Playtime. Galería Nogueras Blanchard. Doctor Fourquet, 4. Madrid. Hasta el 27 de julio. De 600 a 11.000 €
Se abre el telón. Aparece el interior de un aeropuerto en el que decenas de personajes variopintos se mueven de un lugar a otro. Estamos en el París de los años sesenta, en el que aterriza un grupo de turistas americanos que se dirige rápidamente a descubrir la capital francesa por sus amplias avenidas, sorprendidos de que las farolas sean idénticas a las de Nueva York y de encontrarse con coches tan pequeños. Así comienza Playtime, la película en la que Jacques Tati vertía, en 1967, su ácida visión de las "innovaciones" de la modernidad, casi al mismo tiempo en el que Guy Debord y Lefebvre reflexionaban sobre la ciudad contemporánea y Dan Graham fotografiaba sus Homes for America. Este es el punto de partida de la exposición con la que la galería Nogueras Blanchard cierra la temporada, un proyecto que transita entre las transformaciones de la gran metrópoli, la figura del anti-héroe urbano y el humor, en una propuesta que no descubre obras nuevas pero que supone un reencuentro con piezas excepcionales, algunas de ellas difíciles de ver, como las geniales Conversaciones telefónicas (1973) de Isidoro Valcárcel Medina, que ni están a la venta ni forman parte de ninguna colección, y se han transferido a digital desde casetes para la ocasión.
Un rumor recorre la sala, igual que el zumbido eléctrico y el sonido del tráfico resuenan en la banda sonora de Tati, es Valcárcel Medina marcando aleatoriamente a los contactos que encuentra en el listín telefónico. ¿El motivo? estrena teléfono en casa y quiere darles su número. Lo inesperado produce situaciones insólitas. Algunos de sus interlocutores apuntan obedientemente su mensaje, mientras que otros le interrogan sobre el tipo de obra que hace. El teléfono no es el único invento recogido en la muestra, también la arquitectura despersonalizada de los centros comerciales en el tapiz cuadriculado, a modo de patchwork, de Samuel Labadie. Se trata del primer centro cerrado de la historia, en Minnesota, hoy prácticamente abandonado con la mayoría de sus locales vacíos. Algo parecido a lo que vemos en su dibujo de Seseña, en el que los elementos de esta macrourbanización se repiten como se disponen las figuras geométricas en una pieza minimalista. Paisaje también, aunque subjetivo, en las obras de Mònica Planes (Barcelona, 1992), la más joven entre los participantes. Su serie Garden Collection (2017) es maravillosa, parece un muestrario de materiales constructivos metódicamente recogidos en pequeños contenedores de cemento con ruedas.
La resistencia a todas estas transformaciones la encarna, en el filme, el singular Monsieur Hulot, ese personaje de pantalones pesqueros tan propio del cine mudo que lucha contra la excentricidad de los avances tecnológicos y de consumo. Los grabados de Ana Jotta nos lo recuerdan, y los environments inmersivos de Lea Lublin el transitar por la ciudad hostil. Pone el punto y seguido el vídeo de Ignasi Aballí This Is Not The End, una imagen fija de un cartelón con esta frase a la que superpone subtítulos con cambios sutiles. Lo artesanal está presente en el tembleque de la cámara y el grano de los 16 mm. Juega Aballí, de nuevo, con las múltiples interpretaciones de una frase aparentemente sencilla. "Por ahora no se acaba", anuncia en una de ellos. Y el telón no termina de bajarse.