“Cuando era joven me gustaba juntarme con los viejos y ahora que soy viejo me gusta juntarme con los jóvenes”. Así explica Kiko Veneno (Figueras, 1952) su sonada colaboración en El madrileño de C. Tangana, el fenómeno musical del año. Quién será ese señor de pelo blanco y gafas oscuras que canta y toca la guitarra con tanto arte —sin ser un virtuoso en lo uno ni en lo otro—, se habrán preguntado los millones de americanos y habitantes de otras partes del mundo que han visto ya su actuación para el prestigioso programa Tiny Desk de la radio pública estadounidense, la NPR. En ella se ve a Tangana presidiendo una sobremesa muy cañí, con botellas de licor, cante y nudillos golpeando en la mesa, acompañado también por Antonio Carmona, La Húngara y Niño de Elche, entre otros artistas de peso de la música popular patria. “No entiendo una palabra, pero ojalá fuera español”, comentaban algunos espectadores en YouTube ante aquella muestra de talento y alegría de vivir.
Ese mismo espíritu festivo es el que ha llevado siempre Kiko Veneno en las entrañas, ese echarse un cantecito, ese ir volando y empapándose siempre nuevos sonidos, nuevas experiencias, nuevas fuentes de inspiración y a la vez con los pies enredados en la música de raíz y contagiando a otros su creatividad. Después de Sombrero roto, Premio de la Música Independiente al mejor álbum de 2019, el cantautor acaba de publicar su último disco, Hambre, autoeditado como todos los que ha sacado en los últimos 20 años, y además este grabado en su casa durante la pandemia. La mayoría de las canciones que contiene las compuso antes, pero también hay otras, como Días raros, en las que alude directamente a la situación que nos ha tocado vivir durante año y medio.
Pregunta. En todos sus discos intenta innovar de alguna manera con respecto a lo que ha hecho anteriormente. ¿En qué se diferencia Hambre de su anterior trabajo, Sombrero roto?
Respuesta. Este disco es un poco más intimista, tiene más facetas tristes, lo que se nota especialmente en canciones como Duele o Estoy cansado. También el sonido es diferente, con la participación de Javi Harto en la producción y en la mezcla. Además para mí es fácil que cada disco me salga distinto porque las personas no somos nunca iguales de un año para otro. Para mí es un triunfo haber conseguido un sonido radicalmente diferente a otros discos míos y que al mismo tiempo tenga una coherencia sonora.
P. ¿Cómo le ha afectado la pandemia en lo personal y en lo profesional?
"Para mí es fácil que cada disco me salga distinto porque las personas no somos nunca iguales de un año para otro"
R. Durante la pandemia murió mi madre, que tenía 95 años, y eso ha sido muy duro. Al menos me dejaron visitarla, pude tocarla y besarla. Por lo demás, la pandemia llegó a las dos semanas de empezar a grabar el disco y tuvimos que parar. Aproveché para continuarlo en mi casa, con más tranquilidad. Afortunadamente vivo en una casa con jardín, en comunicación con la naturaleza, cómodo y feliz junto a mi familia.
P. ¿El resto de canciones las compuso antes de la pandemia?
R. Son casi todas de la misma tanda de canciones que entraron en Sombrero roto. Las que estaban más verdes se quedaron fuera y después han ido madurando, he visto la forma de meterlas en vereda. Con ellas hice la base de este nuevo disco. Días raros la compuse y la grabé durante la pandemia y tiene ese ambiente claustrofóbico. Las dos más flamencas, Hambre y Madera —nunca me había atrevido a cantar tan flamenco— también son nuevas.
P. En Días raros dice algo de lo que nos hemos dado cuenta muchos en estos meses: tu vecino puede ser tu amigo. ¿Qué dice eso de la manera que teníamos de vivir hasta ahora y cómo cree que va a cambiar a partir de ahora?
R. No sabría decirte. Veo que efectivamente hemos tenido la posibilidad de reflexionar, de plantearnos muchas cosas, mucha gente lo ha hecho, pero no sé si lo suficiente como para que cambiemos este modo de vida nuestro que nos conduce al abismo. En esta sociedad de consumo, competitividad y dinero somos completamente individualistas, procuramos nuestro propio bien y punto. Hemos desechado la posibilidad de que nuestro bien sea el bien de todos, y eso nos conduce a un egoísmo absoluto y a una permanente insatisfacción. El tipo de individualismo que deberíamos tener consiste en reconocer que cada uno somos diferentes y aceptar las rarezas de los demás. Somos insectos sociales, pero nos han privatizado la colmena.
P. El disco de C. Tangana, que ha tenido un éxito descomunal, cuenta con colaboraciones de lujo, y todas suenan muy al estilo del invitado. La que firma con usted, Los tontos, suena mucho a Kiko Veneno; la que hace con Drexler, a Drexler; la que hace con Calamaro, a Calamaro… ¿Además de ser muy inteligente y tener las ideas muy claras, cree que C. Tangana tiene talento como compositor?
"Hemos desechado la posibilidad de que nuestro bien sea el bien de todos, y eso nos conduce a un egoísmo absoluto y a una permanente insatisfacción"
R. Por supuesto. Tiene un gran talento y mucha devoción por la música. No se podría hacer un disco como el que ha hecho simplemente siendo espabilado. Ha hecho un viraje en su carrera muy interesante hacia la música popular de raíces.
P. La canción de Los tontos se la enseñó a usted ya compuesta o la hicieron entre los dos?
R. La canción ya estaba hecha, yo solo le añadí el solo de guitarra.
P. ¿Y cómo es Antón Álvarez en el trato personal? Debajo de esa imagen de chulería que proyecta en el personaje de C. Tangana, parece un músico humilde y con devoción sincera por todas las leyendas de la música que ha reunido a su alrededor.
R. Sí, lo que demuestra hacia el resto de músicos es respeto y compañerismo. Después hay formas diferentes de proyectarse al público, eso es otra historia.
P. ¿Cree que la música en directo va a dar un subidón después de este año y medio de silencio?
R. Yo creo que sí, en los pocos conciertos que he podido hacer hasta ahora he visto que la gente tiene muchísimas ganas de música en directo.
P. ¿Qué planes tiene para presentar el disco en directo este verano?
R. Tenemos una serie de conciertos programados y estoy preparándome con mi grupo para que sonemos lo más parecido posible al disco. También haremos conciertos más pequeños en formato acústico y estoy adaptando las canciones para tocarlas solo con guitarra y poco más. Son conciertos que también tienen su encanto, porque son más íntimos y se dialoga mucho con el público, y toco también muchas canciones mías antiguas que la gente conoce y aprecia.
P. La última vez que hablamos me dijo que la música era más necesaria que nunca. Con lo que ha pasado desde entonces, imagino que ahora la considerará incluso más necesaria.
R. Pues imagínate... Pero eso no va a hacer que la gente se emocione más con la música. Antes de la pandemia vivíamos en una sociedad en la que había horror al silencio y una necesidad de rellenar nuestra vida haciendo cosas continuamente. Esa ansia es destructiva, necesitamos un ritmo más pausado. Hacer menos cosas pero asimilarlas mejor.