Gilbert & George. Foto: Fabrice Debatty Images
No usan internet. Tampoco teléfonos móviles. No van a museos, ni a galerías, ni escuchan música, ni ven películas. No quieren alrededor nada que los distraiga, nada que los "contamine", que los saque de su férrea tarea artística. Quieren estar desnudos cuando crean. El dúo británico Gilbert&George lleva más de 40 años bailando al mismo compás, al mismo ritmo. Tanto que están mimetizados, se visten conjuntados (si uno va de verde el otro de color burdeos) y hablan por turnos con un discurso que parece (y probablemente lo esté) ensayado. Cuando uno se calla, el otro toma la palabra. Estas dos esculturas vivientes, que en realidad es una sola pieza, son los invitados de honor de esta edición de la feria de arte Brafa, que se celebra del 26 de enero al 3 de febrero en el recinto Tour and Taxis de Bruselas. "Normalmente no vamos a ferias de arte, huimos de ellas porque queremos hablar con la gente corriente, la que está fuera del circuito artístico. Aunque nos gusta la idea de los grandes museos, queremos dialogar con el público y enfrentarlo con nuestra vida", destacan. Una vida, por otro lado, dedicada a pasear por las calles de Londres recolectando postales o robando carteles (para una serie hurtaron unos cuantos de las tiendas, tan solo les pillaron una vez, devolvieron amablemente el objeto a su dueño pero volvieron a acechar la tienda la noche siguiente) para hacer su particular festival del humor. Es este uno de los rasgos principales de una obra que empezó a gestarse cuando dejaron la prestigiosa Saint Martin's School of Art de Londres, donde se conocieron hace ya varias décadas. Allí, comentan, enseñan a pensar de diferentes maneras. Todo puede ser arte si así lo crees y la libertad que proporciona la escuela es la que les llevó a configurar un estilo propio y libre. “Paseando por las calles de Londres nos dimos cuenta de que podíamos ser arte, ser esculturas vivas que pueden caminar, sentir, emborracharse...”, señalan. Así que, en lugar de hacer lo que sus contemporáneos estaban haciendo, “que era sentarse en su estudio a practicar cómo ser artistas", ellos querían "encontrar el arte en la calle”. De esta manera dieron con él, "no con la forma sino con toda la magia de su interior. Nos convertimos en el centro de nuestros trabajos con un espíritu libre con el que proyectar nuestros sentimientos”, sostienen. Lo primero fue experimentar con las formas, luego coquetearon con los grandes dibujos pero abandonaron este empeño. No fue una idea peregrina, sintieron que estaban “haciendo un arte del pasado”, de modo que se centraron en las imágenes a través de negativos, que era algo “más agresivo, más directo. Esa es nuestra visión del mundo, de la vida, de la moralidad del mañana”, especifican Gilbert & George. También abandonaron las esculturas de carbón porque “a la gente les gustaba por su forma, por su textura, por las esquinas extrañas pero no llegaban a captar el mensaje”, se lamentan.Beard Raids, una de las cinco obras que exponen en Brafa
Una visita al campo
“Vivíamos en la libertad que proporcionaba Londres pero nuestras raíces con la naturaleza seguían dentro de nosotros. Éramos artistas modernos pero se nos había olvidado nuestra procedencia hasta que un día nos llamó un amigo que vivía en el campo y fuimos a visitarlo. Solo se oían los insectos y llegamos a una iglesia medieval en la que vimos a una pareja joven con un bebé. Dimos los buenos días y él se dio la vuelta y nos insultó”. La naturaleza “es agresiva”, sentencian. Así que volvieron a la ciudad, un lugar más “liberal” que les gusta porque es allí donde empezaron a tratar los asuntos que más les interesaban. Raza, religión, sexo, dinero... “En los años 60 y 70 era más peligroso, te podían pegar. Hoy en día tu pareja te puede engañar. Esa es la diferencia principal”, ríe el dúo. Sin embargo, rara vez Gilbert and George salen de su barrio, el East End. En su calle, Fournier Street, a cinco minutos de la concurrida Brick Lane, tienen todo lo que necesitan. “Es el centro del mundo para nosotros”, aseguran. Ahora está lleno de artistas jóvenes (allí vive Tracey Emin, por ejemplo), de los que no se rodean para que ninguna de las partes “se intoxique” del arte del otro y por mantener su “privacidad”, se respira la energía joven y la “complejidad de cómo vivir nuestras vidas”. Los restaurantes indios de la zona van cerrando y en su lugar abren, bromean, cafeterías veganas, incluso peluquerías veganas con nombres divertidos para atraer clientes. Sin embargo, desde hace 20 años ellos siguen yendo a diario al mismo restaurante. Tan solo para llamar allí usan el teléfono, y el de casa, claro. Nada de móviles. “Allí hay comida deliciosa y camareros besables. ¿Qué más hay en la vida?”, ríen. Si cuando eran más jóvenes salían al extranjero no era por el hecho de buscar inspiración en otras culturas sino por el gusto de llevar su arte y enfrentar al público que no los conoce con su obra. Japón, Rusia, China... y, curiosamente, tan solo en Francia tuvieron problemas con la censura. “No viajamos o vamos por ahí buscando inspiración. No encontramos la inspiración, creamos imágenes de cómo somos. Nos levantamos, paseamos... no tenemos que ir a ningún sitio. Nos gusta hacer arte con los ojos cerrados, sin planes ni ideas. Nuestras imágenes de los 70 muestran cómo éramos, son nuestra historia”, sostienen.Handball, de la serie Jack Freak Pictures
Además, siempre han querido mantenerse al margen del circuito artístico. Si bien es cierto que su obra se muestra en galerías y museos, Gilbert&George gestionan todas las partes de la exposición. De hecho, nunca enseñan antes su producción y se ocupan también del montaje. “Hacemos nuestro trabajo solos, tenemos a una persona que nos ayuda con internet, pero el arte somos nosotros, no tenemos asistentes”, aseguran. También diseñan ellos los catálogos de sus exposiciones porque de esta manera pueden convertirlos en piezas de arte a su gusto y controlar el precio de los mismos. Y lo quieren asequible. “No queremos a un público rico sino a uno general con el que poder hablar”, abundan. Y al espectador, en general, le gusta su producción porque se puede ver retratada en ella. Pero su humor no es impostado, es su manera de enfrentarse al mundo. “No nos levantamos por la mañana para ir al estudio con la idea del humor, estamos aquí para satisfacer al público y ofrecerles una oportunidad de cambiar”, señalan. Ellos, por su parte, quieren ser normales y raros y, al mismo tiempo, no quieren ser ni una cosa ni la otra. “No queremos ser raros porque todos los artistas quieren serlo, tampoco ser normales porque todo el mundo dice serlo”, afirman. ¿Un consejo para los jóvenes? Claro, dos. “El primero: hay que levantarse cada día, sentarse en la esquina de la cama y pensar qué quieres transmitir ese día al mundo. El segundo: fuck the teachers”, ríen ambos. Siguiendo su línea de trabajo, frente a sus piezas piden, también, “prohibir la religión y despenalizar el sexo” porque “aún no somos capaces de ser libres, sigue habiendo gente en la cárcel por tener sexo”, concluye la pareja. @scamarzana