Silvia Querini. Caricatura de Gusi Bejer
Silvia Querini (Turín, 1955) vino a España “por amor”, y que aquí se quedó. Comenzó a trabajar en Bruguera en 1981, hoy dirige Lumen, y celebra los 50 años de esta editorial mientras “mis libros, mis amigos y mis plantas me tienen (felizmente) atada a Barcelona”.
PREGUNTA: ¿Cómo ve hoy el sector editorial?
RESPUESTA: ¿El sector? Mal, gracias, como siempre, con algunos problemas añadidos con respecto a 1981: el individualismo de los años 90 se ha convertido en exhibicionismo: son muchos más los que escriben que los que leen, y, lo peor, hay demasiados que escriben sin haber leído antes.
P: Ha pasado por Ediciones B, Mondadori y Lumen: ¿qué es lo mejor de su oficio?
R: Empezar a leer un manuscrito y sentir de repente que te has enamorado... otra vez.
P: ¿Y lo peor?
R: Dedicar la vida entera a
un oficio en el que nuestro entusiasmo casi nunca casa con los resultados, una vez el libro está en librerías.
P: ¿Cómo han cambiado los lectores?
R: Arriesgan menos y
compran casi siempre lo que otros ya han comprado. De ahí la polarización del mercado.
P: Cuando llegó a Lumen, su antecesora, Milena Busquets, dijo que la editorial estaba muerta desde que su madre, Esther Tusquets, la abandonó: ¿puede desmentirla?
R: La desmienten los autores que hemos incorporado al catálogo de Lumen, desde Pavese a Antonia Byatt, pasando por Gil de Biedma y Alice Munro. Pasen y vean...
P: ¿Cómo explica la fidelidad de Umberto Eco y de Quino, por ejemplo, a su sello?
R: Quizá vieron, y ven, que aquí hay
una Casa donde se los cuida hasta el último detalle.
P: ¿De qué incorporación se siente más orgullosa?
R: ¿Me obliga a elegir? David Grossmann,
mon amour.
P: ¿Y de las recuperaciones?
R: Natalia Ginzburg, mi maestra.
P: ¿Algún abandono que la dejase inconsolable?
R: Cuando Joyce Carol Oates nos dejó me sentí huérfana y viuda a la vez.
P: ¿Qué autor envidia de otros sellos?
R: Ahora que nadie nos oye, le diré que
me iría al purgatorio por tener a Carson McCullers, y cruzaría a nado el Danubio por Magris.
P: ¿Qué haría falta, por ejemplo, para que Grossmann vendiese como Larsson?
R: Lo mismo que le haría falta a un aficionado a los sudoku para convertirse en campeón de bridge.
P: Hace años, Herralde denunció que la “muerte súbita” de los libros, su escasa vida, era una pandemia: ¿confirma el diagnóstico?
R: Diagnóstico confirmado, con una aclaración:
lo que vende mucho de arranque, se mantiene en librerías y dura más que las pilas Duracell. Lo que no, muy pronto se convierte en hermoso cadáver.
P: ¿Cómo va a celebrar Lumen este cincuentenario tan joven?
R: Con la nueva colección Futura, y con pequeños gestos de agradecimiento a nuestros colaboradores más cercanos. Al no tener presupuesto para croquetas,
hemos pensado regalar experiencia y entusiasmo a los profesionales jóvenes que quieran aprender este oficio.
P: ¿El e-book es hoy una amenaza o un complemento?
R: De momento, un complemento que iremos perfilando, sin olvidar el soporte papel.
P: ¿Cómo imagina Lumen dentro de otros 50 años?
R: Bella, bellísima,... y tan joven como ahora.