Antes de entregarse al infierno del quinto set, Rafael Nadal se marcha corriendo al vestuario junto a uno de los médicos del Abierto de Australia con la boca del estómago cerrada y la preocupación circulándole por dentro a toda mecha. Hace más de una hora que el español ha comenzado a sentirse mal, un golpe de calor que le lleva provocando dificultades respiratorias un buen rato. Durante ese tiempo, en el que Denis Shapovalov pide guerra ganando el tercer y cuarto parcial, se ha vuelto evidente que al campeón de 20 grandes le pasa algo porque tiene la cara descompuesta y no corre como siempre, le faltan fuerzas y energías. En ese descanso fuera de la pista, y sin que las cámaras de televisión puedan registrarlo, el doctor organiza una consulta improvisada para confirmar que la presión arterial y las constantes vitales del tenista están bien, lo más importante tras sufrir esa indisposición. Despejada la duda, que amenaza la tranquilidad del jugador, Nadal se prepara para competir con lo que tiene y organiza un plan en su cabeza que se sostiene sobre un pilar básico: jugar de manera inteligente y esperar que funcione.
"Mi manera de encararlo era muy simple: cada juego que ganaba con mi saque era una victoria", confesó luego el mallorquín tras derrotar a Shapovalov en una quinta manga tácticamente perfecta, de escuadra y cartabón. "Esperaba tener alguna oportunidad, pero si el juego empezaba mal al resto no lo luchaba mucho. Tenía que guardar energía y estar preparado para mi servicio" añadió. "He jugado lo más inteligente posible, esforzándome poco al resto y economizando. Él ha cometido algunos errores, y yo he acabado sacando muy bien tras lograr el break", continuó. "Ha sido un ejercicio de supervivencia y resistencia, tanto mental como física. He podido sacar adelante un partido que parecía prácticamente imposible".
Mientras su banquillo se llenaba de caras de preocupación, pensando cómo encajaría el desafío de jugarse la clasificación a semifinales en esas condiciones, Nadal arrancó el quinto set cometiendo dos dobles faltas, pero protegió su primer turno de servicio con uñas y dientes (1-0) y la oportunidad que esperaba apareció inmediatamente (2-0). Entre tiritonas, Shapovalov gestionó fatal la ventaja con la que partía y se dejó por el camino un puñado de malas decisiones que le costaron un break de entrada. Desde entonces, el canadiense fue a contracorriente y el mallorquín se mantuvo regulando el desgaste, eligiendo muy bien en qué momento apretar y en qué otro dejarse ir hasta celebrar la victoria.
"No creo que haya tenido ningún problema físico serio", dijo Shapovalov. "Yo también tengo dolores y sufro. No he estado al 100% en todo el torneo, pero parece que nadie habla de eso", añadió. "Luego se ha ido al vestuario después del cuarto set, y me ha dicho Bernardes [el juez de silla] que le estaban evaluando a nivel médico, cuando ya lo habían hecho antes en la pista. Y al volver veo que se ha ido al baño a cambiarse. ¿Dónde está el límite?".
"Mentalmente, he conseguido apreciar en todo momento la oportunidad de meterme en unas semifinales de Grand Slam, a pesar de que mis sensaciones eran malas", reconoció Nadal, sin prestarle demasiada atención a las palabras de su rival. "Significaba mucho para mí tras todo lo que he pasado en los últimos meses. Por eso, he intentado al menos generarme la ocasión. Mantenerme en pista, vivo de alguna manera. Y ha salido bien".
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