“Daniel, ¿vos conocéis la foto de Borges meando?”. Cuenta Daniel Mordzinski que le preguntó un día Ricardo Piglia en el jardín de Casa de América en Madrid, exactamente en el mismo lugar donde hoy el fotógrafo presenta su exposición Objetivo Mordzinski: un viaje de cuatro décadas al corazón de la literatura hispanoamericana. “¿Sabes qué? –le desafió el escritor-. A mí me gustaría pasar a la historia con una fotografía así”. Aunque entonces no conocía la icónica imagen de Rogelio Cuéllar, en 1978, con 18 años, Mordzinski (Argentina, 1960) había fotografiado también al autor de El Aleph en Buenos Aires. Un año después, inmortalizó a Julio Cortázar en París. De Piglia tiene una imagen de aquel otro día, en los baños de Casa de América, en la que “está Ricardo de espaldas y en un momento yo lo llamo y él pone cara así de sorprendido, como si yo fuera un voyeur”, describe el autor de la pieza.
Desde aquel primer retrato de Borges hasta hoy, el fotógrafo se ha pasado cuatro décadas de su vida retratando escritores. Y aunque se niega a dar nombres propios, lo cierto es que Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa o Corín Tellado, a quien conoció en una peluquería de Gijón mientras se recortaba la barba, acaban surgiendo casi irremediablemente en la conversación. “Es un poco frustrante –bromea- últimamente ya me invitan más para hablar que para hacer fotos. Y yo que me siento vital, dinámico y en forma, quiero seguir haciendo fotografías y cosas nuevas”.
De Cortázar aprendí el lado lúdico de la literatura. Que la literatura es más que un libro y en el caso de 'Rayuela' es una época
Ocupado en los preparativos de su exposición, organizada y promovida por Acción Cultural Española, nunca antes había reunido una colección tan ambiciosa de su obra. “Evidentemente toda colección es parcial e incompleta. Es muy complicado intentar reunir en 200 fotografías el trabajo de más de cuatro décadas, pero me siento muy a gusto con la selección que comparto”, celebra. Conocido como el fotógrafo de los escritores, por su particular atlas humano han pasado Ernesto Sabato, Adolfo Bioy Casares, Michel Houellebecq, Mario Benedetti, Almudena Grandes, Umberto Eco, Guillermo Cabrera Infante, Octavio Paz, Zoe Valdés, Carlos Ruiz Zafón o Jorge Semprún, entre otros muchos.
“De Cortázar aprendí muchas cosas. Aprendí por ejemplo el lado lúdico de la literatura. Que la literatura es más que un libro y en el caso de Rayuela es una época. Diría que sin Julio y sin Rayuela no podríamos comprender el siglo XX”. Por eso, explica, ha dividido su exposición en seis partes que se pueden visitar indistintamente, “se puede leer como el libro, del cielo a la tierra, de la tierra al cielo, del capítulo 1 al 52”, en lo que él entiende como “una semblanza, una metáfora, un símil de que eso tan bonito que une a España y América Latina es la lengua maravillosa que compartimos”.
Y así, a modo de juego de palabras, una de sus salas, la que incluye sus primeras imágenes con Borges presidiendo, se titula Mirar lo que ya no existe. “No solamente porque todos estos autores están muertos, porque paradójicamente sus libros están más vivos que nunca, sino también porque en esa sala que además está pintada de negro, incluí una instalación –explica-, un gran cajón de los recuerdos que lleva justamente este nombre”. Acompañado por un texto de Mario Vargas Llosa la pieza evoca la destrucción de los archivos que sufrió el fotógrafo en marzo de 2013. “En esencia y por resumir lo que procuro es proponer que cuando destruyen la memoria, destruyen tus fotografías, el arte tal vez es la única manera de recuperar sensaciones, sentimientos o de recuperar imágenes perdidas”.
Más de 200 imágenes, 90 de ellas inéditas, recorren estas seis salas desde hoy en Casa de América que son, también, un pedazo de nuestra memoria. “Para esta exposición –comparte- decidí cambiar alguna foto de autores que ya formaban parte de mis muestras. Hay algo maravilloso, nosotros cambiamos, pero las fotos quedan y en ese cambio, en esa transformación que vivimos fruto de nuestra lectura, los encuentros, los libros de fotografía que hemos visto, de nuestros viajes o del conocimiento que vamos adquiriendo, lo que nos parecía una buena foto ahora la consideramos que es menos afortunada”. Es lo que ha ocurrido con Manuel Vázquez Montalbán, de quien incluye, por ejemplo, una instantánea nueva en la que el escritor sale con su perro o también con el incondicional rostro de Corín Tellado, presente en muchas de sus exposiciones. “Yo no soy un crítico literario, yo no soy quien para juzgar quien merece estar en una exposición y quien no, pero una persona como Corín que tenía millones de lectores y de lectoras no podía faltar”.
De la escritora, recuerda Daniel Mordzinski que se conocieron por azar en una peluquería en Gijón mientras él participaba en el Salón del Libro Iberoamericano que dirigía Luis Sepúlveda. “Para mí Corín tenía algo. Era un mito, un icono de una mujer que en el fondo yo no sabía si existía, no sabía si era un ejército de negros o negras que escribían sus novelas y evidentemente no tenía la menor idea de que vivía en Gijón y de que estaba viva”. Sentada a su lado, en la peluquería de enfrente del hotel donde se hospedaba, a la que el fotógrafo había acudido para retocar su barba, cuando la escritora le confesó su nombre, recuerda que se fue corriendo a por su cámara. “Le hice una primera foto rápida. Por supuesto autorizada. Y quedé para ir a su casa otro día. Una de las fotos que le hice aquel día es la que expongo aquí en Madrid por primera vez”.
"Cuando un autor está un poco reticente a una idea le saco un tema de su novela. Es muy fácil decirle que no a un fotógrafo pero, ¿cómo le decís que no a un lector?"
Junto a ella, también están presentes otros autores como Ricardo Piglia, Carlos Fuentes o Sergio Pitol, a los que el fotógrafo homenajea con su obra. Aunque tiene por regla no explicar sus trabajos, revela que la fotografía de Pligia es una imagen que tomó durante el Festival de Cartagena de Indias, pocos meses antes de que el autor falleciera. "A Ricardo yo lo conocía desde hace 25 años. Nos unía una amistad. Yo no sabía que estaba enfermo y estando en Cartagena, con el mar, lo invité a caminar por la playa. Él tuvo la excelente iniciativa de sacarse los zapatos y de arremangarse los pantalones. Y luego de manera muy teatral y juguetona, porque tenía muchísimo humor, empezó a caminar como entrando hacia el mar. Sabes que hay una tradición latinoamericana de escritores suicidas y él está entonces como jugando. Impresionante. Y en ella aparece Ricardo de espaldas con veinte centímetros de agua, como yéndose”.
Tampoco podía faltar su amigo Mario Vargas Llosa, a quien le une una amistad de 27 años. Mordzinski fue el autor del retrato del escritor cuando recibió el premio Nobel en Estolcomo. “Yo estaba escondidito en un rincón mientras se estaba vistiendo", nos cuenta. "Mario me ha dicho muchas veces que no, porque yo pido y él tiene muchísimo temor al ridículo. Cuando tienes humor la frontera entre el humor y el ridículo puede ser muy fina y a veces invisible. Evidentemente lo esencial es no hacer trampa, no traicionar a nadie. Así que recuerdo que le dije que quería hacerle la foto mientras se estaba vistiendo y él dijo que no". Pero, como es sabido, pocos minutos después, no obstante, el escritor, que goza de un buen sentido del humor, acabó cediendo a aquella petición.
Fotografía con música propia
Fotógrafo, además, de muchos festivales literarios, Daniel Mordzinski acaba de regresar de Querétaro y de la FIL de Lima que este año estuvo dedicada, precisamente, a Mario Vargas Llosa. “Es ahí donde como en un jardín de juego puedo tener encuentros con escritores. Es interesante porque si bien no es un giro, le estoy poniendo un poco de música a mi fotografía”. Aute, Sabina, Serrat o Silvio Rodríguez son algunos de los cantautores que están retratados en Objetivo Mordzinski. La última persona a la que fotografió fue, de hecho, al músico Santiago Auserón. Antes, el año pasado, pasó junto a Silvio Rodríguez cinco semanas por Cuba y América Latina para preparar un libro con él.
También, en Querétaro, coincidió con Patti Smith. “Cuando me presenté como el fotógrafo del festival para hacerle una sesión de retratos muy rápida me dijo que no. Yo sabía que ella era fan incondicional de Bolaño así que le empecé a contar sin decir nombres algunas de sus fotos. Y vi cómo los ojitos le brillaban cuando se dio cuenta de que le estaba hablando de Bolaño. Simplemente agregué que esas obras eran mías. Entonces ella me miró y me dijo: Hagamos esa foto”.
“Muchas veces me doy cuenta de que a la gente le termina gustando la foto de los escritores que leen”, continúa. La exposición combina de hecho autores “que ya son digamos nuestros padres fundadores de la literatura” con imágenes que considera “que son buenas fotografías, más allá de los premios, de lo que la Academia o el público piense de ellos”. Es por ello que el fotógrafo pone el foco también en los autores jóvenes que lo tienen más difícil. “Mucho más en América Latina que en España hay autores que por el lugar donde nacieron lejos de donde se escriben las cosas, por ejemplo en el caso de Argentina, lejos de Buenos Aires, no tienen la misma suerte o la misma posibilidad”. Cita a Naty Menstrual o a Washington Cucurto, pseudónimo de Santiago Vega. “Todos esos autores forman parte de este atlas infinito y también hay muchas voces nuevas y por supuesto mujeres” como Ángeles Mastretta, Carmen Camacho, Elena Poniatowska o Claudia Piñeiro.
"Una cosa que aprendí hace muchos años -reflexiona antes de despedirse- es que una cosa es el escritor y otra lo que escribe. He conocido a autores con una prosa literatura fantástica, tórrida, que después son tímidos y no son capaces de mantener el hilo de una conversación. Yo creo que lo que me ha ayudado mucho es ser un gran lector. Cuando siento que el autor está un poquito reticente a una idea lo que hago es sacarle un tema de su última novela. Es muy fácil decirle que no a un fotógrafo pero, ¿cómo le decís que no a un lector?".