La crisis del coronavirus sorprendió a Donna Leon (Montclair, Nueva Jersey, 1942) en Zúrich, donde lleva casi un mes varada, pero no confinada. Y es que, como explica a El Cultural, “afortunadamente el lugar donde me alojo cuenta con un gran parque, un bosque inmenso, y puedo salir y dar largos paseos todos los días”. También confiesa, vía email (porque es alérgica a los móviles), que lamenta “muchísimo lo que está sufriendo vuestro país, España, vuestros amigos y familiares que padecen todo ese horror, esa angustia y esa incertidumbre. Espero de verdad que pronto podamos recuperar plenamente nuestras vidas”.
De origen irlandés y antepasados españoles, Leon desembarcó en Italia en 1965 para estudiar en Siena y Perugia. Trabajó como guía turística en Roma y fue profesora en distintas escuelas norteamericanas en Irán, China y Arabia Saudita hasta que decidió instalarse en Venecia en 1981 (“me enamoré de ella al instante”) para dar clase en una base aérea de la OTAN en Aviano, primero, y en una universidad cercana, después. En 1992, casi por azar, comenzó a escribir novelas policiacas ambientadas en la capital del Véneto y protagonizadas por el comisario Guido Brunetti, un policía descreído, culto y sentimental que ha ido evolucionando hacia un ecologismo moderado, como su creadora, sin perder su pasión por los clásicos, la familia y la buena mesa.
Encendida defensora del medio ambiente, la veterana escritora hace tiempo que abandonó Venecia para refugiarse en Suiza, pero sus tramas siguen desarrollándose en la ciudad de los canales, denunciando sus lacras económicas, políticas y sociales. Así, en este último libro, Con el agua al cuello (Seix Barral), una viuda moribunda confiesa a Brunetti, mientras agoniza, que la muerte supuestamente accidental de su marido fue en realidad un asesinato por culpa del dinero sucio. “Ellos le mataron”, susurra. Contra toda evidencia, el comisario investigará si el trabajo del difunto en los laboratorios que certifican la calidad del agua de la ciudad y la contaminación que algunas empresas quieren ocultar, tiene algo (o todo) que ver.
La ecología y el coronavirus
Ecologista convencida, pues, cree que “la destrucción despiadada de nuestro medio ambiente es el mayor problema de la humanidad”, y que hasta el coronavirus tiene demasiado que ver con el maltrato que infligimos a la naturaleza: “Desde luego. Por lo que he leído, los chinos dicen que la enfermedad se transmitió de un animal a otro cuando alguien comió un murciélago que padecía el virus. Si esto es cierto, entonces es la naturaleza la que está provocando la pandemia, pero, ¿por qué comer murciélago va a ser peor que comer pollo? Lo cierto es que estas transferencias de enfermedades suceden y continuarán sucediendo porque estamos destruyendo sistemáticamente el medio ambiente de muchas especies de animales”.
"Crecí en una democracia ejemplar, pero Estados Unidos ya no es una sociedad igualitaria. Los ricos gobiernan y a la gente le parece normal"
Pregunta. ¿Cree que Europa ha estado a la altura de su historia al abordar el problema de la pandemia actual?
Respuesta. Me temo que Europa carece de una estrategia clara sobre cómo reaccionar. Incluso cuando se hizo evidente que la cuarentena de la población era la única manera de reducir la mortalidad, los gobiernos se negaron a emitir decretos para confinar a la población en sus hogares. Los negocios eran más importantes, la economía era más importante… y dejaron, dejan, que demasiada gente esté en las calles sin control.
P. Tampoco parece que las autoridades estadounidenses sepan muy bien cómo actuar.
R. Bueno, es que este es un momento terrible para hablar de Estados Unidos. Crecí en una democracia ejemplar, pero ya no es una sociedad igualitaria. Los ricos gobiernan y la gente parece pensar que eso es lo normal. No quiero pensar siquiera en lo que puede estar sucediendo ahora a los miembros de las minorías: dime que la ley es igual para las personas de todas las razas, procedencias o colores. Y no te creeré.
P. De todas formas, a usted la crisis la encontró en Suiza. ¿Vuelve a menudo a Venecia?
R. Abandoné Venecia hace dos años porque me resultaba insoportable, pero he continuado visitando la ciudad al menos una vez al mes, en tren, y me suelo quedar una semana o diez días. Todavía tengo allí buenos amigos, personas que considero mi familia. La verdad es que no sé cuándo alguien podrá viajar de nuevo a Italia, pero, por supuesto, yo volveré.
P. Sin embargo, en sus libros y de manera creciente suele retratar el turismo como una suerte de terrorismo…
R. Sí, porque creo que las consecuencias a largo plazo del turismo son mucho peores en lo que a la contaminación y los daños al medio ambiente se refiere, y sus efectos, a largo plazo, serán mucho peores y más letales que el terrorismo. ¿Necesita el mundo decenas de miles de vuelos aéreos, tan dañinos y contaminantes, al mismo tiempo? ¿Venecia necesita treinta y tres millones de turistas al año? ¿Y Barcelona?
P. Quizá por esa certeza, el comisario Brunetti de Con el agua al cuello parece más oscuro y desesperanzado que nunca.
R. Sí, supongo que porque es un espejo de mi propia visión del mundo, que se oscurece cada año. Por extraño que parezca, soy una persona alegre y optimista, pero tengo pocas esperanzas de que el mundo mejore de alguna manera.
"Las consecuencias a largo plazo del turismo en lo que a daños al medio ambiente se refiere serán más letales que el terrorismo"
P. ¿Y qué pasa con Paola, la esposa de Brunetti, y con la signorina Elettra, cómo y cuánto han cambiado todos estos años?
R. Paola se ha mantenido prácticamente igual, creo, pero Elettra ha florecido a medida que su talento ha crecido y ha sido aceptada como la verdadera gobernante de la Questura.
P. ¿Y usted como narradora?
R. Creo que mis libros se parecen entre sí. Mi prosa no ha cambiado mucho: es la escritura de una persona que ha leído mucho y que ama el lenguaje y juega con él, aunque, obviamente, el medio ambiente se ha convertido en la preocupación central de muchos de mis libros.
Lectora apasionada de Jane Austen y Charles Dickens, de Esquilo y Eurípides, de Emily Dickinson y John Donne, reconoce que, a pesar del tiempo en el que ha vivido en Italia no conoce a sus jóvenes escritores, pero que tampoco lee a los ingleses o estadounidenses porque, si puede, “paso mi tiempo libre con músicos”.
Realmente la música es esencial para comprender a Donna Leon, sobre todo la música barroca. De hecho, el primer caso de Brunetti fue el asesinato de un director de ópera en La Fenice de Venecia, y ella misma es mecenas de una orquesta. “Sí, durante cinco años he trabajado con Il Pomo d’Oro, viajando con ellos a conciertos y grabaciones. Pero el mundo de la música está paralizado al menos hasta el verano. Esperemos que la música y la alegría que trae vuelvan y nos ayuden a todos en estos tiempos”.