Aguas internacionales
Escapando del indie español
El pasado 28 de febrero tuvo lugar el fallo de los premios Impala que otorga la Asociación Europea de Compañías Independientes. Entre sus candidatos finalistas al mejor álbum independiente estaban Subiza, del grupo de Zarautz Delorean, y Pop Negro del canario afincado en Barcelona El Guincho (Pablo Díaz-Reixa). Aunque al final ninguno se hizo con el premio, ambos son precisamente dos de los nombres más importantes que han sacado sus naves de puerto español hasta aguas internacionales.
Delorean, tras años de trabajo en la parte en sombra del indie español han consolidado su propuesta mediante una paulatina aproximación a la música de baile desde el pop siniestro y el post-punk. Con importantes licencias de su material discográfico en diversos países (la última con el gran sello independiennte Matador), la atención y el respeto crítico de medios foráneos y más conciertos y contribuciones musicales fuera que dentro, Subiza (2010), su último álbum, ya no puede considerarse un disco exclusivamente español.
Hermanado con éstos, con quienes ha colaborado en varias ocasiones, a El Guincho le ha ocurrido algo parecido. Sus temas, donde se mezclan una especie de rescate de músicas comerciales caducas, ritmos tropicales y folklore canario con experimentalismo de baile, han saltado desde la edición de un primer largo en un sello casero en 2006, a fichar por Young Turks, el interesantísimo subsello (allí residen The XX o a Glasser) de la magna discográfica independiente XL, y a girar en serio por EEUU, Inglaterra y Australia en 2010. Morrocotudo.
Esta clase de buenas noticias (que lo son siempre, al margen de si a uno le entusiasma o no la música de sus protagonistas), pasan desapercibidas en muchas ocasiones a los medios generalistas e incluso, sólo a veces, sirven para que algunos indienautas carpetovetónicos saquen a pasear su rollito mamporrero. Pero es innegable que se trata de la punta de lanza de un fenómeno de progresiva exteriorización de una independencia patria que a veces da la sensación de que empieza a moverse con más soltura y respeto fuera que dentro de nuestras queridísimas fronteras.
Al margen del éxito internacional de productos más o menos afines a las tendencias contemporáneas del gusto indie globalizado, cada vez más músicos españoles buscan en otros aires la piedra de toque que les permite hacer precisamente una música con denominación de origen. Así, no deja de sorprender que Christina Rosenvinge haya encontrado su etapa más fecunda y personal grabando en castellano en EEUU de la mano de músicos como Steve Shelley (Sonic Youth), Chris Brokaw (Come), Benjamin Biolay o Georgia Hubley (Yo la Tengo). O que el último trabajo de Remate Superluv, grabado en Brooklyn con producción de LD Beghtol, sea su obra más personal, inspirada e intransferible y, por vez primera, en castellano.
Uno se pone a pensar y los casos se multiplican: Refree encuentra un aliento fresco en su disco en catalán y castellano Matilda impulsado por la ayuda en la producción de Brad Jones (que ya lo hizo lo propio con Sunday Drivers y Els Pets); Rauelsson migra a Portland, Oregon, y fabrica La siembra, la espera y la cosecha un disco precioso con producción de Adam Selzer para el delicado sello Hush Records; el trío de noise pop primerizo Aias fichan a la primera por el prestigioso sello norteamericano Captured Tracks cantando en catalán; los madrileños Lüger, también precoces, se montan giras por EEUU; o los Za! (desde un sello pionero en la internacionalización como es Acuarela) licencian sus discos e invaden desde Terrasa y Calonge tanto Europa como Asia con su experimentalismo ruidista lleno de flow. Vaya, por poner algunos ejemplos y sin contar la afluencia cada vez más normal en diversos puertos latinoamericanos.
Todo esto va a ser lo normal, si no lo es ya. Y es que parece complicado desautorizar la afirmación de El Guincho en entrevista reciente: "Éxito internacional y ese tipo de cosas son una reliquia. Estamos en 2010, existen otros canales de distribución y ya no es una rareza que te escuchen en EE.UU. o Taiwán (...) Es algo que seguramente pasará con un montón de grupos de aquí en adelante". Sí, la expansión de lo propio, de la propuesta personal desde lo local hasta más allá de las fronteras culturales y económicas nacionales se antoja como una salida lógica y viable al entumecimiento. Esperanza.
El pasado 28 de febrero tuvo lugar el fallo de los premios Impala que otorga la Asociación Europea de Compañías Independientes. Entre sus candidatos finalistas al mejor álbum independiente estaban Subiza, del grupo de Zarautz Delorean, y Pop Negro del canario afincado en Barcelona El Guincho (Pablo Díaz-Reixa). Aunque al final ninguno se hizo con el premio, ambos son precisamente dos de los nombres más importantes que han sacado sus naves de puerto español hasta aguas internacionales.
Delorean, tras años de trabajo en la parte en sombra del indie español han consolidado su propuesta mediante una paulatina aproximación a la música de baile desde el pop siniestro y el post-punk. Con importantes licencias de su material discográfico en diversos países (la última con el gran sello independiennte Matador), la atención y el respeto crítico de medios foráneos y más conciertos y contribuciones musicales fuera que dentro, Subiza (2010), su último álbum, ya no puede considerarse un disco exclusivamente español.
Hermanado con éstos, con quienes ha colaborado en varias ocasiones, a El Guincho le ha ocurrido algo parecido. Sus temas, donde se mezclan una especie de rescate de músicas comerciales caducas, ritmos tropicales y folklore canario con experimentalismo de baile, han saltado desde la edición de un primer largo en un sello casero en 2006, a fichar por Young Turks, el interesantísimo subsello (allí residen The XX o a Glasser) de la magna discográfica independiente XL, y a girar en serio por EEUU, Inglaterra y Australia en 2010. Morrocotudo.
Esta clase de buenas noticias (que lo son siempre, al margen de si a uno le entusiasma o no la música de sus protagonistas), pasan desapercibidas en muchas ocasiones a los medios generalistas e incluso, sólo a veces, sirven para que algunos indienautas carpetovetónicos saquen a pasear su rollito mamporrero. Pero es innegable que se trata de la punta de lanza de un fenómeno de progresiva exteriorización de una independencia patria que a veces da la sensación de que empieza a moverse con más soltura y respeto fuera que dentro de nuestras queridísimas fronteras.
Al margen del éxito internacional de productos más o menos afines a las tendencias contemporáneas del gusto indie globalizado, cada vez más músicos españoles buscan en otros aires la piedra de toque que les permite hacer precisamente una música con denominación de origen. Así, no deja de sorprender que Christina Rosenvinge haya encontrado su etapa más fecunda y personal grabando en castellano en EEUU de la mano de músicos como Steve Shelley (Sonic Youth), Chris Brokaw (Come), Benjamin Biolay o Georgia Hubley (Yo la Tengo). O que el último trabajo de Remate Superluv, grabado en Brooklyn con producción de LD Beghtol, sea su obra más personal, inspirada e intransferible y, por vez primera, en castellano.
Uno se pone a pensar y los casos se multiplican: Refree encuentra un aliento fresco en su disco en catalán y castellano Matilda impulsado por la ayuda en la producción de Brad Jones (que ya lo hizo lo propio con Sunday Drivers y Els Pets); Rauelsson migra a Portland, Oregon, y fabrica La siembra, la espera y la cosecha un disco precioso con producción de Adam Selzer para el delicado sello Hush Records; el trío de noise pop primerizo Aias fichan a la primera por el prestigioso sello norteamericano Captured Tracks cantando en catalán; los madrileños Lüger, también precoces, se montan giras por EEUU; o los Za! (desde un sello pionero en la internacionalización como es Acuarela) licencian sus discos e invaden desde Terrasa y Calonge tanto Europa como Asia con su experimentalismo ruidista lleno de flow. Vaya, por poner algunos ejemplos y sin contar la afluencia cada vez más normal en diversos puertos latinoamericanos.
Todo esto va a ser lo normal, si no lo es ya. Y es que parece complicado desautorizar la afirmación de El Guincho en entrevista reciente: "Éxito internacional y ese tipo de cosas son una reliquia. Estamos en 2010, existen otros canales de distribución y ya no es una rareza que te escuchen en EE.UU. o Taiwán (...) Es algo que seguramente pasará con un montón de grupos de aquí en adelante". Sí, la expansión de lo propio, de la propuesta personal desde lo local hasta más allá de las fronteras culturales y económicas nacionales se antoja como una salida lógica y viable al entumecimiento. Esperanza.