenia Álvarez (directora de Open Studio).
Con este reconocimiento, Inoriza se suma a un palmarés en el que figuran Belén Rodríguez, Olmo Cuña, Elvira Amor, Pablo Capitán del Río, Jesús Madriñán, Mario Santamaría, Javier Rodríguez Lozano y Mònica Planes.
Fundación Banco Santander y Open Studio contribuyen con este premio desde hace nueve años a dar visibilidad a jóvenes creadores emergentes alejados de los circuitos comerciales, facilitándoles una residencia de tres meses en un estudio de Madrid y ofreciéndoles una dotación económica para la producción de obra.