Carmen Posadas
"En las revoluciones se saca lo peor del ser humano"
23 enero, 2013 01:00Carmen Posadas. Foto: Begoña Rivas
Acaba de publicar 'El testigo invisible' (Planeta).
Pregunta.- ¿De dónde viene ese interés por la familia imperial rusa?
Respuesta.- Yo me casé en Moscú en 1972, y mi familia vivió allí, aunque yo no. En casa siempre nos ha interesado mucho esa historia, y sobre la muerte de los zares hay tantas leyendas, tantas falsas anastasias y tantos zarevich resucitados que casi nadie se acuerda de cuál fue la historia real. También tenía mucho interés en contar cómo fue la muerte de Rasputín.
P.- Vuelve a la novela histórica. ¿Es un género en el que se siente cómoda?
R.- Es un género que me encanta, porque aprendo un montón. Es divertido meterse en la piel de personajes históricos y recrearlos. Hay que leer la Historia con mayúsculas y la petite histoire, como dicen los franceses, las anécdotas, que al final son las que conforman esa Historia con mayúsculas.
P.- ¿Cómo fue el trabajo de documentación?
R.- Sobre este tema hay tanto escrito, que el problema está en decidir qué dejas fuera y qué es verdad y qué no. Hay tantas leyendas y tantas cosas falsas que decidir eso fue lo más difícil.
P.- Ha tenido acceso a documentos confidenciales recién desclasificados.
R.- Sí, al cabo de cierto tiempo el Servicio Secreto británico ha desclasificado algunos documentos que cuentan la intervención del MI6 en la muerte de Rasputín, que estaba muy en contra de la guerra de 1914. La retirada de Rusia hubiera sido una catástrofe para Inglaterra y Francia, porque las fuerzas alemanas se hubieran volcado sobre ese frente en vez de repartirse a este y oeste. Tenían miedo de que convenciera al zar de que se saliera de la guerra, así que mandaron a un agente, Oswald Rayner. Rayner había conocido al príncipe Yusupov en Oxford (los dos eran gays), y le convence de que asesine a Rasputín, para que el MI6 no se manchara las manos y otra persona hiciera el trabajo sucio. Finalmente, el que pegó el tiro fue Rayber, pero a Yusupov, que era muy exhibicionista, le convenía que se creyera que fue él.
P.- Muchos capítulos comienzan con una cita, una carta o algún tipo de documento que ilustra la narración.
R.- Me gusta que mis lectores tengan mi fuente directa, que se ciña a la realidad. Al fin y al cabo, la novela está entretejida con hechos ficticios, pero cuenta una historia real.
P.- Aborda un tema curioso, el de los criados emparentados con la nobleza a la que sirven.
R.- Para mí fue un gran descubrimiento. Nunca había caído en que parte de los criados eran primos, hermanos... Esto era natural en aquella época. Y entonces leí mucho sobre memorias de estos criados con sangre, que se siente parte de la familia.
P.- También se sumerge en la polémica relación entre Rasputín y la zarina, y descarta que fuera más allá de lo espiritual.
R.- Se conservan casi todos los diarios privados. El del zar, por ejemplo, está entero desde que tenía 14 años, y los de la zarina también. Tener acceso a los diarios te da otra dimensión. Aunque hay que leer cosas aburridísimas y banales, entre página y página y página, se encuentra alguna perla. Al leerlos, te das cuenta de que es inverosímil. En las revoluciones se saca lo peor del ser humano, y a la zarina la odiaban.
P.- En el libro se percibe que siente mucha simpatía hacia la zarina, a la que retrata como una persona tímida en un ambiente hostil.
R.- Me sentí muy identificada con ella. Yo también soy muy tímida, y a los tímidos a veces nos confunden por soberbios. Quería que los personajes fueran lo más poliédricos posibles. En la literatura se tiende a la simplificación, pero la vida no es así.