Montserrat Soto
Fragmento del díptico Desierto rojo (Puerta y ventana), 2000. Fotografía sobre aluminio, 220 x 140
La fotografía es, sin duda, uno de los soportes más traídos y llevados del arte de nuestros días. Sin la intangibilidad y los inconvenientes técnicos del vídeo o las proyecciones que llevan a mal traer a galeristas, coleccionistas y museos, la fotografía irrumpió en el mercado artístico con gran fuerza como signo de lo nuevo. En manos de cualquier aspirante a artista que se precie, sin demasiadas cosas que penar, sentir o contar simplemente, la fotografía se ha convertido, por ser fotografía -y cuanto más grande, más cara-, en un cajón de sastre en el que se vuelcan todo tipo de imágenes, sin más. Lo trivial y lo espectacular, con difícil acomodo técnico en otros soportes, encuentran en la fotografía un marco de actuaciones gratuitas que no hace sino retratar el vacío de muchas de las intervenciones pseudoartísticas de última hora.Cambiando de marco, Montserrat Soto (Barcelona, 1961), una de las artistas que con más coherencia y talento ha recurrido de forma casi exclusiva al soporte fotográfico, presenta la exposición Paisajes y otras cosas. Usando su objetivo como un topo, Montserrat Soto introduce su mirada en geografías diversas para alimentar paisajes en los que tan pronto entra como sale, dejando a la vista los huecos de sus recorridos introspectivos. A base de fotografías de grandes y medianos formatos, pertenecientes a las series Paisajes secretos y Diferente manera, sitúa al espectador en el umbral de la galería para llevarlo a asomarse a una serie de vistas, en las que, si bien el fragor humano permanece ausente -elipsis propia de su trabajo-, las voces de sus acciones y conductas se oyen con claridad. Sus meditados encuadres abren espacios sobrecogedores a los que el espectador asiste desde una posición a menudo indiscreta. Tanto en los desnudos paisajes de desiertos como en los arropados interiores domésticos de coleccionistas de arte contemporáneo, Montserrat Soto propone puertas y ventanas desde las que verter una mirada, que parpadea la inquietud de ser vista. Con estas obras Montserrat Soto cierra el círculo abierto en series anteriores, extraordinarias, en las que su escrupuloso objetivo deambulaba por galerías y cámaras de museos, por confines urbanos y exteriores, por pasillos y archivos, y descubre un nuevo espacio de intervenciones en el que arroja luz sobre acontecimientos a menudo ocultos a la veloz mirada cotidiana.