Eduardo Mendoza. Foto: Elena Blanco
Desmintiendo su fama de perezoso ("no lo soy, me faltan horas al día para hacer todo lo que quiero, sólo me aburre lo que me aburre"), Eduardo Mendoza lanza estos días Por qué nos quisimos tanto (Ipso ediciones), un nuevo libro de la colección Baroja (& Yo) que resulta una apasionada declaración de amor.
Expediente B (de Baroja)
P. ¿Cree que se le lee lo suficiente hoy? R. No lo sé. Para mí nunca es suficiente. Creo que hoy se lee mucho. No existirían tantos libros, tantas editoriales, tantas librerías y tantos premios literarios si no se leyera. Sabemos que los bestsellers venden millones. El problema es que aplicamos parámetros antiguos. Antes leía mucho una minoría muy reducida. Un libro de éxito vendía mil o dos mil ejemplares. Hoy todo el mundo está alfabetizado y eso confunde el panorama. A esto se suman otros factores para complicar las cosas. El mercado, el abaratamiento de los costes de edición y el encarecimiento de los gastos generales. Yo creo que cuando decimos que hoy la gente no lee, o que los jóvenes no leen, no hablamos desde una perspectiva numérica, sino desde una perspectiva ético-cultural que enreda más que aclara. Al final acabamos diciendo que antes de la guerra todo era mejor, que la juventud de hoy día no sabe a dónde va, y otros lugares comunes que no sirven para nada. P. Su libro barojiano casi coincide con su última novela, El rey recibe. ¿Ha comenzado ya la escritura de la segunda parte o quizás se está replanteando el proyecto de sus memorias? R. Estoy batallando con la segunda parte. La idea de escribir unas memorias la descarté de entrada. Nadie me aburre tanto como yo mismo. En cambio, creo que he tenido la suerte de vivir una época o de ser testigo de unos fenómenos históricos y culturales interesantes. De algunos mitos fundacionales o de puntos de inflexión. La idea de dejar constancia de cómo viví yo esos momentos es lo que me hizo concebir la trilogía. P. Entonces, ¿cuánto de sí mismo hay en el Rufo de El rey recibe? R. De mí mismo está la mirada del testigo que fui. El anecdotario es pura invención. Estuve en Praga poco antes de la primavera, viví en Londres en los sesenta y en Nueva York en los setenta. Vi la función en directo. No desde la barrera. Quizá desde el gallinero. Pero estuve allí. Otras cosas me las perdí. Qué le vamos a hacer. Ahora, las peripecias sentimentales y la comedia de situación no tienen nada que ver conmigo, ni con personas reales. En este sentido he recibido alguna crítica. Unos esperaban el álbum de fotos, otros querían ver alguna ejecución pública. El proyecto no iba por ahí. P. A menudo ha confesado una íntima sensación de extrañeza, de no estar en el momento justo donde debía, esto es, trabajaba en Nueva York mientras en España la Transición inauguraba un tiempo nuevo... ¿todo fue un inmenso error? R. Antes ya he dicho cómo veo mi vida. He sido trashumante. A veces acerté y otras me equivoqué. En El rey recibe trato de hacer balance de este surtido. Y la conclusión es que, en definitiva, poco importa. Uno no puede ser coleccionista de momentos históricos. Es verdad que me perdí la Transición. O la Movida. Tampoco sé qué habría hecho si hubiera estado aquí en vez de estar allí. Y me consuelo pensando que la distancia me dio perspectiva. ¿Para qué? No sabría decirlo.Injusticia con la Transición
P. Ahora que menciona la Transición, ¿qué le parece esa suerte de causa general que está padeciendo? R. Una gran injusticia. La transición no fue ni condujo al paraíso terrenal, pero en vista de cómo y dónde estábamos, resultó modélica, no sólo para mí sino para el resto del mundo. Es muy fácil criticarla desde la desmemoria, y sí, se pudo hacer mejor, pero no olvidemos la tensión, los zarpazos del Grapo y de ETA, no olvidemos el miedo ni la incertidumbre de entonces, cuando cada día era una partida de póker en la que nos jugábamos el futuro. En realidad, habría que hacer un monumento a todos, a UGT, a los comunistas, al ejército, a las Cortes, que en un caso único en la historia se autodisolvieron.... Ignorar el pasado, tergiversar los logros de la Transición es muy injusto porque veníamos de un pasado terrible, y salió bien. Otra cosa es que eso funcione siempre o que no necesite ajustes. P. ¿Es consciente de cómo ha influido en varias generaciones de autores que se han formado con La verdad sobre el caso Savolta, Sin noticias de Gurb o La ciudad de los prodigios? R. Sí, me consta que miles y miles de estudiantes se iniciaron a la lectura de ficción con novelas mías, porque muchos me lo han dicho infinidad de veces. No tiene nada de particular: he sido obligatorio en la enseñanza obligatoria. Y también me consta que fui para algunos lo que en su día Baroja fue para mí. Eso me enorgullece y me da un poco de vértigo. Voy a ser inmodesto: en medio del envaramiento endémico en la literatura española, yo he aportado un elemento de desfachatez relativamente saludable. Por supuesto, no fui ni soy el único. Quizá llegué en un momento oportuno. Unos años antes o después habría sido otro. Dejemos las cosas así. Desde luego, me reconozco en autores jóvenes y no tan jóvenes. A veces tengo miedo de haber transmitido un método, o una receta. Con fama de perezoso feliz que desmiente, Mendoza asegura al día "me faltan horas para hacer todo lo que quiero" y que, en realidad, le aburre más el relato que el argumento. Y se explica: "Al cabo de catorce horas de ver y oír las mismas cosas sobre una manifestación que duró 45 minutos, estoy aburridísimo. Es como lo del juicio que acaba de empezar, del que se viene hablando desde hace días y a todas horas... Me aburre no el juicio sino el acompañamiento de coros y danzas. O lo de los los libros: no hay día sin premio, ni descubrimiento literario trascendental"."Voy a ser inmodesto: en medio del envaramiento endémico de la literatura española, he aportado un elemento de desfachatez relativamente saludable"
P. ¿Cómo se ve la situación española (y la crispación de Cataluña) desde su refugio londinense? R. Repito lo que ya he dicho. Estar fuera suma y resta. Para los ingleses y su Brexit, España es un ejemplo de estabilidad y buen gobierno. Londres es Troya con el caballo dentro y una vaca de propina. La situación de los países próximos (de los otros no puedo hablar) también es preocupante. Francia, Italia, Hungría, Polonia. Incluso Alemania se asoma al abismo. Todo da a entender que la benévola etapa de la democracia liberal y el estado del bienestar se ha terminado y no sabemos ni intuimos qué vendrá después. Probablemente violencia. Primero resurgió la religión, luego los himnos nacionales. Debe de ser cíclico. P. ¿Es la crisis económica la única explicación de la multiplicación de muros para aislar el llamado Primer Mundo (Estados Unidos, Europa) de refugiados y migrantes? R. Ni idea. Leo análisis y no los entiendo. Por ejemplo: la inmigración masiva es un problema y en muchos casos una tragedia. ¿Por qué no lo fue antes? ¿Porque la imagen de la prosperidad ha llegado a donde antes reinaba una resignación basada en la ignorancia? Quizá sí. Donde hace un siglo Conrad encontró el corazón de las tinieblas hoy te preguntan por los fichajes del Madrid y del Barça. ¿Es eso la globalización? Seguramente. ¿El repunte de los nacionalismos es una de sus consecuencias? Digo yo que sí. P. ¿Qué queda del Mendoza dramaturgo, está preparando alguna obra, alguna adaptación, va mucho al teatro en Londres? R. Siempre me ha gustado el teatro, desde que de niño mi padre me llevaba a ver comedias de enredo y dramones de capa y espada, y sí, sigo yendo. En Londres bastante, porque hay oferta buena y variada. Pero he dejado de escribirlo. La verdad es que cada vez me cuesta más escribir, teatro, novela. Hasta un mail se me hace cuesta arriba. Pero no excluyo que un día me asalte una idea o un impulso o una chifladura. @nmazancot