La grafomanía: finalistas
Hola, amigos.
Qué agradable es el pijama, ¿verdad? El pijama o el esquijama y las chinelas o las pantuflas o las zapatillas de andar por casa, como queramos llamarlos, y la bata o el batín cuando la calefacción no combate el frío con la eficacia necesaria. A veces uno se pregunta porqué no podemos ir vestidos con pijama y pantuflas por la calle, incluso con bata en lugar de abrigo. Quizá porque la comodidad del pijama es fuente de inspiración para el sueño, pues basta ponérselo sobre el maltrecho cuerpo, sobre los hombros torturados por el fatigoso día laboral, para sentir la llamada de la selva doméstica, que siempre nos conduce a la cama.
Sobre tan peligrosa prenda escribiremos la semana que viene, amigos, sobre el pijama.
Entretanto, veamos quiénes son los finalistas en la semana de dedicada a la grafomanía:
La Marca Amarilla
Aprovechaba su insomnio para escribir muchas novelas soporíferas.
Torivino
Apostado tras la cristalera del café escribía sin parar. A veces se le escapaban personajes que corrían a confundirse con los de fuera.
Dietario
No contaba con que su asesor financiero además de un gran ingeniero fiscal fuera un grafómano compulsivo.
Xolani
Por causa de aquella manía de anotarlo todo, cuando la policía del Régimen lo detuvo no logró reunir ánimos para negar nada.
La Marca Amarilla
Le llamaron para comunicarle aquel premio literario anual, pero él no recordaba por cuál de las veinte novelas que había escrito ese año.
Kamau
El diario que había llevado en secreto desde niña, donde todo lo anotaba, le sirvió a la policía para identificar a su asesino.
Khamisi
La escritura era para ella mucho más que su medio de vida. Cuando comenzaron los temblores en las manos, supo qué tenía que hacer.
Scribomania
Nadie entendía su continua agitación ni el rítmico movimiento de sus dedos. De súbito, despertó del coma gritando: «¡Terminé la novela!».
Escribanía
Aquella fatídica noche, mientras escribía soñando con eternizar la vida de los marineros, olvidó que era farero.
Ayo
Tras haber corregido su novela centenares de veces, ya era viejo cuando la mandó a una editorial convencido de que se la publicarían.
Kiano
Durante toda la noche y mientras dormía, su mano derecha no cesaba de moverse lateralmente, como si continuara escribiendo la novela.
MJR
Escribía por encargo cartas de amor a las novias de sus compañeros reclusos.
Un día apareció degollado. Dicen que ponía demasiada pasión.
Montgat
Se hacía tarde, así que tuvieron que arrancarle la pluma de la mano y conducirle al patíbulo.
Zhenia
Después de doce años dedicando quince horas al día a escribir su novela, puso el punto final al ver aparecer el barco de rescate.
La huella
Empezó a escribir en lenguas antiguas.
Sólo entonces, el cura asumió que el analfabeto de Gregorio estaba poseído.
Rupestre
Sintió una necesidad incontrolable de contarlo y llenó de imágenes de bisontes y antílopes las paredes de la caverna.
Madior
“¡A vuestro padre jamás se le debe interrumpir cuando está escribiendo!”, les advirtió un día su madre señalando hacia aquel desconocido.
Nota-1
Pensó acabar con todo; empezó escribiendo la nota de suicidio y terminó redactando sus memorias.
JiV
Siempre había pensado que el de novelista era un oficio tranquilo, pero no podía dejar de disparar, seducir o robar para seguir escribiendo.
Elpis
Escribe hasta que le vencen los párpados, y descansa, satisfecho, a la espera de su próximo fracaso.
Y uno, de regalo:
Valmont
Su vida fue aburrida y gris, pero dejó unas memorias chispeantes y llenas de aventura.
Para aparecer con nombre y apellidos si ganáis, por favor, escribid a cuenta140@elcultural.es
Saludos cordiales