Image: Jim Lambie

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Arte

Jim Lambie

The Modern Institute. Del 17 de abril al 28 de mayo

16 abril, 2010 02:00

Jim Lambie: Metal Box (Spiritualized), 2010.

Jim Lambie es uno de los caballos de batalla de uno de los espacios comerciales más importantes del Reino Unido. Su exposición será plato fuerte de la primavera escocesa.

ELCULTURAL.es
Uno de los mayores talentos de la escena artística escocesa expone a partir de hoy sus nuevos trabajos en la galería The Modern Institute de Glasgow, galería que viene trabajando desde hace años con algunos de los grandes nombres del arte contemporáneo británico, muchos de ellos en el ámbito de la escultura y la tridimensionalidad. En este sitio se han reseñado exposiciones de artistas como Martin Boyce, Urs Fischer, Eva Rothschild, Simon Starling, Hailey Tomkins, Monika Sosnowska…artistas, en definitiva, que vienen empujando los límites siempre difusos de eso que llamamos escultura. Esta es ya su cuarta exposición en la galería, sólo semanas antes de inaugurar su individual en el espacio turinés de Franco Noero y poco después de su aplaudida exposición en Sadie Coles. Trabaja, además, con la prestigiosa Anton Kern, de Nueva York. Si nos atenemos a la relevancia de sus dealers, algo no siempre recomendable, estamos ante uno de los artistas más potentes del momento.

Lambie presenta un nuevo espacio contextualizado. Su trabajo es conocido por la activación del lugar a intervenir. Es práctica habitual cubrir los suelos con vinilos que ofrecen una imagen que se encuentra a medio camino entre la psicodelia y el Op Art. A partir de aquí, el artista manipula objetos transformando su sentido, presta atención al material como significante y a los objetos que salpican la vida contemporánea, relacionados, en su mayoría, con la fuerte presencia de motivos pertenecientes a la baja cultura en nuestro devenir diario. Muchos de estos objetos jalonan los espacios de Lambie: bloques cúbicos de cemento claramente deudores de la tradición minimalista se incrustan en los suelos intervenidos. En uno de sus lados, espinas de fundas de vinilo. La relación de los vinilos con el cubo minimalista y la de la psicodelia con los patrones del arte óptico, reminiscentes del trabajo de Briget Riley, pueden mirarse bajo una misma luz.

Entre intuitivo y orgánico, el tratamiento objetual de Lambie ofrece al espectador la posibilidad de establecer asociaciones insólitas. Son vinculaciones que se trazan a partir de reflejos sensoriales, por una suerte de familiaridad o cercanía más que por la dimensión intelectual que puedan alcanzar. Pero hay una cierta intención de desestabilizar nuestra percepción a través de la constante subversión de códigos. Nos acerca el artista a la tradición para mostrarnos sus grietas, utiliza materiales de segunda mano u otros encontrados en la calle y los ensambla con el fin de situarlos irónicamente en una escala afín a la de la gran escultura. Mientras contemplamos estas construcciones escuchamos su carcajada sardónica.

Dice Lambie que la música vertebra todas sus instalaciones. No es que encontremos alusiones a ella en los espacios intervenidos. Se trata más bien de entender los espacios como piezas musicales. Afirma que cuando escuchas un disco te adentras en un espacio psicodélico donde la noción de límite se diluye. Por eso los espacios que propone han de entenderse como un todo en los que el espectador ha de moverse con libertad, deteniéndose ante sus diferentes "momentos" olvidándose de la idea de obra autónoma y específica. La suya es un obra que incita a pensar en otro espacio y otro tiempo, una suerte de isla en el curso normal de las cosas.