Iñaki Ábalos
Hay que repensar la Gran Vía y no dejarla morir de tedio
30 junio, 2010 02:00Iñaki Ábalos
El arquitecto, que presenta hoy un libro en la Residencia de Estudiantes, inaugura la exposición Laboratorio Gran Vía
PREGUNTA.- ¿Es que la crisis les deja mucho tiempo libre o es que la arquitectura está de moda?
RESPUESTA.- Está de moda para hablar de ella pero no para hacerla. En realidad esto es otra forma de hacer arquitectura, también atractiva. Creo que la arquitectura se hace con palabras no sólo con ladrillos. En Laboratorio Gran Vía el visitante verá sobre todo imaginación. Igual que se aísla a los bacilos para ver cómo reaccionan, cada participante elige una palabra, un concepto para aislarlo y con él construir un proyecto. Que no piensen en la Gran Vía como algo sujeto al día a día, sino como una calle de una metrópoli de primer orden que está en crisis y que necesita una rehabilitación.
P.- O sea que la Gran Vía está en crisis...
R.- Los proyectos no tienen un carácter endogámico celebrativo sino experimental. Igual que la creación de la calle que hace 100 años fue un experimento que pegó un tajo brutal en la ciudad. Si el objetivo fue introducirla en la modernidad lo consiguió, con todos estos edificios de oficinas y locales de ocio que hoy están en declive y que necesitan ser repensados con mayor audacia que entonces y no dejarla morir de tedio.
P.- Además de comisariar este Laboratorio, su estudio también participa con una propuesta.
R.- Sí, sólo con esa condición acepté el proyecto. Desde Abalos + Sentkiewicz: proponemos un cambio drástico de uso del edificio de Telefónica, el mismo que acoge la exposición. Queremos convertirlo en un edificio experimental: un gran mirador por fuera y un edificio dedicado al arte, la tecnología y la ciencia por dentro. Es un ejemplo de cómo reutilizar el patrimonio que tenemos.
P.- Presenta el libro Maestros de la Arquitectura Moderna en la Residencia de Estudiantes: ¿cuál de los nombres que recoge el volumen ha sido su maestro?
R.- Le Corbusier y Giedion, autor de Espacio tiempo y arquitectura, uno de los grandes libros de la modernidad. Estos arquitectos pasaron por la Residencia en esos años muy creativos y representaban corrientes importantísimas. El libro permite comprobar la época gloriosa que vivió la Residencia, así como la vinculación con España de estos personajes, muchas veces curiosa. Como Gropius que estuvo un año en el sur de España aprendiendo cerámica o como Lutyens que rehabilitó el Palacio de Liria.
P.- ¿Qué ha significado Le Corbusier para su generación?
R.- Era un maestro indiscutible de la modernidad, un intocable, quizá incluso demasiado... Me suscitaron verdadero interés sus proyectos más radicales: los rascacielos de los años 20. Me interesaban como respuesta sobre su fascinación por la técnica, pero también por su interés por lo mediático. Le Corbusier buscó siempre esa dimensión mediática y triunfó: se convirtió en adalid de la modernidad.
P.- Entonces los arquitectos luchaban por la altura: ¿ahora la altura ya no importa?
R.- Estamos condenados a convivir con la altura por la densificación de las ciudades. El rascacielos es una construcción muy joven, de 150 años, y casi siempre se ha usado para fines comerciales, hay mucho que pensar sobre qué se puede hacer con la altura. Hoy, un rascacielos es siempre un edificio con un señor abajo que no te deja pasar. Nuestra propuesta en la exposición de Telefónica es sobre esto: convertir los edificios altos en edificios culturales, abiertos al público.
P.- ¿Y si no es la altura, qué es lo que se valora ahora en arquitectura?
R.- También ha dejado de ser importante lo icónico, el "postguggenheim", ese modelo, al igual que la altura, ya no es sorprendente. Ahora se valora la arquitectura sensata, racional y no la más bizarra u original. Platear nuevas formas de entender la ciudad en base a lo que ya existe y generar algo más estético sobre los supuestos de la sostenibilidad son dos frentes importantes.