Sara Mesa
"Un país desigual no es un país culto"
3 marzo, 2017 00:00Ilustración: Ulises
Tras el éxito de Cicatriz y de Mala letra, Sara Mesa (1976), una de las voces más originales del panorama narrativo actual, acaba de recuperar (y corregir) Un incendio invisible (Anagrama), premio Málaga en 2011.
El teatro completo de Mayorga. Me tiene hipnotizada.
¿Ha abandonado algún libro por imposible? Bastantes, cada vez más. No hay que sufrir leyendo. Pero soy consciente de que a menudo la imposible soy yo.
¿Con qué personaje le gustaría tomar un café mañana?
Con Iris Murdoch.
¿Recuerda el primer libro que leyó?
El primero no enteramente infantil fue Un zoo en la isla de Gerald Durrell. Lo leí diez o doce veces del tirón, así era yo.
¿Cuáles son sus hábitos lectores? ¿Es de ipad, de papel, lee por la mañana, por la noche, varios a la vez?
Leo en papel, sobre todo los fines de semana y en viajes. En las esperas, en el metro. Mezclando, sin normas.
Cuéntenos alguna experiencia cultural que cambió su manera de ver la vida.
Aprender a leer Mortadelos. Mi hermana mayor me chinchaba cuando ella los leía y yo sólo podía mirar los dibujos, así que lo viví como una forma de acceso a un poder privilegiado y casi mágico.
¿Entiende, le emociona, el arte contemporáneo?
Soy como una turista ante el arte contemporáneo, algo que “visito” de vez en cuando, no entiendo demasiado. Pero hay obras que me emocionan, obviamente. Estaría muerta si no fuese así.
¿De qué artista le gustaría tener una obra en casa?
De Juan Muñoz.
Ejerza de crítico de la última exposición que ha visitado.
Qué bien, porque justo hace poco visité una de Luis Gordillo que me encantó. La continuidad de su mirada desde las primeras obras. Lo lúdico y lo profundo. Las deformaciones como otra manera de creación. Muy grande.
¿De quién fue la idea de recuperar Un incendio invisible?
De Jorge Herralde, que gracias a su voraz curiosidad quiso leer mis libros anteriores a la entrada en Anagrama. Y esta novela le gustó. Y yo encantada.
¿Qué ha cambiado de la novela, y por qué, tras releerla?
He metido tijera. He podado excesos retóricos, redundancias. Ha sido como hacerle la raya al niño antes de ir al colegio, dejarlo más limpito.
¿Cómo ha evolucionado su escritura estos años?
Creo que se depura, se hace más personal. En cierto modo, se esquematiza. Antes me interesaba lo raro en general, ahora me interesa más lo raro particular, las anormalidades de lo supuestamente normal.
¿Hay muchos “incendios invisibles” en la España actual?
Me temo que sí… combustiones internas que nos empeñamos en no ver.
¿Y en el mundillo literario?
Ahí hay más chisporroteos, fuegos artificiales. Y entre medias valiosos fogonazos también.
¿Le importa la crítica? ¿Le sirve para algo?
Claro que me importa. Me sirve para tratar de mejorar. Hago más caso a la negativa que a la positiva, que para eso escuece más.
¿Qué música escucha en casa? ¿Es de Ipod o de vinilo?
Escucho más en el coche o con auriculares cuando paseo a mi perra... Últimamente soul y country-rock... cosas que hacen saltarse las lágrimas.
¿Es usted de las que recelan del cine español?
Uf, que me perdonen todos los que lo están haciendo bien, pero sí. Aunque el otro día esa joya que es La leyenda del tiempo de Isaki Lacuesta tambaleó esta opinión.
¿Qué libro debería leer el presidente del Gobierno?
La conjura de los necios, de J. K. Toole. Va sin segundas.
¿Le gusta España? Denos sus razones.
Me gusta aunque mi sentimiento patriótico es nulo. Adoro ciertos parajes naturales, muchas de sus ciudades. Me disgusta lo rancio español, la tendencia al conservadurismo.
Una idea para mejorar nuestra situación cultural.
Invertir en enseñanza pública, la mejor manera de luchar contra las desigualdades sociales. Para mí un país desigual no es un país culto.