La comedia hostil
1. Se supone que la comedia es un género menor cuyo fin es mantener la sonrisa del espectador. De hecho, hay muchísima gente que la prefiere por su aparente ligereza y su capacidad, en el mejor de los casos, para entretener sin mayores complicaciones. Pero la comedia, la buena comedia, es un género exigente y difícil que pide al director un dominio del ritmo impecable, virtud primera de cualquier cineasta. Quiero hablar de dos comedias en cartel, una buena y otra no tan buena.
En primer lugar, In the Loop, película británica que ironiza sobre la guerra de Irak y los tejemanejes políticos que le dieron carta de nacimiento (y eso que en la película la guerra se aprueba en la ONU, cosa que no sucedió en ese caso). El director, el debutante Armando Iannucci, retrata con vitriolo y mucha gracia las idas y venidas de unos personajes histéricos a través de Downing Street, los pasillos de la ONU y el Pentágono. La película funciona muy bien en dos niveles y no tan bien en otro. Acierta Iannucci al retratar la dureza de las relaciones profesionales, la brutalidad y hostilidad de personas que parecen estar jugándose la vida en cada envite. Es absolutamente real que en Occidente, y va a peor cuanto más se sube en la escala de responsabilidad, trabajar se ha convertido muchas veces en un ejercicio de humillación y dominación de los unos sobre los otros, una especie de jungla en la que sólo sobrevive el más fuerte o, como en la película, el que tiene menos escrúpulos.
Y Iannucci también explica con verismo e inteligencia cómo lo grande y lo pequeño se dan de la mano. Es decir, cómo las grandes decisiones y acontecimientos históricos son empujados por personas reales, con sus pequeñas miserias y secretos inconfesables. Lo que no funciona tan bien es lo que parece ser su propia esencia, o sea, la metáfora sobre Irak. Me temo que Iannucci sabe más del alma humana que de la alta política y, a ratos, se nota. Su maniquea visión de la maldad sajona es casi peor cuando intenta compensarla, por ejemplo a través de una Secretaria de Estado estadounidense que uno no sabe al final si es ingenua o tonta.
La otra película de la que quería hablar es Animales de compañía, una española que la taquillera del cine me confiesa que está siendo un desastre. Pues no está tan mal la película aunque sus contras, me temo, sean superiores a sus virtudes. Entre lo bueno, la solvencia de actores como Miguel Reyán o incluso Nancho Novo. Además, tiene cierto ritmo, algún chiste gracioso (sobre todo a costa del mundo del arte y la creatividad) y se deja ver sin pasión pero sin aburrimiento. Sin embargo, sus carencias son muchas y, algunas, es lo que da más pena, perfectamente salvables. No tiene sentido (ninguno) que se hagan chistes como "estás más perdido que la madre de Marco" u "hoy me siento Ausonia", que quizá tenían gracia (tampoco mucha) en los 80 pero hoy suenan desafasadísimos. Además, su estructura de screwball comedy (que pretende reunir al final a todos los personajes en el mismo escenario rocambolesco) está demasiado forzada como para resultar verosímil.
2. El otro día me quedé de piedra al leer el Magazine de El Mundo. Resulta que Amélie, una película que además de grimosa y reaccionaria me aburrió soberanamente, es ¡la mejor de la década! Nada que objetar al resto de la lista: La vida de los otros, Amores perros o Traffic son producciones extraordinarias. Y eso que yo me quedo con otras: Mullholland Drive, de Lynch, que me parece el mejor filme de la década, una obra maestra absoluta; El pianista, de Polanski; Brokeback Mountain o In the Mood for Love. Ha sido una década, en cualquier caso, algo extraña y poco definida en la que cada autor se ha dedicado a hacer lo suyo y no ha habido fenómenos globales. Una década de grandes individualidades, algunas eso sí, geniales, que parecen avanzar un panorama fragmentado en el que dejarán de existir movimientos como, por ejemplo, la explosión del cine independiente de Estados Unidos en los 90. Por cierto, que Metacritic, página que aglutina críticas de medios internaciones por títulos de películas, sitúa a El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, como la película mejor puntuada por expertos de todo el mundo de los 2000. Vaya, ¡y es española!
En primer lugar, In the Loop, película británica que ironiza sobre la guerra de Irak y los tejemanejes políticos que le dieron carta de nacimiento (y eso que en la película la guerra se aprueba en la ONU, cosa que no sucedió en ese caso). El director, el debutante Armando Iannucci, retrata con vitriolo y mucha gracia las idas y venidas de unos personajes histéricos a través de Downing Street, los pasillos de la ONU y el Pentágono. La película funciona muy bien en dos niveles y no tan bien en otro. Acierta Iannucci al retratar la dureza de las relaciones profesionales, la brutalidad y hostilidad de personas que parecen estar jugándose la vida en cada envite. Es absolutamente real que en Occidente, y va a peor cuanto más se sube en la escala de responsabilidad, trabajar se ha convertido muchas veces en un ejercicio de humillación y dominación de los unos sobre los otros, una especie de jungla en la que sólo sobrevive el más fuerte o, como en la película, el que tiene menos escrúpulos.
Y Iannucci también explica con verismo e inteligencia cómo lo grande y lo pequeño se dan de la mano. Es decir, cómo las grandes decisiones y acontecimientos históricos son empujados por personas reales, con sus pequeñas miserias y secretos inconfesables. Lo que no funciona tan bien es lo que parece ser su propia esencia, o sea, la metáfora sobre Irak. Me temo que Iannucci sabe más del alma humana que de la alta política y, a ratos, se nota. Su maniquea visión de la maldad sajona es casi peor cuando intenta compensarla, por ejemplo a través de una Secretaria de Estado estadounidense que uno no sabe al final si es ingenua o tonta.
La otra película de la que quería hablar es Animales de compañía, una española que la taquillera del cine me confiesa que está siendo un desastre. Pues no está tan mal la película aunque sus contras, me temo, sean superiores a sus virtudes. Entre lo bueno, la solvencia de actores como Miguel Reyán o incluso Nancho Novo. Además, tiene cierto ritmo, algún chiste gracioso (sobre todo a costa del mundo del arte y la creatividad) y se deja ver sin pasión pero sin aburrimiento. Sin embargo, sus carencias son muchas y, algunas, es lo que da más pena, perfectamente salvables. No tiene sentido (ninguno) que se hagan chistes como "estás más perdido que la madre de Marco" u "hoy me siento Ausonia", que quizá tenían gracia (tampoco mucha) en los 80 pero hoy suenan desafasadísimos. Además, su estructura de screwball comedy (que pretende reunir al final a todos los personajes en el mismo escenario rocambolesco) está demasiado forzada como para resultar verosímil.
2. El otro día me quedé de piedra al leer el Magazine de El Mundo. Resulta que Amélie, una película que además de grimosa y reaccionaria me aburrió soberanamente, es ¡la mejor de la década! Nada que objetar al resto de la lista: La vida de los otros, Amores perros o Traffic son producciones extraordinarias. Y eso que yo me quedo con otras: Mullholland Drive, de Lynch, que me parece el mejor filme de la década, una obra maestra absoluta; El pianista, de Polanski; Brokeback Mountain o In the Mood for Love. Ha sido una década, en cualquier caso, algo extraña y poco definida en la que cada autor se ha dedicado a hacer lo suyo y no ha habido fenómenos globales. Una década de grandes individualidades, algunas eso sí, geniales, que parecen avanzar un panorama fragmentado en el que dejarán de existir movimientos como, por ejemplo, la explosión del cine independiente de Estados Unidos en los 90. Por cierto, que Metacritic, página que aglutina críticas de medios internaciones por títulos de películas, sitúa a El laberinto del fauno, de Guillermo del Toro, como la película mejor puntuada por expertos de todo el mundo de los 2000. Vaya, ¡y es española!