Susana Solano, formas sanadoras
En la exposición del IVAM se abren líneas cruzadas sobre las que deambularán tres décadas de su trabajo
17 junio, 2019 05:41Susana Solano. Acta. IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Comisario: Joan Ramón Escrivà. Hasta el 13 de octubre
Casi un centenar de obras de formatos, técnicas y materiales diversos ponen de relieve en esta exposición, a modo de retrospectiva, la significación de la obra de Susana Solano, una de las artistas españolas más relevantes de las últimas décadas. Junto a, entre otras, Concha Jerez, Eva Lootz y Elena del Rivero, Susana Solano (Barcelona, 1946) constituye el importante grupo de mujeres artistas que abrieron un espacio de acción en la escultura hasta entonces en manos de los hombres. Con particular proyección internacional en los noventa, llamada a participar en la Bienal de Venecia y la Documenta de Kassel, con el paso del tiempo, su obra fue perdiendo visibilidad, en tanto también otras artistas mujeres de generaciones más jóvenes como Cristina Iglesias, Vicky Civera, Ana Laura Aláez o Itziar Okariz, alcanzaron notoriedad posterior.
Tras la exposición del MACBA de 1999, esta nueva muestra en el IVAM arroja luz no sólo sobre las dos últimas décadas de su trabajo menos conocido, sino que recupera obras anteriores apenas expuestas. Así, entre esculturas, proyecciones, pintura y dibujos, se abren líneas cruzadas sobre las que deambularán tres décadas de su trabajo. Más allá de los débitos originales a los conceptualismos de los años setenta, se proyecta aquí la deriva de la escultura postminimalista y sus posibilidades. Lo consigue a partir de la deslocalización de la escultura, la incorporación y tratamiento de materiales diversos, así como el poder evocador en las formas y sus relaciones, llevados a procesos en los que el espectador culminará la obra misma.
Junto a la madera, el hierro o el plomo, materiales sobre los que se edificaba la obra primera, se incorpora más tarde el aluminio, el caucho o el acero, y las fibras naturales como la médula de ratán o tejidos, ya a mitad de los años 2000. De este modo, la obra de Solano presenta un espacio de concurrencias de alcance muy fecundo. Están también presentes en toda la exposición las preocupaciones constructivas. Se muestran plantas de canales y habitáculos como África (1993) que, tiempo después, van perdiendo dureza cuando sus estructuras se hacen maleables y alcanzan ligerezas sorprendentes, como vemos en Trazos I (2000), o se aplanan en el aluminio doblado de A Philip Guston II (2010) y Espuma (2012). Incluso piezas de la magnitud y carga de Baalbek II (2008) se hacen fluidas y se transmutan en leves objetos. Impresiona la serie tubular Oro (2001) y Elmina (2001) en la que el acero acaba segregando una alfombra.
Todo ello da lugar a una aventura donde se precipitan asociaciones que pudieran parecer extrañas pero que, sin embargo, se suceden de forma natural. Incluso aquello que, a primera vista, simula ser forzado, se ofrece como propio. Solano se emplea aquí echando mano de la simplicidad y, sobre ella, fundamenta un sencillo edificio lleno de desnudeces, abierto a ser habitado por el espectador. Depósitos, cobertizos, celdas o armazones dejan ver, a través de aperturas, elevaciones, recodos, huecos y vacíos, entre rejillas y mallas, leves espacios para el escape o donde sentirse abrigado. No hay formas definitivas, no hay formas fijas. Susana Solano no pone condiciones previas. Su escultura no figurativa, aunque proviene de la tradición abstracta, no desea dejar huellas a las que seguir, como pone de manifiesto el vídeo Edehede II (2004). Sus construcciones son continentes de lo experiencial. Y ahí es donde se establecen relaciones inevitablemente corporales y aparecen lugares para la intimidad y los susurros, cuando no los silencios. Incluso hay cierta penetrante sensualidad, tan pronto punzante como sedativa, en las excelentes obras de la serie Bura (2004-2005), Oro V (2001) y Contra la piel (2005).
Mención aparte merece la sugestiva selección de maquetas de su escultura pública, resumen de su interesante colaboración con arquitectos como Jesús Cebillo, Hans Hollein o Guillermo Vázquez Consuegra, que condensan la evolución de la obra de esta artista extraordinaria, como podemos observar en las magníficas Pérgola (1996-1997), Puente en forma de habitáculo (2000-01) o Colinas huecas (1985).