Mientras el éxito de su anterior novela, Terroristas modernos (Candaya, 2017), la consolidaba como una escritora de primer orden, en la que la radicalidad y el riesgo narrativos conviven con la coherencia y la calidad literarias, Cristina Morales (Granada, 1985) ya tenía en mente su siguiente obra, una novela sobre danza, otra disciplina artística a la que se dedica con su compañía de danza contemporánea Iniciativa Sexual Femenina, que estrena el próximo día 24 la pieza Catalina en el marco del Festival Salmon de Barcelona. Y si bien es cierto que la danza está muy presente, Lectura fácil, último Premio Herralde, es mucho más. "Esto fue concebido desde el primer momento como una novela sobre danza, pero me di cuenta de que hablar sobre danza era hablar sobre la sociedad que produce ese tipo de arte". Contra esa sociedad y su último representante, el lector, descerraja Morales una certera crítica que pone en boca de cuatro mujeres aquejadas con diversos grados de discapacidad intelectual que, libres de muchas de las cortapisas a las que nos condena la normalización, claman a su manera contra las instituciones y las leyes que las mantienen como ciudadanas aparte a la vez que les ofrece modelos de falsa integración. Todo ello ambientado en "la Barcelona anarquista de la okupación, el moderneo subvencionado, el adanismo gentrificado o los fanzines fotocopiados", como dice en su crítica Nadal Suau. Un alegato a favor de la insumisión que nos señala como cómplices. Pregunta. Afirma que el principal motor de su escritura es el disgusto, ¿de qué disgustos nace Lectura fácil? Respuesta. El disgusto principal es la doble moral que se maneja en estos ambientes terapéuticos y sociales relacionados con la discapacidad. Esta doble moral de la integración en virtud de la cual al otro, al que tachamos de diferente y de inferior, intentamos adaptarlo a toda costa a nuestros modos de vida machistas y neoliberales. Pero al mismo tiempo que intentamos integrarlas en esta basura de sistema, a las mujeres con discapacidad que han entendido parte del mensaje y quieren tener hijos se las esteriliza desde el entono familiar o institucional. Si los vamos a integrar, si todos somos bienvenidos y todos podemos ser parte de esta sociedad, ¿por qué los esterilizamos? A este tipo de hipócrita doble moral me refiero. P. Esta trama de la esterilización afecta a una de las protagonistas, pero la novela reúne cuatro voces muy diferentes que convergen en un punto clave: el control absoluto al que están sometidas sus vidas. ¿Es la represión el elemento clave de nuestra sociedad? R. En general sí, y para estos personajes lo es sin ningún género de duda, pues no solo están reprimidos en el plano de la individualidad, de sus deseos personales e íntimos, hasta el punto de no poder elegir ni la ropa que se ponen ni qué comen, sino que hay una represión todavía más voraz que es la de estas personas en sociedad. Es decir, una represión colectiva del tipo de alianzas que están personas pueden establecer entre sí y con los normalizados. Se reprimen sus relaciones de amistad, o como quieran ellos relacionarse políticamente con su entorno, mediante los grupos de autogestores que salen en la novela, grupos en los que los reúnen sus tutores en una suerte de pantomima de reunión social o debate entre amigos con los temas pautados y censurados por sus cuidadores.
Insumisión vs. normalización
"Lo insumiso está proscrito y reprimido para la propia supervivencia del el sistema democrático, el sistema de la normalización"
P. Profundiza así en la línea de sus anteriores obras, donde abordaba desde diferentes perspectivas la autoridad y la resistencia a la misma. ¿Cómo encaja, en este sentido, Lectura fácil en su bibliografía? R. Han sido los lectores quienes me han hecho ver que en todas mis obras hay un análisis del concepto de autoridad o de cómo nos relacionamos con la autoridad los que no tenemos poder. En Terroristas modernos el análisis ponía el foco en un momento histórico muy concreto que investigué en profundidad, pero no deja de ser una interpretación histórica del pasado. Malas palabras, la novela sobre Santa Teresa de Jesús, lanzaba también una interpretación poco menos que de estudiosa sobre la época, y Los combatientes, fue un intento de hacer un análisis desde lo literario de la sumisión en el mundo del arte. Lectura fácil es un ejercicio más ambicioso, más completo en este sentido, por apelar a mi presente diario y cotidiano, como puede ser en lo laboral la danza o en lo político la organización de las asambleas de anarquistas y las polémicas de la nueva izquierda. Quizá por estar más apegada a la experiencia ha salido una novela más desbocada, porque puedo hablar con pleno conocimiento de causa.
"Los escritores debemos ser jueces muy críticos de nuestro presente y atacar la cultura en la que estamos inmersos"P. En este sentido, ¿qué peligros y ventajas encierra reflexionar sobre la actualidad, sobre algo que sucede ante nuestros ojos? R. Diría que son todo ventajas, es una oportunidad que no debe desaprovechar el escritor. Debemos ser jueces muy críticos de nuestro presente, y lo primero que debemos atacar es la cultura en la que estamos inmersos. Por ejemplo, yo incluyo el ambiente de las asambleas y los ateneos libertarios y lo critico de forma irónica, porque si sacralizara a los libertarios y los anarquistas, que son parte de mi cultura, caería en una flagrante contradicción. Precisamente desde esa visión más sentimental es desde donde hay que ejercer la crítica más feroz.
Machismo y censura
Esta crítica feroz le ha valido a Morales el aplauso de otra crítica, la literaria, que ha señalado de forma unánime su novela como revolucionaria y a ella como máximo exponente de una generación de jóvenes escritores, especialmente escritoras, que están renovando fórmulas. Agradecida por esta atención, la escritora rehúye, sin embargo, etiquetas. "La creación de generaciones es algo mediático que legitima la posición del periodista. Honestamente a mí como escritora me interesa por la visibilidad que da a mi obra, pero no porque me sienta integrada en ningún tipo de grupo", opina. "Autores de mi quinta que compartimos una inquietud similar son Max Besora y Borja Bagunyà que han escrito recientemente en catalán un libro llamado Trapologia, que a partir del trap elabora una crítica del mundo literario en catalán que bien podría ser del mundo literario en castellano. Pero desde luego no nos van a poner jamás en un mismo párrafo compartiendo generación, y no lo van a hacer por cosas como la lengua o el sexo, que parece que prima mucho en estos casos". A este respecto, alude la autora a un reportaje publicado hace unos días en El País donde la incluían junto a las escritoras Lucía Baskaran y Aixa de la Cruz. "Ese reportaje tenía algo muy frívolo, en primer lugar por cómo están puestas las fotos, nos hicieron posar a todas en la misma postura y el mismo encuadre y nos pusieron una detrás de otra como si fuéramos muñequitas...", lamenta Morales. "El modo de englobarnos no hace justicia al trabajo de ninguna, nos feminiza y nos objetualiza. Incluso en el texto una agente literaria decía que en el sector editorial ser mujer es un plus mercadotécnicamente. Si esto es todo lo que tiene que decir un periodista sobre las mujeres que escriben...". Pero más allá de estos debates, Morales se confiesa sorprendida del éxito de Lectura fácil, "ya que la novela fue censurada por el primer equipo editorial, con palabras, párrafos y hasta un capítulo que debía desaparecer", reconoce. Por eso insiste en que no tiene "ningún plan preestablecido para insertarme en ninguna corriente en boga, porque, como digo, la novela fue censurada y no parece que fuera atractiva para el sector editorial"."Hay que entender el lenguaje literario y retórico como una institución más de poder y distorsionarlo para que sea un arma"P. Igual que en sus anteriores novelas, parte del rupturismo proviene de una reformulación del lenguaje y del tono en pos de la oralidad, ¿qué supone esta arma de escritura? R. Cuando hablamos o escribimos, lo hacemos dentro de una sociedad y una tradición literaria que indica qué es escribir bien o mal. Para poder distorsionar estos paradigmas dentro de lo literario, hay que entender el lenguaje literario y retórico como una institución más de poder, y convencerse de que una puede hacer uso de ese mal hablar como, efectivamente, un arma arrojadiza. Un arma peligrosa que hay que aprender a montar y disparar. Inventar un lenguaje nuevo con el lenguaje tan connotado que tenemos no es fácil, es una tarea de cocina literaria, de ensayo y error. Cuando escribimos "puta" o "mujer", son palabras tan cargadas de significado que distorsionarlas es la ímproba tarea de la revolución. P. Precisamente una de las críticas de Lectura fácil se centra en el lenguaje burocrático, en la retórica que se convierte en dominio, especialmente en el uso de eufemismos, ¿en qué punto la crítica al lenguaje se convierte en crítica política? R. Nunca van la una sin la otra, y más que nunca en la actualidad, ya que vivimos en una sociedad casi completamente letrada y alfabetizada, y los mensajes políticos llegan a través del lenguaje mucho más que a través de los hechos. Cada partido político se diferencia por cómo se acerca retóricamente a según qué temas. Atacar el lenguaje es el paso más necesario para la revolución, ya que sabemos que la democracia se legitima por sus discursos y por cómo se trasladan a las leyes. Poner en entredicho esos textos y discursos ataca la piedra angular de la democracia.
Destruir las jerarquías
P. Critica, como decía, incluso a las bases anarquistas o comunistas, donde también existe la represión de pensamiento, y afirma que la vieja y la nueva política comparten métodos represivos. ¿No existe ningún organismo realmente horizontal, está todo siempre supeditado a la jerarquización? R. En la política institucional sin duda, pues esta tiene unas reglas de juego bien definidas que pasan por la ley y por toda la jerarquía legal, desde la Constitución hasta los ordenamientos autonómicos. Para poder entrar en la política institucional hay que respetar unas leyes, lo que pasa por respetar cierto tipo de lenguaje. Por ello en lo institucional no encontraremos nada horizontal. Hay intentos maravillosamente exitosos en los márgenes de lo institucional, como pueden ser las asambleas de anarquistas presentes en la novela, cuyos mensajes altamente subversivos han sido adoptados por la nueva política para institucionalizarlos."No se me pueda exigir como escritora que tenga un programa político, hacer una crítica radical desde la literatura ya es una tarea muy valiosa"P. Afirma que la crítica siempre debe ser destructiva, ¿es ya imposible la reforma de muchas de las cosas que critica y sólo se puede empezar desde cero? R. ¡Es que creo que la crítica debe ser destructiva! La crítica que la novela propone, que es contra las instituciones del poder, debe ser destructiva si efectivamente quiere poder construir algo nuevo. Para lograrlo hay que acabar con lo asentado secularmente. No me coloco en un lugar de liderazgo ni de oráculo que da respuestas. Creo que ya es muy valiosa la tarea de diseccionar y de hacer una crítica radical y pormenorizada de los temas que se tocan en la novela, y hacerlo además con el lenguaje de la literatura. No creo que se me pueda exigir como escritora que además tenga un programa político de construcción de una utopía. Eso es algo para los líderes de los movimientos políticos o cívicos. Yo me sitúo más bien en la estela de aquellos pensadores o artistas que se dedican a destruir lo conocido de un modo iluminador. P. De hecho, la novela al final presenta al lector como cómplice, activo o silente, de ese sistema represivo y hace que reflexione sobre su posición ante mucho de lo que critica, ¿qué buscaba despertar en él? R. Ahí se reconoce cualquier lector e incluso yo misma, que soy la primera en estar inmersa en esa mierda. Y desde el corazón de la mierda hay que hurgarla. La novela asimila lo que se da en llamar discapacidad intelectual con la insumisión, con el no entrar en los parámetros de socialización impuestos. ¿Hasta qué punto somos los tachados de normales insumisos? Me parece que muy poco. Entonces, si la novela revela al lector su posición de sumisión o de cómplice silente, el objetivo está cumplido, no era otra mi intención. El objetivo era que la novela fuera un espejo de la miseria cívica y democrática, ofrecer una conciencia de la posición sistemática de sometido o de sometedor, y las dos al mismo tiempo, de las que somos víctimas y verdugos en esta llamada sociedad democrática.