María Luisa Caturla, el arte en épocas enfermas de incertidumbre
En la exposición 'Arte en épocas de crisis' el Museo Nacional de Escultura bucea en el ensayo en el que la historiadora indaga en cómo es el arte en épocas de crisis e incertidumbre
1 abril, 2021 09:06En 1944 Ortega y Gasset publica Arte de épocas inciertas, un libro que María Luisa Caturla escribe durante los años 30, en la Revista de Occidente. El texto recorre algunos momentos de crisis y cómo las artes han expresado esa incertidumbre. Sin embargo, su estudio pasa desapercibido y pronto cae en el olvido. A pesar de su relevancia es “un personaje que ha desaparecido de la cultura española siendo una figura realmente importante en distintos puntos de su vida”, explica María Bolaños, directora del Museo Nacional de Escultura. Ahora, el museo de Valladolid ha decidido reeditar aquel escrito y organizar una exposición digital que pone en valor tanto la figura de Caturla como su trabajo.
María Luisa Caturla nace en 1888 en Barcelona en el seno de una familia empresarial de origen germano-española. Su formación, sofisticada y esmerada, se nutre de diversos viajes que la llevan por distintos países de Europa. Se casa muy joven con Kuno Kocherthaler y juntos forman parte de las élites intelectuales de Madrid. A partir de 1916 se empieza a relacionar con Otto von Wätjen o el matrimonio Delaunay, artistas todos ellos que llegan a Madrid huyendo de la Primera Guerra Mundial. En 1924 Caturla impulsa la Junta directiva de la Sociedad y Cursos y Conferencias (que dependía de la Residencia de Estudiantes), donde imparten conferencias figuras de la talla de Einstein, Le Corbusier, Marie Curie, Mies van der Rohe o Stravinsky. En 1927 su matrimonio se desmorona y se divorcia y dos años más tarde, fruto de las tertulias que realiza en su casa, surge la idea de dedicar una exposición a artistas españoles como Picasso, Miró, Dalí, Juan Gris o Ángeles Ortiz que viven en París.
El estallido de la Guerra Civil la lleva a Suiza y durante la Segunda Guerra Mundial decide adoptar el apellido materno. Ya en 1940 se establece en la casa materna, donde reside hasta su muerte en 1984. “Caturla se distingue en el Madrid de los años 20 y 30 por pertenecer a un ámbito intelectual cultivado, al Madrid de la Edad de Plata, por estar ligada a Ortega y Gasset y vinculada a la inteligencia madrileña”, recuerda Bolaños. Es en 1944 cuando publica Arte en épocas inciertas, “un volantazo historiográfico en el que aborda un tema virgen: la idea de cómo es el arte en épocas de crisis, de transición, de incertidumbre”.
Esta aventura personal tiene un origen concreto. En el libro ella misma cuenta que la idea surge “tras contemplar un relieve del artista Jean Arp. En sus líneas sinuosas y onduladas ve un síntoma de las incertidumbres de su tiempo, una línea curva que vacila, que oscila, que no tiene rumbo fijo, que tiene un perfil indeterminado. Caturla lo considera signo de un sentimiento generalizado en la sociedad de los años 30”, apunta la directora del museo. Esto le lleva a bucear en la historia del arte para rastrear los momentos en los que se han producido puntos de “conflicto, inquietud y desazón y cómo todo ello se manifiesta a través de asimetrías, de ondulaciones y de un repertorio específico. Caturla traza una historia visual de la incertidumbre”, explica Bolaños. No obstante, pasa desapercibido “porque el ambiente es poco propicio para aceptar un planteamiento así”.
Entre esos momentos que explora nos encontramos con el gótico tardío, el flamígero, el manierismo y el modernismo de Gaudí. La historiadora considera que son épocas “en las que el arte se para en seco porque no sabe qué camino tomar, ya no le satisface tanto lo que ha construido y busca una alternativa nueva”. El libro, dividido en secciones, es también un libro de viajes. “Caturla viaja mucho, ve muchas exposiciones, se relaciona con artistas y asiste a ferias de arte contemporáneo. Su experiencia vital, como su viajes por Alemania, Centroeuropa o Suiza, son importantes en su formación. Su aprendizaje lo realiza viendo y leyendo mucho, siendo muy exigente”, cuenta Bolaños. De hecho, su biblioteca está bien nutrida y su deseo de conocer le lleva a hablar 14 idiomas (cuando muere Caturla se encuentra estudiando vasco).
A partir de este momento empieza la segunda etapa de la vida de María Luisa Caturla. Empujada por Ortega y Gasset la historiadora del arte se zambulle en el Siglo de Oro y en la vida y obra de Zurbarán. “En ese momento el artista era relativamente desconocido y Caturla llega a decir que entra en el zurbaranismo como en la religión hasta convertirse en una obsesión”, aprecia Bolaños. De hecho, le debemos algunas aportaciones documentales sobre la vida y la actividad del artista a las que llegó tras minuciosas y pacientes investigaciones.
Toda su trayectoria le lleva a ingresar, en 1950, en la Hispanic Society of America, aunque en 1955 es rechazada en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En una carta enviada a Sáchez Cantón escribe: “Se les había metido en la cabeza que una mujer entre ellos les quitaría la libertad, que estarían incómodos y cohibidos en el decir”. Para María Bolaños la figura de María Luisa Caturla nos muestra una enorme devoción y respeto por la cultura. Además, su “voluntad es hacer de la escritura una vocación que le da independencia. Dedicarse a Zurbarán supone encontrar un ámbito propio en el que proyectarse y ser respetada”. Tanto que esta labor le lleva a convertirse, en 1960, en la primera mujer en ser vocal del Real Patronato del Museo del Prado. No obstante, tiene que esperar hasta 1979 para ser nombrada Académica de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.
Si bien la primera parte de la muestra, Archipiélago Caturla, nos adentra en la biografía de la historiadora del arte, la segunda, La historia en zigzag, es una traslación a la pantalla de las ideas que salpican el libro. La muestra trata de materializar algunas de las ideas desarrolladas por Caturla en su ensayo y se completa con una exposición física en el Rincón rojo, espacio expositivo situado en el corazón del Colegio de San Gregorio, donde se reúnen algunas obras que ilustran el juego de afinidades entre inestabilidad formal y malestar histórico. Dividida en las mismas secciones que establece el libo, esta temporal que se podrá ver hasta el 27 de junio, se nutre de obras de artistas como Jean Arp, Maria Blanchard, René Lalique o Juan de Juni. “Es una muestra -concluye Bolaños- que cuelga el libro en las paredes y hace que algunas piezas cobren dimensión, como si las ilustraciones se hubieran convertido en reales”.