En la luz y sobre el mar
Renzo Piano presenta en Santander el edificio que ha creado para el Centro de Arte Botín
16 septiembre, 2011 02:00Presentación del proyecto de Renzo Piano. Vista desde el norte.
Se acaba de presentar en Santander el Centro de Arte Botín, el edificio creado por el arquitecto Renzo Piano (Génova, 1937), Premio Pritzker 1998 y autor del Centro Pompidou de París o del aeropuerto de Kansai en Osaka, con el que la Fundación Botín pretende sumarse a esta serie de contenedores de arte realizados por arquitectos de gran prestigio y reconocimiento internacional e inaugurados en nuestro país hace casi ya quince años por el museo Guggenheim Bilbao y cuyo último exponente es el Centro Niemeyer de Avilés.Y si bien es cierto que el edificio pretende medirse con estos grandes colosos, como prueba el hecho de haber nombrado a Vicente Todolí, hasta hace unos meses director de la Tate Moderm, presidente de la Comisión Artística del Centro que se encargará de la programación de arte, no menos cierto es que su planteamiento, escala y dimensiones en nada se parecen a estos otros dos ejemplos citados.
El futuro edificio se sitúa en el puerto de Albareda, en la bahía de Santander, junto a los Jardines de Pereda. Consiste en dos volúmenes de escasa altura separados del suelo al elevarse cada uno sobre cuatro columnas de acero. Dichos volúmenes albergan el programa de espacios expositivos uno (galerías de exposiciones en los dos niveles más un restaurante y una tienda en la planta baja) y el programa de actividades otro (auditorio con 300 plazas, salas de reuniones) separados por un espacio público elevado al que se llega por medio de una pasarela de 100 metros de longitud que arranca desde el borde urbano consolidado, y que tiene su prolongación más allá de esta nueva "plaza" elevada, en un trampolín suspendido sobre el mar.
Renzo Piano explica las cualidades que una ciudad como Santander tiene en relación a la luz. Una luz que aquí, en el norte, es distinta a la luz mediterránea, más difusa, menos dura, -como tantas veces ha explicado Eduardo Chillida refiriéndose a su amada San Sebastián. Y parece que la luz, en todas sus posibles manifestaciones quiere ser la protagonista del proyecto. Luz atrapada en los materiales, vítreos, cerámicos y metálicos; luz que atraviesa la cubierta; luz que se transforma en penumbra y que termina convirtiéndose en sombra; luz tomada desde el norte para iluminar tenuemente las salas de exposiciones y luz del contraluz hacia el sur, en los espacios de las plantas bajas. Luz en los reflejos, en las transparencias y en las veladuras de los cerramientos de vidrio. La luz, un material gratuito sin el que la arquitectura no es posible y de la que se pretende en este edificio, sea algo esencial.
Es sin embargo su exacta localización el punto más débil del proyecto. Su geometría parece olvidar su condición excepcional de límite entre la tierra y el mar y más allá de que el edificio "vuele" en parte sobre el mar y esté separado del suelo gracias a los pilotis, no resuelve ni expresa esta condición de borde inherente a su ubicación ni es ambicioso en la respuesta a un problema con el tráfico rodado que lo separa del parque al que se quiere unir y que intenta salvarse con una pasarela de enorme belleza y carga poética, caminar entre las copas de los árboles, pero de dudosa efectividad. A veces, lo más sencillo se obvia, pasa inadvertido, pero a veces también la solución es sencilla e inmediata y en este caso lo es. Mucho tiempo llevan en Santander dando vueltas a este lugar, a esta idea, a este proyecto. Y aunque en el pastel que ya está en el horno se han empleado deliciosos ingredientes y ha sido realizado por un excelente cocinero, aún le queda unos minutos para sacarlo y poderlo saborear.