La artista Gabriela Bettini (Madrid, 1977) toma el relevo a Regina de Miguel y Linarejos Moreno en la tercera edición de Derivada, programa que impulsa la Fundación Banco Santander, con Topografía del borrado (Wapití), una obra que refleja su preocupación por la extinción de hábitats naturales y de especies animales. La base de la que ha partido para crear esta pieza es un diorama del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York y con ella quiere invitar al espectador a reflexionar sobre la realidad detrás de este instrumento que surgió con vocación pedagógica.

Derivada es un programa de creación, divulgación e investigación artística y protagonizado por creadoras españolas de media carrera cuya obra está vinculada con la ciencia. Uno de sus principales objetivos es reivindicar el papel de la mujer dentro de la esfera artística y promocionar el arte gráfico contemporáneo. Este proyecto, que surgió dentro de un contexto en el que el 60% de los estudiantes de Bellas Artes son mujeres pero tan solo un 18% de mujeres forman parte de la colección permanente de los museos de arte contemporáneo de nuestro país, cumple tres años con el grabado que ha ideado Bettini para la ocasión. 

Topografía del borrado (Wapití) toma el título de la exposición que se pudo ver en la galería Sabrina Amrani durante los meses de septiembre y octubre. Tras darle varias vueltas Bettini creyó que lo más natural sería hacer una continuación de aquel proyecto en el que cruza arte y ciencia. En esta serie la artista estudia la confluencia de los sistemas artístico y científico en museos de historia natural de algunas capitales occidentales, conformados desde el siglo XIX. “Todas las pinturas de la serie están inspiradas en el Museo Americano de Historia Natural. Llevo años trabajando en proyectos en los que estoy revisando la historia del arte y la pintura y viendo cómo se ha representado la naturaleza desde una mirada europea. La pregunta es si esa forma de pintar y representar la naturaleza de América Latina ha podido fortalecer la idea hegemónica de que la naturaleza se puede explotar sin límites”, sostiene Bettini.

Sus trabajos se plantean desde una perspectiva ecofeminista y a través de la pintura de paisajes colonizados de América Latina la artista se acerca a “diferentes pintores o formas de retratarlos. Me interesaron los dioramas porque en su construcción no solo hay animales en taxidermia si no que el fondo está pintado por un pintor, que lo que hace es capturar esos paisajes para trasladarlos al diorama. Aunque sea de manera inocente se participa en expediciones que siempre son colonizadoras”, arguye. 

La artista “somete a una visión crítica los conceptos de conocimiento de la historia natural basados en la premisa de que existe una separación entre la naturaleza y los seres humanos. La degradación de la naturaleza, convertida en un mero aparato de producción y reproducción al servicio de la humanidad, está ligada de modo indisoluble a la historia de las ciencias europea”, escribe Katrin Steffen en el texto ligado a este trabajo. Además, los paisajes recreados en estas herramientas que nacieron con vocación pedagógica no siempre son objetivos.

Una de las fuentes de Bettini ha sido el texto El patriarcado del Osito Teddy de la escritora y pensadora feminista Donna Haraway. En este ensayo Haraway se centra en los dioramas del ala africana del museo y sostiene que “la representación es antropocéntrica situando a los animales en jerarquías de raza y género y planteando modelos de familia que dan a entender los valores morales de quienes construyeron el museo”, explica Bettini. Por su parte, Steffen añade que Haraway “desautorizó los dioramas por ser “máquinas significantes” al servicio de un discurso evolucionista moderno cuyos valores recrean paternalismo, racismo y sexismo”.

Derivada III Edición (Gabriela Bettini) - Mujer, arte y ciencia

En este sentido, los dioramas, presentados como ventanas que reproducen los ecosistemas naturales, “forman parte de una museografía específica del siglo XIX. Ya no se trabaja así, los museos están más actualizados en sus formatos y maneras de representar la naturaleza. Cuando se pusieron de moda fue una práctica extendida por el norte de América y Europa. Esto responde a una mirada antropocéntrica sobre la naturaleza que piensa que los humanos no somos parte de ella y, por tanto, que la podemos dominar”. Sin embargo, como herederos de esa mirada Bettini plantea “desde una visión crítica que somos parte de la naturaleza, somos ecodependientes de ella y debemos cuidarla”. 

Por ello, la obra Topografía borrada (Wapití) representa un paisaje en el que vemos los utensilios de un pintor que intenta capturar el espacio que ve pero no hay señales de presencia animal ni humana. "El momento de construcción del artificio de la naturaleza mediante la pintura de paisaje es el protagonista de este grabado, en el que la atención se divide entre el fondo paisajístico y los utensilios del artista que, a través de la pintura, quiere mostrarnos la naturaleza mediante su representación dentro del museo", escribe Bettini. Esta escena, por tanto, nos traslada a los museos de historia natural, a una naturaleza que se exhibe encapsulada junto a especies disecadas, extintas o en peligro de extinción, que ya no viven en su hábitat natural porque este también está condenado a desaparecer debido al monocultivo intensivo, una práctica que pretende dar a entender que “la deforestación no es tan grave porque se trata de sustituir un especie de planta por otra”. Pero la realidad es bien distinta. "El proceso de organización, borrado y desaparición de especímenes se expresa a través de la ausencia de los animales en taxidermia habituales de los dioramas, así como de la persona que está pintando el paisaje.”

En este sentido, Bettini cree que el arte tiene el alcance necesario para ser una herramienta política. Aunque su acercamiento, precisa, es poético y no panfletario. 

@scamarzana