Vestido de rojo, como si fuera la estela humana de un Ferrari, y en el templo de la velocidad, el Autódromo Nacional de Monza, Eliud Kipchge hizo historia. La misión fue tildada de viaje a la luna, a lo desconocido para cualquier ser humano: completar un maratón en menos de dos horas sonaba temerario, pero solo un pequeño puñado de segundos se erigieron en una barrera que se presuponía más alta. Eliud Kipchoge, el campeón olímpico, empleó 2 horas y 25 segundos para completar 42,195 kilómetros. Eso no es correr rápido, es volar.
Partiendo al alba y devorando los últimos metros cuando el resto del mundo todavía se estaba desperezando, el fondista keniata cruzó la línea de meta con la misma sonrisa que iluminó su cara durante toda la carrera, sabedor de que su nombre ha quedado inscrito en la historia del atletismo.
Si el 6 de mayo de 1954 siempre será recordado como el día que Roger Bannister bajó por primera vez de los cuatro minutos en la milla, este 6 de mayo de 2017 pervivirá como la jornada en que Kipchoge, de 32 años, desafió los límites del ser humano con un resultado extraterrestre. Más teniendo en cuenta que el actual récord mundial de maratón estaba fijado desde 2014 en 2:02:57.
No fue una carrera al uso, fue una contrarreloj contra la fatiga. Rodeado de 24 liebres, que iban entrando y saliendo en grupos de tres, y acompañado por Zersenay Tadese y Lelisa Desisa, los otros dos atletas seleccionados por Nike para Breaking2, que apenas aguantaron hasta el ecuador, Kipchoge, a rebufo de un Tesla que proyectaba sobre el suelo la silueta de las dos horas, no vaciló ante el vertiginoso ritmo. Pasó la media maratón en un tiempo de 59:57, y solo empezó a ceder ligeramente a partir del kilómetro 35.
Con una zancada elegante, siempre centrado y transmitiendo sensación de comodidad, el fondista keniata se convirtió en la persona capaz de correr más rápido la distancia. La marca no será homologada como récord del mundo por ilegalidades en la estrategia de las liebres y de avituallamiento, algo insustancial que no resta valor a la gesta.
Y es que antes de la carrera, Kipchoge ya lo había avisado. Si hay alguien capaz de lograrlo, ese era él: “El maratón es vida, y la vida es donde tú progresas. Con un buen entrenamiento no veo por qué no puedo correr en menos de dos horas. Esta es la oportunidad. Ningún humano tiene límites, ese es mi mensaje. No tiene que ver con las piernas, depende del corazón y la mente. Con un corazón fuerte y una mente buena, puedes hacerlo”.
Condiciones perfectas
Todo había sido estudiado al milímetro. El proyecto de Nike, con más de dos años de vida, puso la ciencia a disposición de tres de los mejores fondistas del mundo: Kipchoge, Tadese, recordman mundial de media maratón, y Desisa, doble ganador del maratón de Boston.
Acompañados en este utópico cometido por los mejores fisiólogos, nutricionistas, ingenieros, diseñadores y científicos del mundo, quería demostrarse que sí es verosímil romper la barrera de dos horas en maratón.
La expectación generada ante Breaking2, especialmente por las polémicas zapatillas Zoom Vaporfly Elite, customizadas con una lámina curvada de fibra de carbono en la entresuela, congregó al mundo atlético frente a la pantalla.
Pese a ser escéptico o creyente, todo amante del atletismo se sintió picado por la curiosidad. La carrera partió a las 5:45 de la mañana, hora en la que las condiciones climáticas —11,8ºC y apenas una leve brisa de viento— eran las adecuadas según los meteorólogos de Nike.
En esta ocasión, los tifossi italianos no inundaban las gradas de Monza como acostumbran hacer en cualquier Gran Premio de Fórmula 1. Así, Eliud Kipchoge tuvo que correr solo frente cronómetro, recorriendo tramos donde el silencio solo era roto por las pisadas; sobreponerse a la fatiga; tirar de entereza mental cuando las fuerzas empezaban a flaquear y empujar con el corazón; creer que podía derrotar a la distancia, a los 42,195 kilómetros, y sonreír sabiendo que ha hecho historia.