Brian Eno delante de una de las piezas de Light. Foto: Mike Abrahams
Brian Eno (Woodbridge, Suffolk, Inglaterra, 1948) pinta con la luz y compone música con el mismo objetivo:
modificar nuestra percepción del tiempo. A lo largo de su carrera, el antiguo miembro de Roxy Music y creador del género musical que bautizó como
ambient ha acercado la pintura y la música al mismo plano temporal, acelerando la primera y ralentizando la segunda. Cuadros en movimiento y música estática.
El próximo 13 de junio, el centro Arts Santa Mònica de Barcelona en colaboración con el festival Sónar+D inaugurará la mayor exposición internacional de la obra artística de Eno (que coincidirá en el tiempo con otra gran exposición en el Museu del Disseny en torno a su compatriota, compañero de generación y de correrías musicales
David Bowie). Pero antes de eso Eno ha visitado Madrid, donde presenta en la galería Ivorypress
Light, su último proyecto. Se trata de una serie de composiciones geométricas con luces de colores que van cambiando muy lentamente, del mismo modo en que lo hace una banda sonora creada ex profeso. La luz es el material principal del trabajo visual de Eno desde los años 70, tras terminar sus estudios de arte.
La historia de
Light empezó en una gran exposición en Brighton de su anterior trabajo,
77 Million Paintings (que también pasó por la capital española). Asistió al show un cirujano involucrado en la construcción de un hospital y, al ver a su suegra sentada durante dos horas sin abrir la boca (algo inaudito en aquella mujer), pensó que en su nuevo hospital, especializado en tratamientos contra el cáncer, necesitaban algo así,
un espacio donde los pacientes pudieran encontrar la calma contemplando la paulatina transformación de las piezas. De modo que le hicieron un encargo. Eno optó por hacer obras geométricas y de colores agradables a la vista para inducir ese estado de calma. Directivos de otros hospitales de Inglaterra se interesaron por su trabajo y Eno empezó a investigar el modo de
abaratar el coste de las piezas para que pudieran adquirirlas los centros públicos (la que hizo en Brighton era muy cara porque utilizaba tecnología punta). Finalmente dio con el modelo actual, un sistema de luces LED con pequeños procesadores Arduino que controlan el cambio de los colores. De aquella experiencia nació la serie de obras que ahora podemos ver en Madrid.
Su construcción es sencilla: dentro de unas cajas rectangulares con una pantalla translúcida, construye tabiques que separan los espacios donde se encuentran las tiras de LED. Así los distintos colores ocupan estos espacios generando formas cuadrangulares claramente delimitadas salvo en las zonas dondeno hay paredes interiores y su luz se mezcla con el color del compartimento contiguo.
Vista de la instalación de Light en la galería Paul Stolper, 2016. Foto: Mike Abrahams
Jardines de luz
Estos cuadros lumínicos
"no tienen un gran peso conceptual detrás", explica el artista a El Cultural. Los construye probando distintas combinaciones hasta que encuentra una que le gusta. De modo que la primera versión la hace él mismo en el estudio. "Pero no soy muy bueno fabricando cosas, así que luego las mando hacer por alguien que sabe hacerlas adecuadamente", reconoce el artista, que mantiene con estas obras una relación poco habitual. "En el arte normalmente se presentan piezas acabadas.
Yo lo que presento es el comienzo de las obras. Estas piezas tienen su propia vida y ya no están bajo mi control". Eno señala una de ellas mientras muda sus colores a un ritmo casi imperceptible: "Por ejemplo, nunca he visto esa obra haciendo justo eso, y probablemente no vuelva a verlo nunca más". "Esa es una de las principales diferencias entre el arte clásico y el arte contemporáneo. Nosotros no terminamos cosas, sino que las empezamos".
Este tipo de arte en el que a partir de un código informático la obra cobra cierta autonomía se denomina
arte generativo, y es determinante en la faceta artística y musical de Eno, al que le gusta añadir una ilusión de aleatoriedad al combinar largos bucles de diferentes duraciones, como ha hecho en algunas de sus obras musicales
ambient.
Para Eno, este tipo de arte es al arte convencional lo que la jardinería es a la arquitectura: "En arquitectura sabes lo que vas a obtener como resultado final. En cambio, cuando creas un jardín, este cambiará de aspecto a lo largo del año". Precisamente, uno de los álbumes más recientes del músico y artista visual,
Reflection, tiene una versión en forma de aplicación para dispositivos móviles que reproduce una música ligeramente distinta dependiendo de la hora del día y de la época del año.
Para Eno,
el azar es un ingrediente fundamental en su trabajo y en su vida diaria, hasta el punto de que ha identificado
69 combinaciones de calles para recorrer a pie el kilómetro de distancia que hay entre su apartamento y su estudio en West London, y cada mañana toma una ruta distinta. Dice que eso le permite mantener un saludable estado de alerta ante la realidad cotidiana.
Otro de los juegos favoritos de Eno consiste en
esconderse en sus propias exposiciones para espiar las reacciones de la gente. Para él, es una señal de éxito indiscutible ver cómo un espectador que ha entrado con prisa y que mira impaciente la obra va poco a poco dejándose llevar. "Primero busca apoyo en el respaldo de una silla, luego se permite sentarse en el borde del asiento, después adopta una postura más cómoda y finalmente acaba completamente absorto". El artista asegura que
algunos espectadores llegan a pasar más de seis horas en la habitación.
Eno no solo pretende con sus obras ralentizar nuestro desbocado ritmo de vida, sino que hay
una postura política detrás. "Desde la revolución industrial, en torno a 1750, hemos estado montando un tren que va cada vez más rápido y en general todos nos beneficiamos de eso, la mayoría de nosotros vivimos mucho mejor que como se vivía hace 250 años. Pero también hay un gran déficit que no hemos pagado aún y que estamos tomando prestado del futuro mediante el consumo de recursos y la alteración espiritual en la vida de la gente. Para la mayoría de la gente, la doble catástrofe del año pasado, Trump y el Brexit, ha supuesto el principio del fin, pero yo creo que
el principio del fin ocurrió hace 40 años, con Reagan y Thatcher". Entonces, opina Eno, triunfó una filosofía enraizada en un individualismo acelerado por la pensadora Ayn Rand. "Para mí es el equivalente intelectual del veneno y fue muy influyente en toda una generación de pensadores. Esas ideas fueron muy influyentes en la derecha neoliberal, que considera que el único motor importante de la historia es la voluntad individual. Por supuesto, si piensas así, no querrás promover los programas sociales, la sanidad pública y la educación para todos. Es un
darwinismo social mal entendido".
Para apoyar su punto de vista, Eno pone su caso como ejemplo: "Cuando yo era joven la educación artística era grauita y muy buena, ahora sigue siendo muy buena pero es privada. La clase trabajadora tiene muchas menos opciones para dedicarse al arte. Desde que dejé la escuela de arte hasta que me uní a Roxy Music no tuve trabajo. Entonces si no tenías trabajo el gobierno te ayudaba durante un tiempo. En ese periodo recibí del Estado lo que hoy serían unas 3.000 o 4.000, y desde entonces quién sabe cuánto he pagado en impuestos, así que
el gobierno hizo conmigo una buena inversión. Esto es lo que la derecha siempre olvida, que un gobierno que actúa así está invirtiendo en el futuro".
Eno es uno de los fundadores de
Long Now Foundation (fundación del "largo ahora"), una organización que aboga por el pensamiento colectivo a largo plazo. "Cuando vivía en Nueva York, cuando preguntaba a alguien '¿en qué estás trabajando ahora?', todo el mundo me hablaba de lo que estaba haciendo esa semana o, con suerte, ese mes. Todo el mundo estaba de paso en la ciudad. Si vives un presente muy corto y tu horizonte de futuro es como mucho un año, tu comportamiento es completamente distinto a si piensas en los próximos 30 o 100 años. En el segundo caso tu sentido de la responsabilidad es completamente distinto, y cambiarán tus acciones, las leyes y el sistema educativo que quieres impulsar, las relaciones que quieres sostener. Nosotros pretendemos que el ahora sea un campo muy amplio, con horizontes lejanos tanto hacia el pasado como hacia el futuro".
Más apertura, menos canon
Las nuevas tecnologías han democratizado la producción de arte y para Eno esto supone una serie de cambios "muy interesantes". "Cuando se hace posible que mucha gente tome parte en una forma de arte,
se vuelve menos probable la aparición de un canon. En la literatura de principios del siglo XX, por ejemplo, todo el mundo leía a Tolstoi, Dickens, Proust o Joyce y podían mantener una conversación sobre sus libros. El cine también era así hasta los años 50, y la música pop lo fue en los 60, 70 e incluso 80. Todo el mundo sabía lo que estaba pasando, puede que algo no te gustase pero lo conocías. Ya no es el caso, así que esas conversaciones ya no son universales, y también son menos polémicas", opina Eno. "Otro efecto de la democratización del arte es que hace posible que entren nuevos talentos en el medio. Por ejemplo, cuando en los 70 la electrónica llegó al campo de la música, de repente se involucró mucha gente que nunca había hecho música. En Inglaterra pasó con mucha gente que venía de las escuelas de arte, y yo era uno de ellos. Para nosotros hacer música era pintar con sonido". Una concepción que los modernos sistemas de grabación, las DAW (Digital Audio Workstations), han acabado consolidando.
"Lo que hizo la electrónica fue separar la música del tiempo. Yo, por ejemplo, no sé tocar el piano, pero si paso el suficiente tiempo manipulando notas MIDI [notas musicales "virtuales" con parámetros editables], puedo llegar a hacer una música de piano maravillosa, aunque jamás podría tocarla en directo", explica el artista.
Por otra parte, el músico reconoce que la gigantesca multiplicación de posibilidades sonoras que trajo la electrónica puede resultar paralizante. "Aún hay más gente produciendo música interesante con guitarra que con sintetizadores. La guitarra es un instrumento más limitado, con seis cuerdas y varios tipos de sonido. En cambio, el sintetizador es un instrumento maravilloso con millones de sonidos diferentes. Entonces, ¿por qué ocurre eso? Creo que se debe a un problema no reconocido:
las limitaciones son útiles. Si tocas una guitarra eléctrica durante medio día, probablemente pasarás por todos los posibles sonidos que ese instrumento puede hacer; si usas un sintetizador moderno, en cinco años no habrás probado todos los sonidos que puede hacer, así que tendrás la ilusión de que de alguna manera la solución al problema musical está en algún lugar dentro de esos menús. Esa es la razón por la que no se hace tanta música interesante con sintetizadores, porque mucha gente sigue mirando dentro de la caja en lugar de mirar dentro de sí mismos. La razón de ser de un instrumento no es lo que puede hacer, sino la relación que puedes tener con él. El problema es que es muy fácil olvidar que
tú eres la parte importante de la ecuación, no la máquina".
Sin barreras entre artista y público
"Me haría muy feliz si dejáramos atrás la idea de que
algunas personas son artistas y el resto es público. Eso no me gusta en absoluto", opina Eno. "A mí me encanta explicar cómo hago las cosas, de hecho lo más emocionante para mí es hacer algo tan simple que cualquiera pueda hacerlo. Realmente todo el mundo podría hacer cajas de luz como estas. Igual que cualquiera de nosotros podríamos hacer un buen Mondrian. Todos somos creativos y deberíamos usar la creatividad. Para mí una de las peores tragedias de la existencia humana es que la mayoría de la gente tiene trabajos o estudian en escuelas donde les dicen que dejen de ser creativos". Para el creador de
Light, la gran diferencia entre él y la mayoría de la gente es que él ha hecho de su faceta creativa su profesión. "Paso mucho tiempo haciendo estas cosas, así que soy bueno en ello, pero eso no significa que sea mucho más creativo que el resto".
@FDQuijano