Maite Pagazaurtundúa: "Es posible hacer que ETA condene su pasado criminal"
Coincidiendo con la actual oleada de blanqueamiento de ETA y su entorno, encarnada específicamente en Arnaldo Otegi, la escritora y política Maite Pagazaurtundúa (Hernani, Guipúzcoa, 1965), una de las fundadoras de la iniciativa ciudadana Basta Ya y presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo entre 2005 y 2012, publica Lluvia de Fango (Confluencias), recopilación de artículos que arrancan con el asesinato de su hermano Joseba en 2003 hasta nuestros días. "El mundo de ETA ha sido legalizado sin haber condenado suficientemente el pasado y la terrible crueldad de su estrategia de asesinato y persecución. Ellos no son nuevos, siguen siendo viejos. Son los de siempre solo que ahora están legalizados y no matan. Aquellos líderes de la izquierda abertzale condenados y encarcelados hoy se venden como visionarios de la paz y han conseguido hacerse dueños de las palabras para encontrar el confort semántico, que se ha convertido en confort político e incluso en aceptación social". Para contribuir a impedirlo, Lluvia de Fango desmonta minuciosamente las mentiras de ayer y hoy del entorno de ETA, que busca blanquear décadas de acoso y asesinato de aquellos que no piensan como ellos y no aceptan el nacionalismo obligatorio.
Pregunta.- El título del libro surge de una metáfora, el fango moral en el que está el País Vasco, ¿qué quiere expresar exactamente?
Respuesta.- Hemos vivido una enorme tragedia moral y política en la sociedad española pero muy específicamente en la sociedad vasca, porque aquí mucha gente ha aceptado el mirar hacia otro lado o ha colaborado con ello. Cuando llega la bajamar del terror, cuando cesan los asesinatos, ocurre como después de las grandes mareas, que vemos lo que ha quedado abandonado en el litoral, lo que hay que limpiar. Y cuando calienta el sol y quedan charcos, surge el fango. Es un elemento simbólico que alude a lo que es necesario hacer para regenerar un tejido social muy dañado en el País Vasco y Navarra.
P.- En varios artículos, especialmente en los más antiguos, se dirige hacia la sociedad vasca, ¿cuál es su parte de culpa?
R.- No he solido reprochar nada, creo que he sido muy denotativa. Simplemente contaba las cosas tal y como sucedían a mi alrededor, sin mentiras, con la verdad plena. Las dos claves son el efecto poderosísimo del miedo por una parte y de los prejuicios políticos por otra. La persecución que hemos sufrido durante décadas los que decíamos en alto que no éramos nacionalistas vascos no era realmente importante dentro de las estrategias de los partidos que gobernaban pero no mataban. Los prejuicios políticos, el que muchas veces por temas ideológicos estuvieran más cerca de los otros nacionalistas que sí nos perseguían, nos dejaron en una tierra de nadie. Hay una parte de la sociedad que intenta pasar página sin mirar, cerrando en falso, haciendo lecturas muy acomodaticias pero no muy fieles. Histórica y democráticamente los testimonios tienen que ser fieles porque lo que ocurrió fue la persecución a una forma de vida democrática que por miedo e intereses políticos fue en parte consentida.
P.- Después de haber vivido el terrorismo de la forma más dramática, ¿cómo se destierra el deseo de venganza, cómo consigue ser objetiva?
R.- Primero porque nunca jamás tuve deseo de venganza ni sentí odio. Los escritos reflejan a uña de caballo, con gran valor de testimonio, los rasgos y elementos que ahora cobran una especial fuerza para pintar esa sociedad. Mi objetivo era contar aquello que tenía que ver con la dignidad humana que estaba siendo perseguida pero con la distancia suficiente como para intentar mostrar el marco general. Estos artículos han envejecido bien porque ayudan a desmontar muchas mentiras, algunas de las cuales ya han sido superadas. Pero tenemos nuevas trampas, nuevos trucos que tenemos que seguir desmontando. Y este material da pistas para los que ahora tengan responsabilidades o que no conozcan esa historia, que tengan las herramientas para enfrentarse a las nuevas mentiras.
P.- Actualmente parece que ETA se presenta con la cara lavada tergiversando la verdad, la realidad, ¿qué se puede hacer frente a eso, cómo se combate?
R.- Pues con mucha tenacidad, porque por una parte es muy tranquilizador que hayan cesado los asesinatos, aunque ETA no se haya disuelto ni haya entregado las armas, pero la legalización del mundo heredero de ETA no ha traído hombres ni mujeres nuevos. Estos días, los líderes de lo que ha sido legalizado han tenido que confesar efectivamente su integración con ETA. Estamos ante algo todavía muy sucio donde se intenta aparentar que el haber dejado de matar deja sin efecto todo el mal que esa estructura ha generado en nuestra sociedad. Lo que vemos es que el inmovilismo de fondo de este mundo es total. Mantienen intactos sus postulados ideológicos y lo que intentan es reinventar el pasado y limpiar su imagen sin costes. Siguen sin condenar la historia del terrorismo y dicen que tienen respeto a las víctimas, pero es mentira, porque si lo tuvieran, todos los que son viejos en esa política, desde Hasier Arraiz hasta Arnaldo Otegui, se habrían retirado y hubieran dejado el sitio a gente que no tuviera relación con ETA.
P.- Precisamente Otegui ha vuelto recientemente a la palestra y está recibiendo apoyos de muchos sectores de la sociedad, ¿hasta qué punto esto es preocupante?
R.- Es muy preocupante porque nos persiguieron y mataron a muchos de nuestros seres queridos por la independencia del País Vasco y por el socialismo, decían. Les están apoyando aquellos que de alguna manera se consideran o independentistas o de extrema izquierda y esa afinidad la consideran más importante que todo ese pasado de violencia que no se puede justificar invocando ningún principio político. Quienes quieren la independencia en Cataluña o un régimen distinto a lo que entendemos como Estado de Derecho, de alguna manera les apoyan porque tienen intereses electorales a medio plazo para alcanzar el poder.
P.- El libro abarca hasta la actualidad, ¿qué queda ahora de lo que fue ETA, en qué momento estamos?
R.- Poco a poco el peso del miedo se va aflojando, pero siempre han sido estrategas muy hábiles en el retorcimiento de las palabras, una microviolencia moral que se detalla en el libro. Son tenaces, y como no quieren reconocer que se han equivocado, necesitan alcanzar el poder para reescribir el pasado porque no asumen que lo hicieron mal. Estamos en esa fase, pero podemos conseguir que acepten su culpa. Conseguimos que dejasen las armas y podemos conseguir que tengan que regenerarse y que no nos conviertan en una sociedad que acepta cosas intolerables. Podemos hacerlo pero lo tenemos que articular. Los partidos políticos le tienen que dar importancia. Es un momento muy difícil en general, por toda la situación que vive la política, de lo que también se aprovechan, pero hay que luchar. Necesitamos que haya mucha gente que entienda esto.
P.- ¿Cuál sería ese próximo paso, esa hoja de ruta a seguir para evitar esta manipulación?
R.- Para empezar, no dejarnos engañar ni manipular. Unirnos de manera positiva con las víctimas, intelectuales, historiadores, para que ninguna de las mentiras pueda avanzar y que nuestro discurso sea muy sólido democráticamente. Tenemos que ser exigentes y considerar que es posible que ese mundo de la ETA condene la historia de su pasado criminal. Considerar que es posible que los que los apoyan, sea con buena voluntad o con cálculos electorales, sean afeados por los electores y la sociedad para que eso no siga adelante, porque si no terminarán convirtiéndonos nuevamente en seres estigmatizados y perseguidos y eso no puede volver a ocurrir. Es una batalla ideológica, de la democracia frente a aquellos que no les importa cómo alcanzar el poder o conseguir sus fines. El todo vale frente a la dignidad y la razón. No todo valía para conseguir la independencia de Euskadi en el pasado, con los asesinatos, y no todo vale para conseguir el poder ahora en pleno 2016. No es solo un tema de víctimas del terrorismo, es un tema de decencia, de calidad democrática y de futuro: si el todo vale triunfa tendremos un problema muchísimo más grave.