Resulta chocante que una figura tan menuda y de complexión tan extremadamente delgada y frágil consiga emanar efluvios tan notables de fortaleza y magnetismo. Y con la mayor de las despreocupaciones, además. Lleva una melena oscura y espesa, un tanto desordenada, que enmarca unas facciones exóticas y bien delineadas en total consonancia con unos pendientes de reminiscencias étnicas. Va vestida en riguroso negro, cómo marcan los cánones del existencialismo francés de los años 60. Y es fácil imaginársela perfilada entre volutas de humo, viendo pasar las horas acodada en la barra de la parisina Closerie des Lilas con algún libro entre las manos.
Yasmina Reza (París, 1959), la autora de obras tan aclamadas como Arte, Felices los felices o Babilonia, lleva tiempo sin pisar Barcelona y se la ve contenta. “Concretamente vine a pasar unos días en 2019 (comenta), justo antes del confinamiento, para festejar con el equipo el 50 aniversario de la editorial Anagrama”. Ahora es Serge (Anagrama), su nueva novela, lo que la trae de nuevo hasta aquí. Una tragicomedia que escoge la familia, el ecosistema más imperfecto y complejo del mundo, para diseccionar los comportamientos humanos con una mirada mordaz y crítica, pero también compasiva, divertida y tierna porque, cómo bien dijo Tolstói en la primera página de Anna Karénina: “Todas las familias felices se parecen pero cada familia infeliz lo es a su manera”. Y Reza se empeña en demostrarlo.
Jean, el narrador de Serge, nos sitúa de bruces frente a una imagen que desencadena el eje de la novela: la visión de una anciana que fallece justo cuando acaba de estrenar una cama medicalizada que le han comprado sus tres hijos. De estos, Serge es el mayor y da nombre a la novela, “no por nada en especial (aclara Reza), simplemente porque es el nombre de uno de mis grandes amigos y a él le prometí que en todas mis obras habría alguien que se llamara así, sencillamente porque me cedió su nombre para dar vida a uno de mis personajes-talismán, como es el protagonista de Arte, el comprador y propietario del polémico cuadro blanco”.
El peculiar humor judío
Jean es el hermano mediano y actúa como voz en off, y Nana es la más joven y la diana de las mofas y críticas de sus dos hermanos varones. Con este dibujo familiar (“hay mucho de mi familia en esta novela, aclara la autora, muchos tics y situaciones, aunque los personajes no son propiamente como los miembros de mi familia”), Reza traza un mosaico de situaciones cotidianas, de vivencias de infancia y juventud y de reflexiones para hablar de la vida y la muerte, la enfermedad y la vejez, los afectos y desencuentros que se tejen en la vida doméstica y emocional de cualquier familia.
"Los judíos tenemos una visión tragicómica de la vida. Todo, incluso la escena más triste, puede dar lugar a un guiño humorístico"
Y todo ello en clave de comedia y teñido de un sentido del humor muy particular porque (explica la autora) “el humor, y hasta en ocasiones el sarcasmo, es algo muy propio de los hogares judíos. Los judíos solemos tener esta doble mirada sobre situaciones y personas, lo que nos permite sacarle jugo también a los dramas. Y te das cuenta de que todo, incluso la escena más triste, puede dar lugar a un guiño humoristico. Yo nunca pretendo ser divertida, pero no puedo evitar mostrar mi bagaje cultural judío, que incluye esa manera de analizar la vida, buscando el lado cómico de todo y sacándolo a la luz. Tenemos una visión tragicómica de la vida. En casa de mis padres siempre nos hemos reído de todo, hasta de lo más triste”.
El bagaje cultural al que Yasmina Reza alude es el heredado de sus progenitores: “mi padre nació en Samarcanda, pero se crio en Moscú. Era bastante religioso y se sentía muy próximo afectivamente a Israel. Mi madre nació en Hungría, era violinista, completamente atea y no quería ni oír hablar del país levantino. Pero, pese a esas diferencias, los dos eran profundamente judíos en cuanto a formación e identidad cultural”. Y, siguiendo con ese discurso, Reza reivindica la frivolidad y la ligereza. “¿La frivolidad nos salva?", se pregunta en voz alta. Y la respuesta es que "sí, porque es positiva. Ayuda a vivir y nos permite disfrutar y reírnos de todo, y entender que el humor no está reñido con la profundidad”.
Un turismo de guiñol
Otro de los temas que aflora en esta ácida comedia es una feroz crítica al turismo, uno de los problemas del siglo XXI, pero también uno de los grandes negocios. Y aparece en las páginas de Serge cuando los tres hermanos y una de las sobrinas van a visitar Auschwitz. En una escena magistralmente descrita, vemos el horror de un campo de concentración convertido en un parque temático y recorrido por personas que ríen, bromean y se hacen selfis mientras con una mano sujetan el móvil y en la otra llevan una lata de Coca Cola.
"Nuestra visión de la vida depende de que tenemos un final. Ahora vivimos mucho, pero los últimos años los pasamos en semivida. ¿Es eso digno?"
“Ese escenario, aclara Reza, me sirve para mostrar el guiñol en el que se ha convertido el turismo. Me parece muy peligrosa la deriva que está tomando. No tengo soluciones al respecto, ni tampoco me atrevería a dar consejos, pero sí quiero constatar que estoy en desacuerdo con esta evolución del turismo. Me parece monstruoso que continúe, no se puede concebir globalmente que el mundo vaya por ese camino”.
Esta disección sociológica de su discurso obedece a su deporte favorito, el de observar sin descanso. Y la vejez y la enfermedad son otros de los asuntos ante los que la autora se sienta, analiza y retrata sin poner paños calientes. "La vejez un día te estalla en la cara", dice uno de los personajes de Serge, a lo que Reza añade que “siempre he escrito sobre el tiempo y el paso del tiempo. Nuestra visión de la vida depende de que tenemos un final, porque si fuéramos eternos veríamos las cosas de otra manera. En mis novelas hay un grito por la dignidad humana, y en Serge está muy presente: la medicina nos cuida, vivimos mucho, pero los últimos años los pasamos en semivida. Y ahí está el dilema, porque ¿es eso digno?”.
Una vez más, la frivolidad nos salva ante semejante diatriba...