Cuando en febrero de 2019 se designó como equipo curatorial para la 15 edición de la Documenta de Kassel al colectivo artístico Ruangrupa, la intención de los indonesios quedó clara en la rueda de prensa que los proclamó: “Si Documenta se lanzó en 1955 para curar heridas de guerra, por qué no deberíamos centrar Documenta 15 en las heridas de hoy, especialmente las que tienen sus raíces en el colonialismo, el capitalismo o las estructuras patriarcales, y contrastarlas con modelos basados en asociaciones que permiten a las personas tener una visión diferente del mundo”.
Ahora que la propuesta de Ruangrupa ha echado a andar, reconozco que la llegada al Friedericianum, histórica sede de Documenta, se vuelve inicialmente confusa. Es inevitable acordarse de la brisa de Ryan Gander que en 2012 envolvía las esculturas de Julio González. Sin embargo, como espacio que suele operar como faro de esta cita, a medida que uno va visitando el resto de sedes, aquel comienza a mostrarse, revelando dentro y fuera el plan inicial de los comisarios.
Así, sobre la blanca columnata neoclásica lucen ahora los dibujos de prensa de Dan Perjovschi que subrayan, desde su característico humor, los conceptos de generosidad, independencia y regeneración que han guiado al equipo curatorial. Unos pasos atrás, los justos para poder contemplar la fachada del edificio, salen al paso los primeros dos robles de los 7.000 que hace 40 años pidió plantar Joseph Beuys en una ciudad todavía deforestada tras la II Guerra Mundial. El gesto cobra plena actualidad y evidencia que, a ciertas escalas, el arte es capaz de generar cambios, algo que esta edición lleva por bandera.
Documenta 15 se presenta como un organismo dúctil y las premisas de Ruangrupa emocionan al recorrerla
El Friedericianum se convierte en un lumbung –concepto básico para entender esta edición y que tiene su origen en una arquitectura indonesia destinada a almacenar el arroz, pero también al hecho de que cada agricultor aporta a ese granero exclusivamente el excedente de su producción para crear con el resto de la comunidad un fondo común–.
La noción del lumbung atraviesa Documenta, y en base a ello todos los participantes que han sido invitados en calidad de colectivos o artistas, han tenido a lo largo del proceso amplia autonomía para invitar a otros, disponiendo de presupuestos propios con los que dar forma a las diferentes propuestas.
En base a esto, esta sede se convierte en un lugar de trabajo, en una carpintería regentada por el colectivo tunecino El Warcha; en una guardería proyectada por la brasileña Graziela Kunsch, así como en cuartos para los invitados, una cocina colectiva, o también en pequeñas muestras como la del artista Richard Bell, que además ha instalado en la Friedrichsplatz su Embajada Aborigen.
En los aledaños, concretamente en el Ottoneum, se aloja el colectivo español Campo Adentro, ocupando salas y jardín, presentando sus experiencias en el medio rural con la ayuda de Hito Steyerl; y pocos metros más abajo Erik Beltrán sella, con una imprenta que ocupa parte de la sala central del Documenta Halle, un imponente proyecto sobre la relación entre unidad y multiplicidad, y los modos de representarla, que se despliega en el Museo de Cultura Sepulcral.
Nos encontramos sedes nuevas, como las ubicadas a orillas del río Fulda –donde, invitado por la iniciativa OFF-Biennale Budapest, Santiago Cirugeda puentea el club de remo de Ahoi–, que propician el esparcimiento al tiempo que vinculan el centro de Kassel con el parque de Karlsaue y con Bettenhausen, la parte industrial de la ciudad.
Esta última es un punto fuerte, especialmente por la propuesta desacralizadora que los haitianos Atis Rezistans y la Ghetto Biennale han programado para la iglesia de St. Kunigundis; así como la enérgica convivencia que aflora en el Hübner Areal, una nave industrial recientemente desalojada, y en la que ahora desarrollan un programa cultural colectivos como la Foundation Festival sur le Niger, los chinos BOLOHO o los daneses Trampoline House.
Documenta es desbordante y, sin embargo, a diferencia de otras ediciones, anima al diálogo en las múltiples zonas
Documenta es desbordante y, sin embargo, a diferencia de otras ediciones, anima al diálogo en las múltiples zonas de encuentro creadas dentro de ella. Se acompaña además de un proyecto editorial cuya dirección artística ha corrido a cargo de la cooperativa vasca Consonni, que refuerza que Documenta 15 no es una exposición, sino más bien una suerte de sumario para múltiples vías de acción que tienen lugar en puntos muy distantes.
Documenta 15 se presenta como un organismo dúctil –a veces excesivamente estetizado– y, las premisas de Ruangrupa emocionan ahora al recorrer una a una las sedes de esta cita que será recordada y que aspira a convertirse en un punto de inflexión para el sistema arte, acomodado y reacio a asumir cambios, aun cuando la mayoría de sus agentes vive de manera precaria aceptando un juego del que apenas somos espectadores.