'La traición de Huda': el endiablado laberinto palestino-israelí
Hany Abu-Assad, director de grandes 'thrillers' como 'Paradise Now' u 'Omar', le da otra vuelta de tuerca al conflicto en un filme que muestra cómo las guerras envilecen también a sus víctimas
29 julio, 2022 02:33Gran éxito de crítica y público, Paradise Now (2005) supuso el lanzamiento internacional de Hay Abu-Assad (Nazaret, Israel, 1961). Contaba aquella película, en forma de contrarreloj, las últimas horas de vida de sendos terroristas suicidas palestinos, amigos desde la infancia. Con un tono cercano a veces al humor negro, la película reflejaba sin apriorismos un fenómeno tan irracional y difícil de entender como el de quienes se matan para matar a otros. La mirada de Abu-Assad se volvía más profunda e interesante en Omar (2013), donde veíamos la odisea de un joven terrorista/luchador por la libertad palestino que acaba colaborando con los israelíes para salvar su vida y de la mujer que quiere.
En Omar, Abu-Nassad trataba un tema parecido al de esta La traición de Huda como el del envilecimiento que acaban generando las guerras. Al principio, se sabe quién es el malo, pero poco a poco, quizá es destino natural de todo conflicto que se alarga demasiado como es el caso del interminable que enfrenta a palestinos e israelíes, ambos bandos acaban derrotados, envilecidos y machacados.
En Paradise Now, "humanizando" a los terroristas, el director nos mostraba que detrás de esos terribles atentados hay seres humanos y unas causas por espantosos que sean esos actos. Desde Omar, que lo que le interesa es penetrar en las complejidades morales que han acabado generando un juego cruel en el que el gato, cada vez más satisfecho con su éxito, juega sucio y el ratón ha acabado imitando sus tácticas.
Villanos y víctimas o al revés
La traición de Huda cuenta la caída a los infiernos de dos mujeres. Por una parte, la Huda (Manal Awad) del título, una peluquera que colabora con el servicio secreto israelí. Además de pasar información, también recluta a otras mujeres mediante chantaje. Buscando aquellas que tienen "maridos imbéciles", la peluquera droga a sus clientas, las hace posar dormidas desnudas junto a un supuesto amante, y luego las fuerza a que se conviertan en informantes so pena de ser delatadas a sus parejas.
Al principio de la película, Reem (Maisa Abd Elhali) una joven recién casada con un bebé, cae víctima del subterfugio. Cuando pensamos que la película tratará sobre las dudas éticas de la protagonista, venderse al enemigo o "destruir" su familia, resulta que Huda es descubierta y se convierte en víctima potencial de los palestinos, que quieren castigarla por una traición que no ha tenido tiempo ni siquiera a ejecutarse. La pavorosa situación de la mujer en el mundo árabe, culpable aún cuando es violada, jugará en contra de la protagonista en un filme que denuncia con claridad esa injusticia.
A Abu-Nassad le gustan las películas que funcionan como un contrarreloj, donde todo sucede en muy poco tiempo y existe un riesgo vital para el protagonista. Aquí vemos por una parte la desesperación de Reem, que tiene un marido efectivamente imbécil y nadie a quien acudir, y por la otra el largo interrogatorio al que un terrorista/luchador por la libertad somete a Huda.
En Omar, el director no justificaba los atentados pero sí les daba un contexto de clara opresión de unos sobre otros. En La traición de Huda lo que vemos es que, será por la eternidad del conflicto o porque los palestinos nunca ganan, las víctimas han acabado envileciéndose y son indistinguibles de los opresores.
La traición de Huda no tiene el efecto shock de Paradise Now ni es tan redonda como Omar. Abu-Nassad a veces fuerza la trama (la foto escondida está pidiendo a gritos ser descubierta) para que vaya en la dirección que le conviene pero vuelve a lograr un thriller que se devora gracias a un ritmo bien calculado y una reflexión intensa no solo sobre la situación en Oriente Medio sino sobre la esencia de cualquier guerra. Atrapada entre dos males, un gobierno israelí que se impone por la fuerza de los hechos frente a unos revolucionarios que justifican las mayores atrocidades por un fin abstracto (la quimioterapia también mata células sanas, dice el interrogador de Huda) cada vez más alejado de su intención original.