En marzo de este año dos informes alertaban de la situación que vive nuestro planeta. El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente –que se publica desde 1997– radiografiaba los principales problemas que nos acosan, desde la contaminación del aire a la desertización, desde la pérdida de hábitats a la reducción de agua dulce. Más de 300 científicos y expertos han concluido que los modelos de producción y consumo, más los estragos del cambio climático, están poniendo en serio peligro la salud humana. Del informe se desprende que solo hay un camino: seguir las pautas marcadas por tratados internacionales como el Acuerdo de París de 2015.
Otro aviso reciente ha sido la publicación en PLoS Biology del primer mapa en el que se refleja cómo los humanos están acabando con la biodiversidad. La deforestación y la caza furtiva afectan ya, según el estudio, al 84 % de la superficie terrestre. Además, se muestra cómo el sureste asiático, una de las regiones con mayor biodiversidad del planeta, es la zona con mayor número de especies perjudicadas. Se detalla también cómo los leones africanos, elefantes y tigres son algunas de las especies en peligro de extinción que más sufren el proceso.
Esta situación es la que vienen estudiando desde hace décadas las ecólogas Gretchen Daily (Washington, 1964) y Georgina Mace (Londres, 1953), reconocidas este año con el Premio Fundación BBVA en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación. Las investigadoras han desarrollado herramientas para estudiar la naturaleza y para aplicar políticas contra la progresiva pérdida de especies.
Daily, actual titular de la Cátedra Bing del departamento de Biología de la Universidad de Stanford y autora de más de 200 artículos de investigación, considera los actuales medios tecnológicos fundamentales para estos estudios. Recuerda a El Cultural a modo de metáfora la famosa fotografía Earthrise que el astronauta William Anders realizó en 1968 a bordo del Apolo VIII. “Mostró por primera vez nuestro hermoso planeta azul desde el espacio”, explica a El Cultural. Junto a su grupo, se encuentra ensayando sensores de audio que permiten escuchar los sonidos de la vida en los ecosistemas. “Los avances tecnológicos nos están ayudando a conservar la biodiversidad. Hoy podemos ‘ver’ el planeta a través de sofisticados satélites y controlar el estado de los bosques y humedales. La Inteligencia Artificial, por ejemplo, nos está ayudando a interpretar el inabarcable caudal de datos”.
La investigadora estadounidense es la impulsora de INVEST, un software utilizado ya por 185 países para mapear y cuantificar el valor de los bienes y servicios de la naturaleza: “Bien gestionados, los ecosistemas aportan un flujo de servicios que son vitales para la humanidad. Entre otros, la producción de alimentos y la potabilización de agua”.
Mace, que ha desarrollado su carrera entre el Instituto Smithsonian, en Estados Unidos, y la Universidad de Newcastle y la Sociedad Zoológica de Londres, también advierte en la tecnología una forma muy útil de chequeo y prevención. Entre sus logros se encuentra el desarrollo de la Lista Roja de la Unión Internacional de Conservación para la Naturaleza (UICN), encargada de definir los criterios científicos que determinan el grado de amenaza de una especie.
“La Lista –precisa a El Cultural– permite establecer prioridades para conservar. Lo más importante es valorar el riesgo de extinción”. Tecnologías como el marcaje y el mapeo genético de especies raras (fingerprinting de ADN), los sensores medioambientales que alertan de agentes patógenos y de los niveles de polución, la agricultura de precisión, energías como la eólica y la solar y todos los mecanismos que ayudan a la conservación de especies salvajes en zoológicos y reservas resultan para Mace esenciales.
Una actividad rentable
La posibilidad de que la conservación de los ecosistemas sea atractiva desde un punto de vista económico y cultural es una de las metas de la profesora Daily. “Debe ser algo irresistible –apunta con entusiasmo–. ¡Ha de ser un imperativo! Necesitamos cambiar nuestra concepción de la naturaleza y pasar a verla como un activo vital tan digno de recibir inversiones como lo puedan ser nuestra casa, la salud o la educación. Esto implica asumir una visión del mundo que asegure el futuro tanto de las personas como de la naturaleza, de forma que ambas terminen prosperando conjuntamente”.
La conservación por sí sola no basta, tercia Mace. Según la ecóloga británica es necesario incorporar las políticas de conservación a otros ámbitos, en particular a las industrias alimentaria y forestal y a los sectores de minería y extracción de recursos: “La conservación debe formar parte de cada sector y dejar de verse como una actividad aislada. Existen políticas de ámbito nacional y regional con excelentes resultados”. Pese a todo, Mace también ve necesario contar con iniciativas globales porque hay especies amenazadas a causa del tráfico internacional. “Aún así, todos estos proyectos no han logrado frenar la pérdida de biodiversidad”.
La conciencia de ambas investigadoras hace que sus exposiciones sean extremadamente claras. Muchas pasan por responsabilizar directamente al ser humano de su propio futuro. “Hasta el día en que un nuevo asteroide choque contra la Tierra, la humanidad será quien determine el curso de la vida conocida”, sentencia Daily. “Las actividades que realizamos como especie están causando una extinción masiva, llevando las formas de vida del planeta al nivel más bajo de toda nuestra historia”.
¿Podemos hablar entonces de una “sexta extinción”? Mace no lo duda: “Las pruebas permiten afirmar que, salvo que demos un giro ya, los humanos seremos responsables de causar una convulsión de magnitudes comparables a los mayores episodios extintivos de la historia de nuestro planeta. A menos que nos tomemos en serio la preservación, el ritmo de extinción registrará un rápido incremento durante las próximas décadas. Nuestra huella colectiva es demasiado grande para que otras especies puedan seguir viviendo junto a nosotros”. Mace no habla por hablar. Lo ha documentado. Y a esa labor hace referencia Daily para secundar la idea de una extinción masiva: “Además de conocer a fondo el trabajo de Mace he visto con mis propios ojos cómo se extinguían muchas especies. Un gran número de científicos estamos seriamente alarmados por la magnitud de la pérdida que se ha producido en el espacio de nuestras vidas”. Y es que los investigadores medioambientales creían que el cambio visible sólo comenzaría a producirse a finales del siglo XXI. La pérdida global de insectos, los polinizadores y otros muchos, ha sido un auténtitico mazazo para la madre naturaleza.
Fertilizar la luna
Así las cosas, la gran cuestión es si podremos sobrevivir sin las especies que nos han acompañado durante miles de años. Mace considera que podríamos encontrar tecnologías que sustituyan funciones de la naturaleza pero no todas. En todo caso, sentencia con preocupación, “esas soluciones serán costosas, conllevarán altos riesgos y probablemente disminuyan la calidad de vida de una gran parte de la humanidad”.
Daily vuelve a ser muy radical: “No. La especie humana no puede sobrevivir en un planeta diezmado. Tanto nuestra supervivencia como nuestro bienestar dependen de otras especies. Dependemos, pues, de que la maquinaria de la naturaleza siga funcionando”. De las abejas que polinizan las cosechas a las plantas que sirven para realizar los medicamentos, la especie humana parece “condenada” a entenderse con las otras especies con las que comparte planeta. La estadounidense nos brinda un ejemplo de esta interdependencia: si quisiésemos establecer en la Luna un modo de vida perdurable, ¿qué especies, de las millones que existen en la Tierra, necesitaríamos llevarnos para sobrevivir? “Aún siendo selectivos la lista podría ascender a cientos, tal vez a miles, antes de contar con las que resultan cruciales para dar soporte a las primeras. En definitiva, no sabemos cuáles son imprescindibles para sostener la vida humana. Ni tan siquiera un número aproximado. Como mínimo, tendríamos que reservar un lugar a las capaces de proporcionar todo un conjunto de servicios ecosistémicos que los humanos damos por hecho”. Purificación del aire y potabilización del agua, descomposición de residuos, fertilización de suelos, control de plagas, dispersión de semillas, protección contra la radiación ultravioleta del sol y estabilización del clima son algunos de estos “servicios”.
Larvas, lombrices, ácaros…
Y de la Luna al suelo. Penetremos en los organismos que “trabajan” bajo nuestros pies. Según datos facilitados por la propia ecóloga estadounidense gracias a un trabajo de campo en Dinamarca, bajo un metro cuadrado de terreno de pasto se descubrieron alrededor de 50.000 gusanos y larvas, otros tantos insectos y ácaros y casi 12 millones de lombrices. En un solo gramo de tierra se hallaron 30.000 protozoos, 50.000 algas, 400.000 hongos y miles de millones de bacterias. “¿Cuáles llevar a la Luna?”, se pregunta Daily con cierta ironía. “La mayoría de estas especies no han sido hasta ahora objeto del más mínimo examen”. Resumiendo, y citando al entomólogo Edward O. Wilson, “ellas no nos necesitan, pero nosotros a ellas sí”.
Georgina Mace avisa ante la disminución de las especies encargadas de regular la naturaleza: “Habrá costes adicionales y nos enfrentaremos a problemas causados por la pérdida de polinizadores y por la prolifereación de enfermedades y plagas. Puede que seamos capaces de contrarrestar esos problemas pero requerirá de grandes sumas de dinero y no será tan eficaz como los sistemas de la naturaleza, que disfrutamos de forma gratuita y cuya existencia damos por sentada ”.
El lenguaje de la excelencia
Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, que este año se entregarán en el Palacio Euskalduna de Bilbao, reunirán, además de a las premiadas en Ecología y Biología de la Conservación, a los reconocidos en las categorías de Cambio Climático (a Anny Cazenave, John Church y Jonathan Gregory por detectar, comprender y predecir el aumento del nivel del mar como consecuencia del calentamiento global), Biología y Biomedicina (al estadounidense Jeffrey Gordon por descubrir el papel de los microbios intestinales en la salud humana), Tecnologías de la Información y Comunicación (al ingeniero informático Ivan Sutherland por revolucionar la interacción humano-máquina a través de gráficos por ordenador y de la realidad virtual) y Ciencias Básicas (a los físicos Charles L. Kane y Eugene Mele por su descubrimiento de los aislantes topológicos, una nueva clase de materiales con grandes propiedades electrónicas). Completan las categorías de estos premios Economía, Finanzas y Gestión de Empresas (a la estadounidense Claudia Goldin, por sus contribuciones al análisis histórico del papel de la mujer en la economía y por su análisis de las razones de la brecha de género), Humanidades y Ciencias Sociales (al ensayista e intelectual Noam Chomsky por sus contribuciones al estudio del lenguaje humano y por obras como Estructuras sintácticas y El lenguaje y el entendimiento) y Música y Opera (a John Adams, por componer una música que define nuestro tiempo y por su ineludible compromiso con el público).