Richard Serra, la magnitud inmensa de la escultura
El artista norteamericano, uno de los grandes revolucionarios del arte en el siglo XX, gana el Premio Príncipe de Asturias de la Artes
12 mayo, 2010 02:00Richard Serra. Foto: Mitxi.
Javier HontoriaEl artista estadounidense Richard Serra (San Francisco, 1939) ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, distinción con la que sucede en el palmarés al arquitecto británico Norman Foster. Los Premios Príncipe vuelven así a demostrar su vocación de aplaudir trayectorias artísticas consolidadas e incuestionables y no de espolear carreras de las que aún puedan esperarse avances y giros importantes. Richard Serra es, efectivamente, uno de los escultores más importantes de la segunda mitad del siglo XX, autor de trabajos de sobresaliente alcance mediático como las grandes esculturas de acero que pueden verse en la sala Fish del Guggenheim, tres obras que revelan mejor que nada la magnitud de su quehacer.
El trabajó de Serra adquirió notoriedad cuando fue abanderado de la revolución escultórica en la que participó hace ahora 50 años, la que zanjó definitivamente el problema del pedestal. Esa revolución, lejana ya en el tiempo, subrayaba la necesidad de abrir nuevas vías para la escultura desde las que repensar la lógica del material y los conceptos solamente a ella inherentes como el peso, la materia, la gravedad... Se le considera habitualmente uno de los padres de la escultura minimalista si bien hay escultores más minimalistas que él. Sería, más bien, uno de los artífices de la introducción del proceso, esa palabra tan de moda ahora, en la escultura. En 1967 creó su Verb List (lista de verbos) y comenzó a realizar trabajos directamente relacionados con las acciones que estos verbos dictaban. Así, en la escultura de Serra pronto se impusieron palabras como "splash" (salpicar), "dangle" (hacer oscilar), "twist" (retorcer) o "prop" (apoyar)... Fueron gestos de claro color conceptual, con lo que actuaba en función de instrucciones o premisas previas.
De algún modo, Serra comenzó a desvincularse del resultado final del trabajo y, por lo tanto, dejó de prestar atención a lo meramente visual y a las posibilidades metafóricas de la obra de arte. Una de las piezas más importantes de esta época temprana es aquella en la que salpica el ángulo de un muro con plomo fundido, realizada en 1968 en la galería neoyorquina de Leo Castelli en el marco de lo que sería una de las exposiciones míticas de momento, Nine at Leo Castelli. En esa obra era más importante la acción en sí que el aspecto que dejaría el plomo sobre el muro. Ahí está la revolución de Richard Serra.
Con los años, y desde un severo reduccionismo formal que nada tenía que ver con la escala, su obra viró hacia otros territorios y comenzó a concebir la escultura como un cuerpo psicológico que afectaba a todo lo que le rodeaba, desde el espacio mismo hasta al espectador... La magnitud insondable de muchos de sus trabajos pronto se convirtió en marca de la casa, y la obra se convertiría en su propio escenario, su contexto. Quien se adentrara en sus grandes pasillos ondulantes o sus circunferencias, en sus elipses o espirales, pronto comprendía que el acto de contemplar dejaba de tener sentido y que de algún modo se imponía la necesidad de sentir la obra a partir de su propio movimiento, de una presencia que fluye en el espacio y también en el tiempo. En esas experiencias se gestó el término monumental, del que su trabajo es hoy paradigma.
No estoy seguro de que el presente y el futuro de la escultura se apoyen en los mismos presupuestos pues en la actualidad no se habla ese lenguaje. Hoy la escultura se detiene ante acontecimientos de un perfil mas bajo que nacen, más bien, en las microhistorias de lo cotidiano. Hay mucha escultura que mira a los grandes momentos de la modernidad pero lo hace, en todo caso, para subvertir sus desmanes. La figura de Richard Serra perdurará en el tiempo como imagen del artista que domina a su antojo las leyes de la técnica y el material, y la presencia rotunda e imborrable de su obra permanecerá siempre en el imaginario colectivo de las personas y de los lugares. Pero son paradigmáticas de un tiempo que probablemente no sea ya el nuestro. Aunque pueda sonar paradójico, el arte de hoy tiene más relación con el joven artista que experimentaba con los diferentes procesos que con el gran Richard Serra de las décadas recientes.