El artista Mario Santamaría (Burgos, 1985) viajó a su página web como si fuera un paquete de datos. Pero lo hizo de manera física. Su página está localizada en Italia y a través de un servidor pudo ver el camino que recorrió en 29 milisegundos ese clic hecho en Barcelona. Tardó 14 días en llegar a todos los puntos isp (internet service provider o proveedor de servicios de internet): Barcelona, París, Suiza, Estocolmo, Milán, Perugia y, finalmente, Bérgamo. Durante la peripecia hizo fotos de los lugares y edificios que le marcaba el diagnóstico aunque alguno, como el que le llevó hasta el mismísimo centro de un lago italiano, no era real. “Las operadoras mueven los tráficos de datos” (aunque no se sabe muy bien cómo), asegura el ganador del último Premio a la Producción Artística que la Fundación Banco Santander concede cada año junto a Open Studio.
Tras los tres meses de residencia en Mala Fama Estudios, el artista burgalés presenta un nuevo proyecto mientras sigue trabajando en una investigación de largo recorrido “que consiste en especular con otras formas y protocolos de navegación”. ¿Qué es la nube? Pensamos en ella como “algo vaporoso” pero en realidad es un gran entramado de cables que va por debajo del suelo, atraviesa océanos y nos conecta a unos con otros. “Hay una infraestructura material de la que nos olvidamos y la metáfora de la nube es contraria a la realidad”, comenta. Y en torno a esta idea y figura gira su proyecto.
El nuevo proyecto de Santamaría realizado en la residencia de tres meses en Mala Fama EstudiosLa serie está formada por 60 dibujos extraídos del archivo de patentes de Estados Unidos. “Siempre hay una fase en la que hay que hacer un boceto de lo que se intenta patentar. En este caso hay que dibujar internet y la nube cada uno la dibuja de una manera diferente”, explica. De entre las cientos de patentes fechadas entre 1998 y 2018 hizo una selección hasta quedarse con los que presenta con motivo de las jornadas de Open Studio. “Me gusta la idea de los simultáneo, de la comparación dispuesta con elementos sencillos. En realidad es un patrón de la obsesión y la búsqueda llevado al extremo”, apunta el artista.
En esa masa de datos a la que dar forma se ve, pues, “cómo se duplica internet” y lo que realmente interesa al artista tiene que ver con “cómo el cuerpo es atravesado por lenguajes y tecnologías y de qué manera nos coproducimos con ellas. Se trata de corporeizar procedimientos algorítmicos”, arguye.
El segundo proyecto también tiene que ver con la conectividad pero en este caso pensado de manera escultórica. Mario Santamaría lleva ya tiempo estudiando los protocolos de internet para manipular el tráfico de datos a través de la red. “Cuando haces una conexión a una web estás haciendo una petición a un data server que está en algún lugar del mundo y los datos llegan desde allí en zig zag. El recorrido tiene que ver con la infraestructura de cables y el tráfico en ese momento, que no siempre es el mismo”, explica. Claro que el lugar por donde pasan los datos se puede manipular con unos “proxys o conexiones privadas que tienen un túnel por el que poder conectarte de un punto a otro. Así, puedes modificarlo y te permite hacer juegos. Yo entiendo estos juegos como algo escultórico, una escultura a nivel de superficie porque hay un cableado global irregular”.
Dos de los routers que forman parte de la investigación en torno a la conectividad privadaY de eso se trata, de hacer una escultura con diferentes routers que llevan el software de Tor (red de conexión privada que permite ser anónimo en la red) para “alterar ese tráfico y jugar a no cruzar un país determinado o esquivar puntos concretos”. De momento ya tiene varios routers en marcha: “Hay uno que se conecta al punto opuesto del planeta del que estás. Con él no estarías en Madrid sino en una isla en Nueva Zelanda y toda la web, que está preparada para ofrecerte un servicio dependiendo de tu edad, tu zona, tu localización y tus preferencias, lo llevas a otro sitio”. Otro tiene forma de espiral y su conexión se realiza de esa forma. Cada dos minutos “Tor da una salida en puntos geográficos diferentes dibujando una espiral que va generando una latencia de tiempos de conexión que se van ampliando”. Lo que Santamaría hace es coger esos puntos y proponer “un juego escultórico en el que hay que imaginar una relación espacial y temporal”.
Esto “te permite ser medio anónimo en la red o tener otra identidad ahora que hay un agotamiento de internet entendido como un lugar de posibilidades y formas de comunicación y difusión”, opina. Es más, actualmente se ve “como un espacio invadido y espiado de modo que volvemos a verlo desde otra óptica, desde fuera”. El artista continuará con esta investigación en Barcelona, donde reside desde hace varios años, gracias a la beca que le ha concedido el Hangar. Aunque Santamaría juega también con la prueba-error, con el conocimiento de que algunas de las conexiones que está intentando implementar no se podrán realizar.