“Al principio no quería ser artista, me parecía una forma de masturbación que no ayudaba a nadie”, aseguraba el artista John Baldessari (National City, California, 1931) en su última entrevista a El Cultural con motivo de la retrospectiva Pura belleza celebrada en el MACBA en 2010. Maestro del arte conceptual y pionero en la mezcla de imágenes y texto en su obra, el creador estadounidense ha fallecido el pasado jueves 2 a los 88 años en su casa de Los Ángeles, según ha confirmado en el día de hoy su antigua marchante Marian Goodman.
Enfocado en principio hacia el trabajo social, vocación didáctica en la que destacaría toda su vida, Baldessari se especializó en educación artística en el San Diego State College y comenzó su carrera artística en la década de 1950, pintando en un estilo expresionista abstracto al que eventualmente renunciaría después de su giro, a finales de los años 60, hacia el arte impulsado por ideas. “Decidí, de alguna manera cartesiana, que iba a descubrir qué significaba el arte para mí. Y finalmente descubrí que el arte era algo más que la pintura, que cualquier cosa sobre lienzo era arte. Que uno podía hacer lo que quisiera", explicaba.
Así, en 1970 decidió quemar en una gran hoguera toda su producción artística hasta entonces en un trabajo que tituló The Cremation Project. Baldessari transfirió las cenizas a una urna de bronce en forma de libro con una placa de bronce inscrita con las palabras "John Anthony Baldessari, mayo de 1953-marzo de 1966". “No vendía nada, así que cada vez tenía más cuadros. Me dije que si seguía pintando nadie sería capaz de encontrarme y me quedaría enterrado bajo todos mis cuadros”, recordaba el artista en charla con El Cultrual. “Así que decidí quemarlos. En cierto modo era como quemarme a mí mismo. Así nació The Cremation Project”. Además, algunos de los restos se hornearon en forma de galletas y se exhibieron como parte de Information (1970), una encuesta sobre arte conceptual realizada en el MoMA.
Poco antes, el artista había concebido unas de sus creaciones más famosas, sus composiciones híbridas de fotografía, texto e imágenes pintadas cuyo ejemplo más conocido presenta una instantánea de él mismo posando frente a una palmera que parece estar saliendo de su cabeza. Debajo está impresa la palabra "incorrecto" en mayúsculas. "Una de las cosas que más me motiva es que no puedo priorizar una palabra sobre una imagen. Creo que es esa lucha la que anima mucho de lo que hago", afirmaba. “Desde mi punto de vista, una palabra no puede sustituir a una imagen, pero es igual a ésta. Se puede construir con palabras del mismo modo que se puede construir con imágenes”.
Contrariamente a la seriedad puritana del arte conceptual, su enfoque fue a menudo irreverentemente humorístico y estuvo abierto a todo tipo de procesos artísticos realizando obras de escultura, fotomontaje, cine, video, pintura y grabado, abordando a menudo con ironía el mercado del arte y la construcción y circulación de significado. “Aunque se puede sacar dinero del arte, no hay conexión entre dinero y calidad”, aseguraba.
Ya en la década de los 80, comenzó una técnica que volvería característica: colocar puntos coloridos sobre las caras de los personajes de las películas de Hollywood. En su trabajo posterior, Baldessari amplió su conversación de toda una carrera con la historia del arte, apropiándose de obras canónicas de maestros desde Giotto y Lucas Cranach el Viejo hasta Francis Picabia y Piet Mondrian.
Otra faceta clave de Baldassari fue la de educador que inspiró a una legión de artistas estadounidenses. Maestro prolífico, Baldessari en 1970 fundó en el California Institute of the Arts de Los Ángeles su famoso programa post-estudio, donde cultivó un modelo colaborativo de creación artística que rechazó el estudio como un sitio de producción a favor de una sociedad social más amplia. “Mucha gente piensa que esa era mi vocación, pero yo lo hice para poder vivir. Creo que lo que hice fue corregir toda la enseñanza errónea que se me explicó”, afirmaba.
“También pienso que se puede crear el ambiente adecuado para que el estudiante evolucione. Crear un proceso bidireccional donde ellos aprenden de ti y tú de ellos. A veces pienso que cuando enseño arte estoy creando, y al revés, cuando estoy creando hablo de lo que estoy enseñando. Ambos están muy conectados. Cuando creo es como si hubiese una clase de estudiantes imaginarios”. Muchos de sus estudiantes, incluidos Mike Kelley, David Salle, Barbara Bloom, Tony Oursler, Jim Shaw, Matt Mullican, Jack Goldstein, Liz Larner, Mungo Thomson y Analia Saban, se han convertido en artistas importantes importantes.
Consagrado desde los años 90, sus exposiciones se han ido sucediendo en los más importantes museos del mundo. Entre 2009 y 2011 su retrospectiva Pure Beauty viajó desde la Tate Modern de Londres a LACMA, y luego al MACBA, al MoMA y a muchos otros centros. Su trabajo también ha aparecido en importantes exposiciones internacionales, incluida la Bienal de Whitney en Nueva York y Documenta Kassel. Además de muchos otros galardones, recibió un León de Oro en reconocimiento a su carrera en la 53.ª Bienal de Venecia en 2009 y, cinco años después, el expresidente Barack Obama le otorgó la Medalla Nacional de las Artes.
Baldessari conservó hasta el final su espíritu irreverente y provocador. En uno de sus últimos trabajos exhibido en el Museo del Garaje en Moscú en 2013, convirtió las latas de sopa Andy Warhol en azules y verdes y se las atribuyó a Sol LeWitt, mientras que las abstracciones pictóricas de Jackson Pollock fueron reformuladas como de la mano de Henri Matisse.
Preguntado por su dedicación al arte, Baldessari afirmaba que éste es una obsesión. “Hay que renunciar a muchas cosas, y acabas obsesionándote. Eso no es algo que puedas decidir. Siempre pienso que no le dedico suficiente tiempo a mi trabajo, que soy vago, pero también pienso que sólo soy humano”, reflexionaba. “Hace poco me he encontrado una frase de David Foster Wallace: ‘El talento es como un lápiz automático, se enciende y se apaga’, de modo que el talento no es suficiente”. En este sentido, el ecléctico artista reconocía que su pasión por desbrozar tan diversos campos nacía de que “me aburro con facilidad, incluso de mí mismo. Lo cual creo que es algo sano, porque cuando te aburres pruebas algo nuevo. Me gusta pensar en lo próximo que voy a hacer”.