Matisse: el equilibrio entre el dibujo y el color
El Centre Pompidou de Málaga expone Un país nuevo. Henri Matisse 1869-1954, una muestra que recorre la trayectoria del artista con los fondos del museo parisino
7 marzo, 2019 01:00Autorretrato, 1900
Henri Matisse tuvo una formación, a su parecer, demasiado rígida y, por esta razón, decidió entrar en el taller de Gustave Moreau, donde pudo forjar una identidad propia. Durante sus años de aprendizaje copiaba a los maestros del Louvre, pero la libertad inculcada por su maestro simbolista reforzó su temperamento obstinado y rebelde. Su trayectoria se ve reflejada en Un país nuevo. Henri Matisse 1869-1954, una muestra que le dedica el Pompidou de Málaga con los fondos del museo parisino hasta el próximo 9 de junio. El conjunto de más de 50 piezas traza una trayectoria que se ha dividido en seis secciones. La primera, Con y contra los maestros. Inicios y rupturas, indaga en sus primeros años de formación con Moreau, cuando cambia su tratamiento del color y de la luz. Aunque su gusto por el color tiene origen en su familia (nació en el seno de una familia de tejedores) es en 1899 cuando la obra de Cézanne le libera de sus últimos vestigios academicistas. De esta época es el autorretrato que pinta durante el invierno de 1899-1900, en cuyos colores aún oscuros y en la pincelada gruesa se ve la influencia del maestro de Aix-en-Provence. En paralelo a la pintura, Matisse trabaja el volumen con Antoine Bourdelle, ayudante de Auguste Rodin. Es también en 1899 cuando se interesa en la escultura y en 1903 firma Madeleine II, una pequeña figura que ejemplifica el consejo que el propio artista haría a sus alumnos años más tarde: “cuanto más pequeña sea la escultura, más prevalecerá la forma esencial”.Odalisca con pantalón rojo, 1921
Bailarín, 1937
Ya en los años 30 recibe un encargo: un panel titulado La Danse para el coleccionista americano Alfred C. Barnes, en Merion, Pensilvania, lo que le ofrece la oportunidad de trabajar la técnica de los papeles recortados. Su investigación para esta pintura se centra en el equilibrio de la composición, la línea arabesca, la estilización extrema de los cuerpos y la relación entre los colores rosa y azul. También entonces empieza a fotografiar los estados sucesivos de sus pinturas para analizarlas y enriquecer su reflexión plástica. A través de esta documentación se descubre el proceso de realización de sus lienzos y las batallas que le llevan a simplificar los trazos y la composición. En la última sección, Una habitación propia. Vence, los últimos interiores, se muestra la etapa en la que se traslada a Le Reve en Vence. Allí, en 1946 emprende Interiores de Vence, una serie pinturas en la que mezcla bodegones, paisajes e interiores marcados por la relación entre la línea y el color que crean un espacio unificado. De vuelta a Niza en 1949, se sumerge en un proyecto de encargo, la capilla del Rosario de Vence, que para él será “el fruto de toda una vida de trabajo”. Diseña la decoración completa de la capilla siguiendo su singular invento de papeles pintados al gouache y recortados. "En se propuso una ambiciosa síntesis de toda su obra que le permitiera llevar a su máxima expresión su idea del arte decorativo y la espiritualidad", escribe Verdier. Así, con los reflejos de las vidrieras de colores vivos sobre los dibujos en blanco y negro de las cerámicas murales, Matisse encuentra al final de su vida el anhelado equilibrio entre el dibujo y el color.