En pie desde antes de las seis de la mañana, a sus 76 años, Donna Leon (Nueva Jersey, 1942) es todo un derroche de energía y vitalidad. La escritora, que vivía desde 1981 instalada en Venecia, hace un par de años que se trasladó a Suiza para huir de la masificación turística. Confiesa que le gusta mucho nuestro país. "Los españoles de hoy para mí son como eran los italianos en los años 70. Abiertos, amables, un poco hacia la izquierda... viven relativamente bien".
A España ha viajado para presentar su última novela, En el nombre del hijo (Seix Barral), protagonizada por su comisario estrella Guido Brunetti. Junto a él, lleva ya nada menos que 28 títulos desde 1993. Una relación, admite, de la que no se aburre. "Creo que cuando sea malo seré la primera persona en darse cuenta de que lo es. Cuando tú invitas a alguien a tu casa a cenar, no le sirves mala comida", asevera. Con la mente en el futuro y con un espíritu incansable nos cuenta que solo le quedan dos capítulos para su siguiente libro. "Soy una esclava -bromea en español- una esclava de mi arte".
Pregunta. Con Brunetti se acerca ya a su número treinta, ¿hará algo especial para celebrarlo?
Respuesta. Puede. La verdad es que tengo una especie de asignatura pendiente con Nápoles. He ido recientemente en más de una ocasión y me encanta, así que sí, igual en la novela número treinta saco a Brunetti de Venecia y me lo llevo a Nápoles. Aunque para eso, yo misma debería vivir al menos dos o tres meses en Nápoles. Pero claro, luego lo pienso, y deberían ser dos meses en verano, dos en otoño, dos en invierno… para conocer la ciudad en todas las estaciones, y no hablo el idioma, porque no entiendo el napolitano, así que no sé...
P. ¿Tanta importancia tiene el entorno en su obra?
R. Sí. Por ejemplo, yo ya no podría escribir sobre América del Norte porque ya no la conozco. Son cincuenta años que no vivo allí, no tengo el contexto, ya no comprendo nada. Cuando leo el New York, o incluso el New York Times, hay palabras que directamente ya no entiendo. ¿Quién es Britney Spears?
Podría dejar entrever cierto reproche o crítica, pero Donna Leon se lo pregunta en serio. La escritora vive sin teléfono móvil o televisión. "No voy al cine -tercia-. Nunca en mi vida he visto a George Clooney en la pantalla, nunca. Sé quién es, que es un actor, pero nada más".
P. ¿Y qué hace con su tiempo libre?
R. Escucho música, leo, camino muchísimo y trabajo en mi huerto. Si estoy en casa y estoy despierta y no estoy escribiendo, estoy leyendo.
"Empresas como Monsato, British Petroleum, Amazon, Facebook... están tratando de matarme al igual que están tratando de matarte a ti"
P. En En el nombre del hijo parte de la intriga que construye está relacionada con las relaciones de sus personajes, ¿es este el mayor misterio de la vida?
R. Sí. Todavía hoy, en una pareja feliz con un hogar, tres hijos, un perro, un gato, un entorno agradable y amigos, cualquiera de los dos miembros de la relación puede entrar por la puerta un día y decir que se acabó, sin que la otra persona tenga ni idea de por qué, o de dónde viene eso. Es fácil cuando hay una tercera persona pero es que muchas veces esa no es la razón. Entonces es cuando no hay ni una pista de por qué. Y ese es el misterio de la vida.
P. Dice su protagonista que, en los últimos años, hablar de política, inmigración o cualquier otro asunto importante se ha vuelto cada vez más peligroso, ¿comparte su opinión?
R. Dejo hablar a Brunetti porque yo no soy española, ni italiana, ni soy suiza. Creo que para hablar uno tiene que sentir muy suyas, muy internamente, estas cuestiones antes de dar una opinión, porque si no, no puedes, no estás legitimado para darlas. Yo sí me siento legitimada, por ejemplo, para hablar sobre ecología. Y decir que Monsato, o British Petroleum, Amazon, Facebook... Están tratando de matarme al igual que están tratando de matarte a ti. En realidad es lo mismo. Sea una u otra. Pero no estoy legitimada para hablar de políticos españoles o políticos italianos.
P. ¿Cree que el mundo de la política en general cada vez está más revuelto?
R. Tengo la sensación de que todos los locos han dejado los hospitales, están en la calle y están sueltos. Y el tipo de loco que tenemos es como el presidente de Filipinas que en el caso de aquella mujer que violaron y que mataron se permitió el lujo de decir que él también lo hubiera hecho. Si es este tipo de político el que tenemos enfrente de un país... También el escándalo de Trump fue público. En público dijo cómo agarraría a las mujeres y no pasó nada. No lo entiendo. Es algo que está repartido por el mundo. Sin embargo en Nueva Zelanda, no ocurre. Porque hay una mujer.
P. ¿Hacen falta más mujeres en estos espacios políticos?
R. Sí. Estoy generalizando mucho, y posiblemente sea sexista y apriorista, pero la primera reacción, la respuesta instintiva de las mujeres ante una situación de violencia, de ataque o de peligro, no es la violencia. Tienen otra gama de reacciones ante eso. Por supuesto, las mujeres pueden ser terribles y violentas pero no es su primer instinto.
"La novela negra todavía se ve distinta al resto de géneros. No puedes mezclar en la misma frase a Agatha Christie y Jane Austen"
P. En su novela, hace que Brunetti lea Las troyanas, ¿hay mucho que aprender de las tragedias griegas?
R. De hecho, es una lectura en la que hay que parar casi a cada página, y pensar: "Oh, Dios mío, es cierto". Recientemente la ONU intentó promulgar una ley que consideraba la violación como un arma de guerra y Estados Unidos advirtió que lo vetaría. Esa reacción lo que indica es que no es una cuestión de salarios o derechos, sino de sexo. Y están diciéndote a la cara que lo que interesa solo es eso. Es lo único que importa. Trump se negó porque esa ley contemplaba la intervención médica en caso de embarazo y avisó de que si eso implicaba un aborto, la vetaría. Para muchos hombres la mujer es un útero con piernas. Y esa es la mentalidad del macho que está volviendo a hacerse con las riendas del mundo. Soy muy reticente a decir este tipo de cosas públicamente. Porque inmediatamente cuando una mujer dice algo así, la reacción es decirte: "Tú tienes un problema". Pero si cuando regresas sola por la noche, a las tres de la mañana, y te cruzas con una mujer, sigues caminando y cuando, te encuentras a un chico joven, te aceleras, ahí está la diferencia. No porque tengas un problema. Sino porque estadísticamente sabes que hay un riesgo. Estás atenta a las posibilidades. A lo que puede ocurrir.
P. Lo plantea en su novela, ¿cómo los escritores pueden hacer que las cosas más horribles sean hermosas?
R. Yo creo que en mi caso es porque evito describir el mal, evito la textualidad y recrearme en la parte de mayor violencia. En este caso, por ejemplo, -señala un libro de Stieg Larsson- hay descripción explícita de violencia sexual. Y eso es feo. No hay belleza ahí. Creo que para la gente no es saludable leerlo. ¿Por qué alguien querría imaginar algo así? Los griegos sabían de esto. Ellos pensaban que no había que describir la violencia, sino insinuarla. Que es algo que ocurre en otro espacio, en otra habitación, y alguien viene y te lo cuenta. Pero nunca hay una descripción directa. Es como la cuarta pared en el teatro. Hay un muro entre el lector y lo que ocurre. De hecho, tienes que usar tu imaginación, y eso en realidad peor.
P. Conversará esta noche con Berna González Harbour sobre la novela negra, ¿cómo cree que ha evolucionado el género?
R. Creo que a la novela negra, como a la ciencia ficción, todavía se la ve como algo distinto al resto de géneros. No mejor ni peor, pero sí diferente y no es una distinción horizontal, sino vertical. Todavía no puedes mezclar en la misma frase a Agatha Christie y Jane Austen, salvo para decir que las dos escribían libros. Dickens, Balzac, Tolstói... te lo enseñan todo sobre la vida y sobre la gente. Pero en general los escritores de género negro acabamos reduciéndonos al "quién lo hizo", y en el mejor de los casos al "por qué".
P. ¿Y lee a los autores noveles?
R. No, no lo hago. Leo a John D. MacDonald o Chandler. Raymond Chandler es malísimo con las tramas, pero sus libros están tan bellamente escritos… En inglés, el lenguaje es tan fantástico que vale la pena. Me encanta leerlo. Y su comprensión del alma de las personas es fascinante. Además, si no lees muchos libros buenos e interesantes, es imposible que tú escribas un libro bueno e interesante. O al menos es muy difícil.
P. Por último, ¿cree que si Brunetti la investigara, encontraría "cadáveres" dentro de sus armarios?
R. No encontraría nada, pero quizás Elettra encontraría muchas cosas... Estoy pensando que sí, que ella podría. Es el personaje más perfecto, más ideal, que he escrito. Deus ex machina. No me importaría tener una señorita Elettra en mi vida.