César Manrique, espejo y altavoz
Hace ya 20 años que se fue César Manrique (1919-1992), los mismos que lleva la Fundación
con su nombre en Taro de Tahíche, trabajando para dar a conocer su legado, su obra
pictórica y escultórica pero también su espíritu y sus ideales. Lanzarote es en sí misma ejemplo
vivo de su herencia, Manrique respira todavía hoy por cada agujero del volcán, por cada casa
blanca de líneas minimalistas, por cada escultura pública nunca en y siempre para el paisaje.
Es imposible abandonar la isla sin la extraña sensación de quien deja a un buen amigo, a un
artista cercano y sencillo que dejó Nueva York y volvió a su tierra para transformarla.
Porque Manrique es Lanzarote. Y viceversa. Y en esta sencilla ecuación una pieza imprescindible: la Fundación que lleva su nombre y que, dirigida por Fernando Gómez Aguilera
(poeta y ensayista, patrono también de la Fundación José Saramago y autor de la biografía del
portugués para más señas), se ha convertido en referente dentro y fuera del archipiélago y en
lugar de estudio imprescindible de la vida y obra de Manrique. "La Fundación ha procurado releer el legado de César Manrique en clave contemporánea, abriéndolo a nuevas perspectivas de diálogo plural con los debates y desafíos de nuestro tiempo. Se han desarrollado vías de interpretación y proyección de su pensamiento y de su obra no sólo como pintor sino, desde un planteamiento integrador, como paisajista, como creador de arte público y como activista ambiental preocupado por la cultura del territorio", dice Gómez Aguilera.
Para celebrar los veinte años de esta institución, nada mejor que el estreno de un documental,
éste del que aquí reproducimos tan sólo un par de minutos, que demuestra que Manrique
sigue vivo y que su voz todavía hoy puede escucharse. Una película, Taro. El eco de Manrique,
que lleva la firma de Miguel G. Morales (Tenerife, 1978), autor también de filmes sobre
otros canarios ilustres como Óscar Domínguez, Cristino de Vera o José Saramago. Éste es
su documental número 13 y reconoce llevar mucho tiempo tras la idea hasta que por fin, y
gracias al apoyo de TVE, Obra social CajaCanarias y la Televisión Canaria, ha podido llevarse a
cabo. "César fue un personaje Espejo y también un personaje Altavoz. Deberíamos mirarnos
en él, no sólo los canarios, y ser conscientes del desastre medioambiental que se ha cometido
en España. Y altavoz porque nunca se calló ante las atrocidades realizadas, por ejemplo, en el
litoral", explica el director.
Y es que Manrique, cuya obra primera estuvo vinculada al informalismo de finales de los años
50, al igual que la de otros pintores españoles de la época (Millares, Tàpies, Lucio muñoz) y
que en Nueva York conoció el expresionismo abstracto, el pop y el arte cinético, a su regreso
a Lanzarote en 1966 promovió un modelo de intervención en el territorio en claves de
sostenibilidad, determinante para que en 1993 Lanzarote fuera declarada por la UNESCO
Reserva de la Biosfera, aunque él ya no pudiera verlo. Así como trabajó en un ideario artístico
muy vinculado a la naturaleza. "Se trata, indudablemente -sigue Gómez Aguilera-, de un pionero, no sólo en nuestro país. Un artista desajustado y también desatendido. Una excentricidad del sistema. Desde los años 60 propone un arte público integrado en la naturaleza, que escucha el genio del lugar, que no impone su lógica y responde a una pauta de agregación y no de competencia".
El documental es una película narrada en primera persona en la que Manrique se explica así
mismo. "Nuestro leit motiv -añade Morales- ha sido una frase del propio César que decía:
‘tenemos la obligación de difundir un mensaje, que es, sencillamente enseñar a ver'. Por eso
contamos en la película con algunos de sus discípulos, en quienes se personifica el verdadero
legado de este visionario español".
Una herencia que el realizador quiere también trasladar a las nuevas generaciones: "Su voz
fue certera y sin condiciones. Creó una conciencia en Canarias, sobre todo en su isla natal,
respecto al cuidado del entorno. Ideó un modelo de desarrollo turístico y de protección
e integración con el paisaje. Recuperó la esencia de la arquitectura popular junto a la
modernidad de su época en Nueva York". Sin duda un artista global que hizo de la naturaleza
arte mientras hacía arte con la naturaleza. "Es una anomalía que encaja mejor en el futuro que en el pasado. 'Yo soy un contemporáneo del futuro'. Por eso, a medida que pasan los años, resulta más fresco y estimulante", añade el responsable de su Fundación.
Una de sus esculturas móviles, de la serie Juguetes del viento, recupera en este 20 aniversario
su ubicación original en los jardines de la Fundación donde todavía puede verse la muestra
César Manrique. El taller de los sueños.