Sajjad Ganjzadeh, el karateca que quiere luchar con el deporte para lograr la paz entre Irán e Israel
El campeón olímpico en la especialidad de kumite en los Juegos de Tokio se ha propuesto conseguir el entendimiento deportivo entre los pueblos.
28 abril, 2022 07:00Noticias relacionadas
La historia de Sajjad Ganjzadeh es de esas que encogen el corazón. Cada vez son más los casos de deportistas que tienen la ambición y la aspiración de convertirse en símbolos políticos o sociales. Algunos de los ejemplos más llamativos se han producido en las últimas fechas con motivo del estallido de la guerra en Ucrania tras la invasión rusa.
Muchos han sido los deportistas y atletas que han decidido coger las armas y entrar en el conflicto. O incluso iniciar y apoyar políticas de ayuda a sus compatriotas para suministrarles respaldo financiero, comida, ropa o incluso la posibilidad de abandonar el país. Sin embargo, este tipo de ayudas se extienden por todo el planeta. Es el caso de Sajjad Ganjzadeh, que ha antepuesto el bienestar social y la paz a su carrera deportiva.
Su objetivo es terminar con un conflicto que se alarga ya durante décadas y que tuvo su explosión total desde el estallido de la Guerra del Golfo. Se trata del enfrentamiento entre el pueblo de Israel y su nación, Irán. En su caso, ha optado por ponerse, en cierto modo, de parte del enemigo en este conflicto, lo que ha provocado que se haya convertido en el objetivo de multitud de críticas y amenazas.
En este sentido, lo único que pretende Ganjzadeh es que ambos estados vuelvan a construir una relación de cercanía y cordialidad a través del deporte. Él es campeón olímpico de kárate en la especialidad de kumite y no entiende cómo Israel ha quedado apartado del deporte asiático, teniendo que refugiarse en Europa.
La misión de Ganjzadeh
Irán tiene en marcha una política que afecta directamente a sus deportistas. Los atletas iranís, sean cuales sean sus disciplinas, no pueden medirse y competir contra deportistas de naturaleza israelí para evitar tener contacto directo con ellos. Se trata de una orden no escrita y que no es legislativa, pero que sí se aplica con total crudeza. El encargado de llevar a cabo su control, especialmente a través de sus funcionarios, es el líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei.
Ahora, el campeón olímpico de kárate en los Juegos de Tokio de 2020, Sajjad Ganjzadeh, ha decidido alzar la voz ante una situación que considera injusta para ambos países. Por un lado, no puede tolerar ni respetar un comportamiento que es racista y xenófobo. Por otro, considera que también va en perjuicio de su propio país ya que, cada vez que se encuentran a un deportista de Israel en una competición, se ven obligados a retirarse para no enfrentarse a ellos.
Hay muchos deportistas de Irán que siguen al pie de la letra las ordenanzas de Ali Khamenei. Sin embargo, hay otros que, al menos en el ámbito deportivo, se encuentran cercanos a la posición que está defendiendo ahora Ganjzadeh. Sin embargo, no se han atrevido a quejarse de manera tan abierta como lo ha hecho el karateca por miedo a las represalias que puedan sufrir.
Irán es un estado que no reconoce la soberanía de Israel, motivo original de este conflicto que trasciende las barreras sociales y políticas y que está instalado en el deporte. Por ello, decidió quejarse a través de sus redes sociales publicando un mensaje que, además, fue eliminado a los pocos minutos, siendo víctima de un claro acto de censura por el gobierno y las instituciones intelectuales de su país.
"Ya no podemos tolerar esto. No competir es más difícil que competir". Estas son las palabras que habría puesto Ganjzadeh según algunos medios locales en ese mensaje que fue borrado. Este deportista iraní denuncia una situación histórica y que muchos han aceptado ya como parte de una cierta normalidad.
Israel, a pesar de ser una región de Asia Occidental como Irán, sufre un veto deportivo en su continente que le ha llevado a buscar el amparo de Europa. De hecho, lleva sin participar en unos Juegos Asiáticos desde el año 1974 y su comité olímpico nacional forma parte del conjunto de comités europeos y no de los asiáticos. Una situación que Ganjzadeh considera que debe cambiar y por ello está dispuesto a poner su trayectoria en juego para conseguir este cambio.
Una carrera en juego
Muchos atletas han tenido las mismas ideas que Sajjad Ganjzadeh. Sin embargo, o no se han atrevido a mostrarlo públicamente o han tenido que dar marcha atrás en sus sueños para poder seguir conservando su futuro. Ahora, este karateka iraní no ha dudado en poner su trayectoria al servicio de la paz entre dos pueblos que rompieron sus lazos hace ya muchas décadas.
Y el suyo no es un historial cualquiera, ya que es uno de los deportistas más laureados de Irán, nación a la que defiende orgulloso por las competiciones más importantes del mundo. El pasado verano ganó su primer oro olímpico en la especialidad de kumite en la categoría de más de 75 kilos. A pesar de su posición en la que tiende la mano al pueblo de Israel, él se considera fiel a su país. De hecho, se le conoce como el 'Tigre de Irán'.
Es uno de los rostros más reconocidos del kárate en su país, región en la que se está produciendo en un enorme crecimiento con cada vez más practicantes de esta modalidad. Irán se ha convertido en uno de los países del mundo con más nivel en este deporte, especialmente en la modalidad de kumite. Y para muchos de esos nuevos adeptos, Ganjzadeh es un referente, sobre todo desde que se colgó el oro olímpico.
Junto con esa brillante presea ganada en Tokio, Ganjzadeh tiene tres medallas de oro en campeonatos del mundo, dos de plata y una de bronce, además de un oro en los Juegos Asiáticos de 2018 y tres oros, dos platas y un bronce en los campeonatos de Asia. Una brillante trayectoria que arrancó con solo 10 años tras seguir los pasos de su hermano Mousa, quien competía con el equipo nacional, y que ahora podría estar en peligro por sus manifestaciones políticas en favor de la paz con Israel.
Sajjad ya ha notado como las descalificaciones, persecuciones y amenazas han comenzado. Sin embargo, no teme las consecuencias aunque sabe que pueden ser realmente graves. Pero confía en que puede dejar un país mejor para las generaciones de deportistas que están por venir.
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