Fernando Aramburu
El año pasado, mi amigo, el Cero, trabó relación afectiva por distintos conductos con diecisiete seres humanos, de los cuales conoció personalmente a seis. El Cero es masculino, femenino y lo que se tercie. Con ropa interior de marca, eso sí. En su página web se define como un hueco de recepción de emociones en sus ratos de ocio, por lo que, modestia aparte, se considera un benefactor. Se conforma con llenarse de lo que le den. Le encanta que le regalen muebles y que lo inviten a restaurantes exóticos.
También le encanta hacer llorar, no mucho, dice, lo que se estile según la temporada, ya sea procurando a su pareja del momento la plenitud verbal de la expectativa amorosa, ya sea mediante la escenificación de la ruptura, actividad ésta en la que se desenvuelve con admirable destreza. Colecciona orgasmos, pero sólo ama de verdad a su cocker spaniel.