Ida Vitale: "La vida es sobre todo no entender"
Cuando Ida Vitale supo que había ganado el Premio Cervantes afirmó: “Los españoles siguen igual de locos que en la época de la conquista”. Pero poca locura hay en reconocer a esta mujer y a su capacidad inextinguible de revelarnos el mundo a través de sus versos. De eso, del papel personal y social que concede a la poesía, de sus primeras lecturas y de las secuelas, no siempre malas, del exilio habla la poeta uruguaya en vísperas de su llegada a España.
19 abril, 2019 00:00"En el patio de la escuela había una gran fuente donde nos amontonábamos en el recreo en busca de agua. Entre tanto tratábamos de entender la historia que nos contaban unos preciosos azulejos policromados que la rodeaban, sin duda donación de España. Ilustraban episodios del Quijote, según supe luego”. Esa fue la primera vez que Ida Vitale (Montevideo, 1923) descubrió la magna obra de Cervantes. "Ya adolescente, en un volumen ilustrado que aun prefiero a los 8 volúmenes de los clásicos castellanos, leí de verdad por primera vez el libro de cuya relectura no llevo exacta cuenta", comenta al teléfono desde su casa de Montevideo.
Ahora, tantas décadas después, la poeta uruguaya, superviviente de aquella Generación del 45 en la que destacaron también los versos de Idea Vilariño y Mario Benedetti, se bate una vez más con las palabras, las repiensa y las moldea, con la intención de componer una historia para narrar el 23 de abril cuando reciba el premio Cervantes. Eso sí, no cabe preguntarle por el discurso. "No puedo adelantar nada por ahora. Lucho contra el tiempo".
Pregunta. Fue en aquellos años de escuela cuando comenzó a dejarse atrapar por la literatura, por la poesía, ¿cómo fue ese acercamiento?
Respuesta. Mi primer deslumbramiento fue La isla del tesoro, algún Dickens, varios Verne y sobre todo Guerra y Paz. Hablando de poesía, un poema de la Mistral fue mi primera incomprensión, hasta que muy releído, lo entendí. Lo sumé a Darío, y entonces ya fui consciente de la poesía.
"La poesía es un trabajo compartido entre poeta y lector. Esa pelea compartida, es lo que importa"
P. ¿Cómo puede ser la incomprensión una manera de acercarse a la poesía?
R. Me lo había dictado una joven que estaba empezando a hacer su práctica de maestra y no era muy ducha. Pero había una serie de ambigüedades que no eran para mi edad. Bueno, entendí que tenía que entenderlo y no lo lograba, así que me llevó un tiempo seguir leyéndolo hasta que lo entendí. Tan simple como eso. Cuántas veces lee uno algo que no entiende, porque le falta un dato, hay una palabra que no conoce... Especialmente a cierta edad, la vida es sobre todo no entender. Hay quienes abandonan y hay quienes insisten.
P. ¿Eso se puede aplicar a la poesía, muchas veces vista como compleja e inaccesible?
R. Si claro, la poesía es quizá la literatura más difícil. Salvo la poesía que cuenta, que también existe. La Fontaine, por ejemplo, nos cuenta todo, pero nunca estuvo entre mis poetas favoritos. Porque cuando la poesía no cuenta, cuando se propone como un trabajo compartido entre poeta y lector, entonces sí, plantea problemas. Y a mí me parece que esa complejidad, esa pelea compartida, es lo que importa.
Una inagotable lectora... de prosa
P. Siempre dice que no se concibe sin leer, sin esa parte lectora que nutre a la escritora, ¿cómo es la Ida Vitale lectora?
R. La parte lectora, la de amor y entusiasmo por la palabra, es la más linda, la mejor. Encontrar algo que una no conoce y que la colma es una suerte inagotable. He de confesar que soy mucho más lectora de prosa que de poesía. Siempre hay cosas que una todavía no leyó o que tiene ganas de releer. Por ejemplo Alicia en el País de las Maravillas es un libro que de cuando en cuando releo. Como ya tengo mala memoria no me queda otra que releer.
"Intento ser concisa, precisa, transparente. Uno puede decir cualquier cosa, pero no de cualquier modo"
P. Ahora que dice esto, asegura que siempre fue alérgica a todo lo que no tenía fantasía.
R. En el comienzo sí fue clave, pero con el tiempo esa etapa de las hadas queda un poco postergada. Quizás sea lo natural en un niño, que tampoco debe advertir mucho esa separación entre la realidad y la fantasía. Como en general es lo que nos falta en la vida, es lógico que a cierta edad sea eso lo que nos prime como interés y quizá por eso me sigue atrayendo. Pero no todo fue fantasía, Guerra y Paz no tiene fantasía, y es una de esas lecturas tempranas a las que vuelvo mucho. Tampoco Dickens tenía fantasía, y si la tenía era trágica. Hay etapas para una cosa y para otra. Alicia sí tiene fantasía, pero es uno de esos libros que podemos releer porque detrás de esa fantasía hay una forma de realidad y de crítica de la realidad.
Tras estos inicios lectores nunca abandonados, a los que se unen Selma Lagerlöf, Stevenson, Verne, y más adelante la mitología griega, el propio Quijote, Galdós, los citados Gabriela Mistral y Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez o su adorado Machado, "uno de mis primeros amores", Vitale debutó como poeta con La luz de esta memoria, en 1949. Desde entonces, más de una veintena de poemarios y casi otros tantos libros en prosa, que reflejan su condición de estudiosa, crítica y ensayista, han pavimentado el camino que conduce a un Premio Cervantes que reconoce, según el jurado, su lenguaje preciso y lírico, “intelectual y popular, universal y personal, transparente y hondo”.
"Pienso que cada poema ya escrito es una etapa pasada y lo que corresponde es hacer algo nuevo mejor. Mientras se puede"
P. Se cumplen 70 años de su primer poemario. ¿Cómo recuerda aquel momento?
R. Lejano, claro. Cerca de esa poesía estuve en el momento en que la escribí. Publicarlo fue un poco una inconsciencia, pero siempre hay un momento en que uno queda muy contento. Después viene la insatisfacción, cuando el libro ya está publicado, pero una vez que ya está publicado no es de uno. Es difícil volver... Yo no he sido nunca muy afecta a retocar, no porque no lo creyera necesario, pero pienso que cada poema ya escrito es una etapa pasada y lo que corresponde es hacer algo nuevo mejor. Mientras se puede.
P. Cuando echa la vista atrás y ve su amplia obra, ¿qué evolución percibe?
R. Supongo que siempre hay cambios, pero en esencia creo que hago lo mismo. Intentar ser concisa, precisa, transparente. Uno puede decir cualquier cosa pero no de cualquier modo. La clave está en buscar la palabra precisa y no abusar de los ornamentos, porque existe el peligro de tapar la idea esencial. Hay que perseverar hasta encontrar esa palabra que lo concentre todo.
P. ¿Qué poesía le ha influido, qué poetas han influido en sus versos?
R. Sinceramente no losé, porque siempre pienso que todo lo bueno puede estar influyéndome. No llevo un registro, ni me resultaría fácil. Más bien creo que todo lo leído, bueno y malo, queda muy sumergido y muy digerido y aflora cuando quiere. Tampoco me tomo tanto trabajo en analizarme a mí misma, eso se lo dejo a los críticos.
"Es muy difícil y además poco democrático obligar a la gente a interesarse por la poesía. Pero hay que reivindicarla siempre"
P. ¿Por qué se debe reivindicar la poesía?
R. Simplemente porque es una parte de la creación humana. Habrá quienes la reivindican y a quienes no interese, y es muy difícil y poco democrático obligar a la gente a sentir interés. A mí cierto tipo de pintura puede no interesarme y la eludo. A cada ser humano le llega algo distinto y toda creación debe ser reivindicada. Justifico toda elección.
Un poco más le cuesta a Vitale justificar su elección para este Cervantes, a pesar de que su nombre llevaba años sonando para un galardón, que supone la guinda de un reconocimiento que abarca el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2015, el Federico García Lorca en 2016 y sólo hace unos meses el Premio en Lenguas Romances de la FIL de Guadalajara. “Ventajas de la supervivencia”, bromea la poeta, que asegura que “una con estas cosas nunca acaba de entender el porqué. Por qué yo y no uno de esos grandes poetas, de todos los paíes, que han muerto sin ellos”.
¿Un exilio positivo?
A este respecto, la poeta recuerda especialmente a Emilio Adolfo Westphalen, “un estupendo poeta peruano” al que dedica un capítulo en su recién publicado libro de memorias mexicanas, Shakespeare Palace (Lumen). “Todos los poetas americanos lo han conocido, pero no sé si en España se le ha tenido tanto en cuenta. Creo que se debería”. Esta aventura mexicana fue consecuencia del exilio, al que se embarcó tras el golpe militar que sufrió Uruguay en 1974. “La dictadura no triunfó, manejó el país por diez años, deprimiéndolo”. 25 años después, tras vivir también en Austin, Texas, Vitale regresó a un Montevideo que, como le ocurrió en su día a tantos exiliados españoles, había cambiado.
P. De vuelta en Uruguay, ¿ve el mismo país que dejó atrás?
R. En todos estos años fuera yo he cambiado y, desde luego, el país también. Supongo que ha mejorado en algunas cosas, pero ha empeorado en algo clave, en escuela. Aquí era algo excepcional y no sé si hoy se le da toda la atención y todo el dinero que debiera. Cuando hay cambios en la sociedad, lo primero que se desatiende es la escuela y eso es un grave error.
P. Usted nunca ha hecho poesía política, incluso el exilio lo encaró poéticamente como algo íntimo, ¿por qué?
R. Siempre he tratado de que mi poesía nunca fuera política antes que nada. Muchas veces, todo lo que uno critica puede ser político. En cuanto al exilio, no necesité plasmarlo de ese modo, porque no siempre es malo. Si uno sale huido sin un céntimo a nadie se le ocurre que eso sea bueno. Pero cuando la cosa no es tan trágica, cuando no es fruto de esas guerras tremendas que ha habido, puede dejar algo positivo. Ayuda a abrirse a mundos distintos, leer otras cosas, conocer otra gente, ver otras sociedades...
"Toda América fue país de acogida y así creció, por lo que cerrar las fronteras me parece una estupidez"
P. México y Estados Unidos fueron siempre países de acogida: ¿qué le parecen esos muros que algunos se empeñan en erigir? ¿No hemos aprendido nada tras el terrible siglo XX?
R. ¿De verdad fue tan terrible para todos? Al siglo XXI no se le ve mejor. Toda América fue país de acogida y así creció, por lo que cerrar las fronteras me parece una estupidez. Esperemos que esos muros, además de contener, no impidan también salir a los que están dentro, para que puedan descubrir el resto del mundo tal cual es.
P. ¿Cambiaría hoy algo de su consejo a los poetas, esto es, “En poesía no acates: ataca”?
R. Esta fue una ocurrencia un poco retórica. Aprender es acatar, y esa es la primera
obligación. Pero en esto de la poesía, basta simplemente con que el entusiasmo y un cierto sentido poético se apliquen a descifrar y a entender. Eso es lo principal.