“Si quieres hacer algo en la vida, no creas en la palabra imposible”. La frase, de Pío Baroja, cuelga del tejado de la última entrada del blog de Abel, ese rincón que decidió abrir al mundo para contar su historia. Entonces, acababa de enterrar al ‘puñetero’ cáncer y decidió prepararse el Ironman de Lanzarote. “Pensaban que estaba loco”, aclara. Pero no era así. Este andaluz, natural de Ronda, contó su preparación en Youtube, fue ‘finisher’ y cumplió su primer reto. El segundo lo ha materializado al convertirse en el único español en participar en este 2017 en el Ultraman de Australia, una prueba que implica hacer 10 kilómetros a nado y 140 en bicicleta el primer día, 281’1 km en bici el segundo y una doble maratón (84’3 km) el tercer día. “Una cosa muy bruta”, bromea con EL ESPAÑOL.
La historia de Abel Aguilera López (Ronda, 1980) no entiende de utopías. “No hay que arrojar la toalla en ningún momento”, repite varias veces durante la conversación con este periódico. Su vida, al fin y al cabo, se ha desarrollado bajo el paraguas de la normalidad. Él, como muchos otros, hizo deporte de niño, en la escuela, y lo tomó como “forma de vida”. Se crió junto a su hermana, “la pequeña”, y decidió estudiar INEF (Ciencias de la Educación Física y del Deporte) en Granada. Y de vuelta a su ciudad, puso un gimnasio.
Su vida, sin embargo, cambió de un día para otro en 2014. “Imagínate, con 34 años y todo por delante: mi trabajo, mi negocio, mi niño pequeño (de año y medio), con nuevos proyectos e ilusiones… Te acuestas un día por la noche, te levantas y te empiezan a hacer pruebas”. Le diagnosticaron un linfoma no Hodgkin en estadio IV y tuvo que ser operado y sometido a un tratamiento de quimioterapia y radioterapia. “Tuve también problemas de ansiedad, de depresión… Más psicológicos que físicos. Se me pasó de todo por la cabeza: que si no iba a poder trabajar, que si no iba a poder superarlo, que si no iba a poder relacionarme...”.
Aquello, sin embargo, acabó en enero de 2015. Tras soportar el tratamiento y tumbar dos pericarditis, Abel arrancó de nuevo los motores. “Había estado mucho tiempo en la cama y, al principio, me costaba mucho hacer deporte. Me montaba en la bicicleta y me ahogaba. Fue como volver a empezar”. Pero, poco a poco, fue evolucionando. “Primero montaba siete minutos, luego diez...”. Hasta que, en julio de 2015, decidió inscribirse en el Ironman de Lanzarote. “Se me fue la cabeza; pensaban que estaba loco”.
Pero Abel no lo estaba. Creía en su capacidad. Si había superado un cáncer, quién le iba a quitar ahora su sueño. No había hecho nunca triatlón, pero le dio igual. Abrió un videoblog en Youtube bajo el nombre de ‘Diario de un héroe’ y contó toda su preparación. Entrenó entre dos y tres horas al día durante nueve meses, se fijó objetivos a corto plazo y, sobre todo, disfrutó del camino. “Al final, lo importante no es el resultado. Para mí el premio fue estar en la salida”, sentencia.
“El deporte me sacó del pozo en el que estaba”
Ese proceso que le llevó a preparase el Ironman de Lanzarote (3’86 km de natación, 180 de bicicleta y 42’2 corriendo) lo contó a través de su blog. ¿Por qué? “Quería a ayudar a la gente, que se sintiera identificada y se motivara. Que otras personas en una situación parecida a la mía pensaran que con esfuerzo y dedicación todo es posible. Eso, en un mundo en el que hay mucho pesimismo, es muy gratificante”. Ese fue su plan; su estilo de vida desde entonces. Y hoy en día no ha cambiado su filosofía.
Abel llegó a la meta en Lanzarote y se fijó otro reto: prepararse un Ultraman. El deporte, como él mismo confiesa, “lo sacó del pozo”. Y él ya no iba a dar marcha atrás. Mandó la inscripción para el de Australia y esperó. No le quedaba otra. Participar en una prueba tan magnánima depende de la organización, que elige cuidadosamente a cada uno de los 54 participantes que compiten durante tres días. Y, finalmente, la respuesta fue afirmativa.
Prepararlo, sin embargo, no fue sencillo. Abel tuvo malas rachas y llegó a pensar durante el entrenamiento que “no iba a conseguir terminarlo”. Pero lo hizo. El 13 de mayo, partió junto al resto de competidores y superó sin dificultades grandes el primer día. En cambio, el segundo sí tuvo problemas: “Creía que había fracasado. Me dio un bajón brutal. Estuve a punto de arrojar la toalla y no quería saber nada ni del país ni de mi proyecto de superación. Pero superé ese momento. Me quedé a 80 km del final porque ya no me dejaban pedalear más porque se había hecho de noche y era peligroso… Entonces, me dejaron salir el último día”.
Y Abel terminó el Ultraman. Llegó a la meta el tercer día. “Me di cuenta de la fuerza que tiene la mente”. Cumplió su objetivo. Lo pasó mal, pero no cedió. “Nunca hay que rendirse. Esto lo traslado a la enfermedad y a cualquier ámbito de la vida. A veces, un rayo de luz es suficiente para que te vuelvas a poner de pie”. Y él lo hizo. En el hospital, primero, superando el cáncer; y en el deporte, después, planteándose retos imposibles. Todo en busca de un objetivo tan humano como es el de seguir viviendo.
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