Jesús Madriñán. Autor: Miguel Lizana
Un día, durante la época en la que convivió en la capital italiana junto al proyecto Dopo Roma, Jesús Madriñán (Santiago de Compostela, 1984) salió como de costumbre con su cámara del siglo XIX al amanecer para retratar a los jóvenes que volvían a casa después de una noche de juerga. Los primeros rayos de sol entraron en paralelo a la lente de la cámara y, esta, haciendo efecto lupa ardió. No se destruyó y este aparato de madera y cristal sigue siendo su herramienta de trabajo. Con ella está inmerso en la actualidad en un proyecto que busca convertirse en el relato de una generación, su generación. La idea es viajar por diferentes discotecas de España capturando ese imaginario juvenil que pueda ser un archivo gráfico de cómo es ser joven en nuestro país en este preciso momento. Y en ello está trabajando gracias al Premio a la Producción Artística que la Fundación Banco Santander concede cada año junto a Open Studio.El premio consiste en una residencia de tres meses en Mala Fama Estudios (espacio de creación en una nave del madrileño barrio de Oporto, iniciativa del artista Carlos Aires), donde comparte estudio con Alejandro Botubol, para que llevar a cabo un proyecto que expondrá el próximo mes de febrero. Su trabajo se enmarca dentro de la tradición clásica del retrato de estudio que él descontextualiza sacando su cámara del siglo XIX a la calle. Ahí reside, para Madriñán, la subversión de la fotografía ya que, de alguna manera, se nutre de la "paradoja de utilizar una técnica de otro siglo en la actualidad". Y para sacarla radicalmente de contexto la lleva a un espacio tan caótico como la discoteca.
Dos imágenes de la serie Goodnight London
"Desde un punto de vista conceptual -prosigue el artista- no es lo mismo entrar en la pista de baile con una cámara digital que con esta de gran formato. Con la primera el fotógrafo que te pide posar te está acompañando en el tiempo pero si apareces con una cámara de madera que se abre y tienes que meter la cabeza debajo de una tela negra se para el tiempo. Todo lo que estaba sucediendo se detiene, la persona toma conciencia y decide cómo quiere ser vista".
Por el momento, para el proyecto español ha empezado por Madrid y ya tiene cerradas sus visitas a la Boité, a Ocho y Medio y a la sala Siroco. Alguna más se unirá antes de que arranque su periplo por la geografía española. Este trabajo, afirma, "es una extensión de los trabajos hechos en Londres, Roma y Galicia", pero el fotógrafo tenía la impresión de "que eran circunstanciales y correspondían a un periodo concreto". Una vez acabada la beca o la residencia cerraba la serie y ahora el plan de Madriñán responde a una ambición mayor, un trabajo a gran escala que se prolongue en el tiempo.
Dos jóvenes de la serie Dopo Roma y, a la derecha, imagen de Boas Noites realizada en Galicia
Aunque la beca acaba a finales de febrero y la exposición se inaugura a mediados de mes, se trata de un proyecto vivo y de lento proceso que piensa seguir construyendo con la finalidad de culminar en ese corpus que servirá a las generaciones futuras para conocer cómo eran los jóvenes del siglo XXI. Como aún se está gestando, lo que se verá en la exposición de febrero será su proceso creativo con las imágenes que haya conseguido hasta el momento junto con las pruebas erróneas. Sin embargo, esta no es la única muestra que Madriñán tiene abierta, ya que se puede ver su obra en la individual As noites interiores en Normal- Espazo de intervención cultural de La Coruña y forma parte de La generación del 87 que acaba de inaugurarse en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid.El giro hacia lo analógico
El artista, que en origen quiso ser pintor y regentar un quiosco, se lanzó a la fotografía analógica tras ver un tríptico de gran tamaño que le dejó perplejo. De manera automática pensó en la resolución que debía de tener la cámara con la que había sido tomada hasta que la autora de la misma le sacó de su error: trabajaba en analógico y en gran formato, es decir, el negativo de la cámara responde a las medidas de un A4. En ese momento descubrió que "ese tipo de fotografía seguía en activo" y entendió que "con cierta pericia proporciona resultados muy buenos".Ahí se reconvirtió pero siempre cuidando y entrenando su ojo. Su complejo mecanismo requiere introducirse literalmente dentro de la cámara y mirar a través de un cristal donde la imagen se ve boca abajo y desenfocada. "Para enfocar se necesita una lupa, meterte bajo la tela negra y girar varios engranajes", explica Madriñán. Es una técnica manual y artesanal que requiere entrenamiento por la carestía de los negativos. Lo ideal es hacer una sola toma, dos a lo sumo. "Me gusta la visión purista de intentar capturar ese preciso momento, si sale bien perfecto, si no, has perdido la oportunidad". Para que eso se traduzca en éxito el fotógrafo realiza pruebas de luz y enfoque en el taller antes de sacar su estudio a la calle. O montarlo en discotecas.
@scamarzana