La historia del galerismo español tiene en Juana Mordó (1899-1984) a una figura de referencia. La Biblioteca y Centro de Documentación del Museo Reina Sofía indaga en su archivo para revisar el panorama artístico del país en el periodo de la Transición en la exposición Crónicas de un discurso. La Galería Juana Mordó en el arte posfranquista, que propone tres ejes temáticos: el arte político y la política del arte, su difusión internacional y su relación con el mercado.
Una muestra realizada por alumnos del Máster Universitario en Historia del Arte Contemporáneo y Cultura Visual, organizado por las universidades Autónoma y Complutense de Madrid y el Museo Reina Sofía.
La exposición, que podrá visitarse hasta el 14 de octubre en el Espacio D del citado centro (habilitado como sala expositiva desde hace una década para dar a conocer los fondos de la Biblioteca y Centro de Documentación del museo, entre otras finalidades), recoge diverso material del archivo de la galería: fotografías, catálogos, folletos e invitaciones de exposiciones, recortes de prensa, correspondencia...
La intención es ilustrar el cambio de paradigma estético e ideológico que se vivió en España en aquel contexto y el activo papel que desempeñó la galería, escenario de las disputas entre los diferentes discursos sobre el papel del arte español en la sociedad.
Durante el franquismo, la Galería Juana Mordó (1964-1994) representó a algunos de los artistas más reconocidos de la época (como los que pertenecieron al grupo El Paso), y ya en los años de la Transición, como señala Alberto Medina, coordinador de las exposiciones documentales del Espacio D, “a pesar de seguir vinculada al informalismo, comienza a empaparse de corrientes algo más contrahegemónicas".
Ejemplos de ello son "la exposición de Martín Chirino de la que surge el Documento Afrocán, que reivindica una identidad canaria propia frente al nacionalismo español que se promulgaba en la época, o la presencia del grupo Zaj, que era algo muy rompedor”. También dio cabida al Equipo Crónica.
Su postura política abiertamente antifranquista supuso, en ocasiones, un conflicto para la galería, que sufrió dos atentados a lo largo de la década de 1970, el primero de ellos en la inauguración de la exposición de Antonio Saura en 1972 y el segundo en 1979.
Ese mismo año, Juan Manuel Bonet, Ángel González y Francisco Rivas declararon obsoleto el arte político en la exposición 1980. Contrariamente a los discursos predecesores, esta muestra colectiva presentada en la galería reflejó la voluntad de superar este enfoque en beneficio de un arte “menos crítico y más sensualista”, explica Medina.
En ella fueron incluidos algunos representantes de la nueva abstracción, como Miguel Ángel Campano y Pancho Ortuño, y de la nueva figuración madrileña, entre ellos Chema Cobo y Guillermo Pérez Villalta.
La galería sufrió dos atentados en los años 70 por su postura política abiertamente antifranquista
La internacionalización del arte español es otro de los vectores de la muestra, ya que comisarios, críticos y galeristas trataron de redefinir durante esta etapa la idea del arte español en el exterior. Un proceso lleno de “matices y contrastes”, indica Isabel Hernández-Gil, miembro del equipo curatorial de Crónicas de un discurso.
Estos propósitos se evidencian a través de diferentes encuentros internacionales (la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de París) o exposiciones en el extranjero, como Contemporary Spanish Art (1984) en el Chase Manhattan Bank de Nueva York.
Mordó fue una de las principales figuras dedicadas a promocionar el arte español a nivel internacional con artistas como Darío Villalba (con quien tuvo una relación muy cercana “tanto en el franquismo como después”, según Hernández-Gil), Manuel Millares y Carmen Laffón. También mostró la obra de exiliados de la dictadura como Eduardo Arroyo.
El tercer y último eje, muy relacionado con el segundo, aborda el desarrollo del mercado del arte como una vía principal de actualización tras el estancamiento estético sufrido durante el franquismo, lo que supuso otro punto de inflexión en la imagen del arte español.
“Nos llamó de nuevo la atención -indica la comisaria- la existencia de distintos discursos que contrastaban, que estaban en tensión, algunos de los cuales se ven directamente en la memoria de ARCO, de la que hemos seleccionado algunos artículos”. Esta feria madrileña fue una de las principales expresiones de esa voluntad internacionalizadora.
La muestra se completa con un vídeo que recoge los testimonios de Borja Casani, Armando Montesinos y Juana de Aizpuru.
Juana Mordó nació en Salónica (Grecia) en 1899, en el seno de una familia de origen sefardí. Estudió en París, vivió en varios países y se trasladó a Madrid a comienzos de los años 40, época en la que trabajó como articulista para diferentes medios de comunicación.
Sus inquietudes culturales y su interés por la gestión de proyectos le sirvieron de estímulo para entrar en el mundo del arte y el galerismo, en el que se convirtió en una de las grandes referencias de la época en España.
En 1964 inauguró en la calle Villanueva de Madrid su propia galería, que permaneció abierta tres décadas. Se relacionó con intelectuales del momento como José Luis López-Aranguren o José Luis Sampedro y colaboró intensamente con numerosos artistas y con galeristas de generaciones posteriores como Juana de Aizpuru, creadora de ARCO y que siempre ha reivindicado su figura y el apoyo que le prestó en sus inicios.
Falleció en Madrid en 1984, pocos meses antes de recibir la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. A partir de ese momento, Helga de Alvear, que ya trabajaba en la gestión de la galería, se hizo cargo de su dirección e inició una renovación del espacio, que desde 1994 lleva su nombre. El Archivo de la Galería Juana Mordó fue donado por Helga de Alvear en 1997 a la Biblioteca y Centro de Documentación del Museo Reina Sofía.