El concierto que, bajo el auspicio del Universal Music Festival, se ha interpretado en el Teatro Real con la presencia de Anna Netrebko y Yusif Eyvanov estaba previsto que se hubiera celebrado el pasado 13 de septiembre de 2021. Se suponía que debía ser el arranque de la temporada que ahora termina. Pero finalmente en vez de un prólogo de lujo, el concierto ha acabado siendo un magnífico broche de oro.
De haberse celebrado el concierto en su fecha prevista, probablemente para las estrellas que lo interpretaban hubiera sido un recital más dentro de su saturadísima y apretada agenda. Pero entre aquel 13 de septiembre y este 25 de julio se ha producido la ilegal y salvaje invasión de Ucrania por parte del sátrapa Putin y esta felonía ha puesto patas arriba también el mundo de la lírica.
Y uno siente que Netrebko y su marido no han venido a dar un concierto más, sino que han trabajado concienzudamente para ofrecer una noche inolvidable. Máxime cuando tantos artistas rusos están ahora en la cuerda floja: Gergiev, el gran director de orquesta ruso que históricamente ha sido uno de los grandes valedores de Putin, ha destruido su carrera con su ferviente y decidido apoyo a la invasión. Probablemente jamás le volveremos a ver en los escenarios occidentales.
[Póquer invencible de sopranos en España]
En estos días el Festival de Salzburgo está azotado por la polémica de contar con Teodor Currentzis para inaugurar las funciones del programa doble compuesto por El Castillo de Barbazul de Bartok y De Temporum Fine Comoedia, de Orff. El director griego afincado en Rusia y que ha crecido y triunfado con el apoyo expreso del Kremlin no ha hecho en ningún momento ningún tipo de declaración sobre la guerra. Y durante meses caminó sobre un alambre hasta que ha llegado a Salzburgo y la polémica sobre su presencia está sobrevolando en los primeros días del festival.
Netrebko no se ha visto ajena a toda la situación actual. Creció al amparo del apoyo de Putin a la música, la lírica y la danza. Descubierta por Gergiev, aunque actualmente vive en Viena ha estado estrechamente cercana a los círculos más íntimos del poder ruso. Desde febrero, ha vivido desterrada de numerosos teatros y durante unas semanas canceló toda su agenda hasta que a finales de marzo hizo pública una declaración en la que condenaba expresamente la guerra contra Ucrania.
Sus pensamientos estaban con las víctimas y sus familias. Reconocía que nunca había sido una figura política ni un líder ruso pero reconoció que sus acciones en el pasado podían haber sido confusas. Estas palabras sirvieron para abrirle de nuevo las puertas de casi todos los teatros (todos no, el Metropolitan Opera de Nueva York aún mantiene su negativa a que vuelva a actuar en este espacio). Y entre esos, el Teatro Real.
Netrebko y Eyvanov han venido a comerse Madrid y poner la ciudad a sus pies. Hacía casi tres años de su primer y último recital, el 1 de noviembre de 2019. En aquella ocasión, ambos sí dieron un concierto más de compromiso, previsible y poco exigente. Nada que ver con su vuelta a Madrid tras los meses probablemente más difíciles y complejos de sus carreras. Tenían “hambre” de triunfar, y se han presentado con un programa exigentísimo, nada fácil y vocalmente muy complejo.
Fuegos artificiales
El recital arrancó con “Piangete voi? … Al dolce guidami castel natio… Coppia iniqua”, una de las grandes escenas finales que Donizetti compuso para su ópera Anna Bolena. En una representación normal, la soprano protagonista ha tenido 3 horas para calentar la voz y prepararla para este auténtico tour-de-force, un inmenso reto vocal para cualquier cantante que tiene tiempo para concienciarse y ponerse a punto.
Pero Netrebko ha recurrido a esta obra maestra del bel canto italiano para arrancar el concierto. En frío. Jugándosela al todo por el todo. Y ya desde el comienzo ha demostrado por qué es considerada la Prima Donna del canto: magnífica, con su timbre aterciopelado, su inmenso fiato, su gran capacidad para la zona alta, que ataca y mantiene con una fortaleza inaudita. Y cuando ya había superado el recitativo y su gran escena, se atrevió con la caballeta Coppia iniqua, que tantas sopranos evitan porque es una auténtica trituradora y en la que es más fácil naufragar que triunfar. No ha sido el caso de la soprano rusa: fue sobrecogedor ver volar vocalmente a la Netrebko desde el comienzo hasta los fuegos artificiales del final de esta pieza.
Yusif Eyvazov es un tenor magnifico. Exultante. Uno le ha escuchado muchas veces y ha visto admirado su evolución. El inmenso chorro de voz se mantiene, la gran generosidad en la interpretación, el vigor y la gallardía en el ataque de la zona alta han evolucionado a mejor, pero ahora es más fino, más inteligente en su interpretación.
Es probablemente el tenor no italiano que tiene un fraseo más exquisito, una dicción impecable. Es uno de esos cantantes que emocionan a los aficionados de paraíso, las butacas más baratas y que suelen tener fama de exigentes y enlaza con aquellos intérpretes de los años cincuenta y sesenta: Del Monaco, Di Stefano y Corelli (su maestro).
Comparte con ellos cierta falta de empatía interpretativa y de encaje en el estilo pero que suplen con una enorme y generosísima voz, que adolecen abrir en exceso pero que sobrecogen por la estallante proyección y potencia vocal. Eyvazov ha estado fabuloso en Ah si, ben mío…, gustoso en el canto, con rigor verdiano y usando la mezza voce que ha aprendido recientemente, y realizó una interpretación de Di quella pira como hoy ya no se oyen: la mayoría de los tenores que hoy se enfrentan al Manrico, el protagonista de Il Trovatore, acaban estrellándose y calando en esta imposible y diabólica cabaletta. Pero Eyvazov brilló con luz propia. Igualmente ha estado muy centrado en el Radamés con el que se cerró la primera parte en la escena final de Aida, con Netrebko ofreciendo de nuevo una interpretación antológica.
Bises del binomio
La segunda parte arrancó con la Barcarola de Los Cuentos de Hoffmann a cargo de la soprano rusa (que la ha cantado ya en infinidad de ocasiones) acompañada por una correcta Gemma Coma-Alabert.
Estaba previsto inicialmente que Eyvazov interpretase la gran aria de La Juive, Raquel, quand du Seigneur. Es una pena que a última hora la haya cambiado por el Tombe degli avi miei..., el aria final de Lucia di Lammermoor. Si el aria arrebatadora de Halévy le va como anillo al dedo y lo hubiera bordado, en la escena de Edgardo ha estado valiente pero vocalmente fuera de estilo. Adolece de falta de cierto rigor estilístico que en esta ocasión no se suple con echarle agudos. Para este personaje hace falta “finezza”.
Elchin Azizov, barítono azerbayano, estuvo magnífico como Conde di Luna en su dúo con Netrebko, pero en su interpretación del aria de Escamillo de la Carmen de Bizet ha estado fuera de juego. Dicción muy deficiente y estilo vocalmente atropellado. Nada que ver con su impecable intervención anterior.
El programa se cerraba con la larga y espléndida escena final del primer acto de Pikovaya Dama. Netrebko y Eyvazov jugaban en casa: una extraordinaria música para un dúo de amor ardiente cantado en ruso. Simplemente han hecho una revisión extraordinaria. Han estado compenetrados, escénicamente convincentes y muy generosos en la escena final, con largo y apasionado beso de enamorados incluido.
Tres bises han cerrado la noche: la deliciosa aria Heia heia, in den Bergen ist mein Heimatland de la opereta La Princesa Gitana del compositor húngaro Kálmán, que Anna Netrebko canta como nadie tanto por la sensualidad vocal como por las agilidades finales. El Nessum Dorma mejor que uno ha escuchado en mucho tiempo por un Eyvanov completamente entregado y generosísimo en los agudos y la napolitana compuesta por el gran Ernesto de Curtis Non ti scordar di me. Una declaración de intenciones para un público entregado que probablemente tardará en olvidar la vuelta del binomio Netrebko-Eyvazov a Madrid.